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Archive for the ‘LIBROS’ Category

El cientifico tambien es un ser humanoHace rato me ronda la idea de dedicar un post largo a los libros del 2009. Lo que se estila en esta estación del año en nuestro hemisferio: ir preparando aquellos libros que vas a leer cuando llegue el momento de tirarte panza arriba en la arena, libros para leer mientras te tomás una caipirinha, libros para no dejar pasar. La lista iba a adolecer de un sesgo insalvable: sólo incluiría a los que leí a lo largo del año. Pero fueron tantos los buenos libros que esa lista creció demasiado. Así que, de a poco, le dedicaré un post a cada uno hasta fin de año.
El científico también es un ser humano, escrito por el profesor de la Universidad Nacional de Quilmes, el sociólogo Pablo Kreimer, está entre los mejores. Si digo “es un manual de técnicas de espionaje”, sería inexacto: los espías raramente se espían a sí mismos. Si agrego: “es un ensayo sobre ombliguismo científico”, me quedo corto. No estamos ante un mero retrato autocontemplativo. Si afirmo: “es una guía para entender la cocina de la ciencia”, por ahí va el asunto. Es un libro muy claro, la buena divulgación de la ciencia siempre lo es, sobre aquello que hacen los científicos “cuando nadie los ve” (nadie salvo el sociólogo, cuya presencia también es objeto de estudio). “…los científicos hacen pis, se resfrían, aman y odian, tejen alianzas y se pelean, y trabajan en instituciones tan ‘normales’ de la sociedad como las compañías de seguros, los talleres mecánicos o las agencias que venden autos”, resume el autor. Kreimer analiza, reflexiona y evalúa las manías, tensiones, prejuicios, rituales, celos, contradicciones, dudas, relaciones y tabúes de los científicos. Actitudes, desvelos e intereses que no desentonan con las de otros grupos y actividades sociales. Imprescindible para estudiantes de ciencias humanas, atrapará a interesados en la metodología de la ciencia, pero también a los que buscan paralelismos o diferencias entre el submundo de las creencias y los mecanismos de producción del conocimiento científico. Tiene 144 páginas y es parte de Ciencia que ladra, la excelente colección que dirige Diego Golombek para Siglo veintiuno Editores.

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Gustavo FernandezGustavo Fernández acaba de relanzar una vez más su hit «Manual de Autodefensa Psíquica: Básica y Avanzada» (Ed. KAN, que ya publicara su clásico «Ovnis sobre las Torres Gemelas»). Esta lujosa re-reedición reúne investigaciones, técnicas y herramientas que Fernández ha refritado de viejos textos. Exiliado desde hace más dos décadas en la ciudad de Paraná, Fernández mantuvo allí duras batallas contra cascarones astrales y subrepticias luchas cuerpo a cuerpo con peligrosísimos ectoplasmas encarnados.
Para no quedarnos en el elogio fácil, recordemos una controvertida costumbre de Fernández: copipastear textos ajenos. Pero, tarde o temprano, todo buen discípulo de Bucay aspira a la redención: en la segunda parte de su obrita parece reconocer picardías del pasado: “Sé que no es siquiera necesario explicarles cuántos afanes, cuántas horas robadas al descanso demandó preparar este modesto material”, escribe, o vaya a saber si no copia de alguna otra parte.

Su tesis sobre la existencia de larvas astrales, paquetes de memoria thanáticos, vampiros energéticos y vórtices psicoespirituales está disponible en Internet desde hace tiempo. No obstante lo cual, con su título «Manual de Autodefensa Psíquica: Básica y Avanzada» el autor porteño se jacta de haber logrado su libro número 17. Para su re-relanzamiento en papel, Fernández ha estirado su esfuerzo hasta alcanzar las 104 páginas, que extiende aún más con simpáticos dibujitos didácticos y una tipografía generosa, apta para amas de casa y jubilados cortos de vista.  Su índice temático incluye:

– Prólogo e Introducción
– Capítulo I: Contra qué luchamos
– Capítulo II: ¿Existen los «hechizos» y «maleficios»?
– Capítulo III: Las costras astrales
– Capítulo IV: Los cascarones astrales
– Capítulo V: Vulnerabilidad de los chakras a los ataques espirituales,
psíquicos y energéticos
– Capítulo VI: Fabricación del ídolo negativo
– Capítulo VII: La «Sombra», nuestra bomba de tiempo psíquica
– Capítulo VIII: Cromoterapia Esotérica
– Capítulo IX: Posesión por entidades no humanas
– Capítulo X: La envidia
– Capítulo XI: El Láser Mental
– Capítulo XII: Peligros del Plano Astral
– Capítulo XIII: Verdades, mentiras, peligros y beneficios de la «Tabla Ouija»
– Capítulo XIV: Evidencias físicas de las entidades
– Capítulo XV: Rescatando la Ceromancia
– Apéndice: una lectura crítica de los cultos afrobrasileros.

Gustavo M FernandezAhora bien, Gustavo Fernández solía ser «Prof.» o «Lic.», galardones que parece haber perdido en alguna chakra mesopotámica a instancias del Colegio de Psicólogos de Entre Ríos y la Universidad Argentina John F. Kennedy. Si por ventura te interesa todo lo contrario a lo que enseña el ex licenciado Fernández (por ejemplo, aprender a conjurar falsas ciencias y desarrollar el pensamiento crítico), hay una oportunidad: Alejandro Borgo, director del CFI- Argentina, arranca con un curso anti-chantas los martes de 17 a 19 hs. en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la UBA, Junin 1063. Informes: 4952-7281. Y cumplimos con la premisa según la cual toda crítica mejora si el crítico ofrece alguna contraprestación.

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Autodefensa Psíquica 1

Autodefensa Psíquica 2

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Desde que salió Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina rezongué bastante por la nula atención que le dedicó al librito la televisión, lo cual prueba que la amistad (muchos y buenos amigos míos trabajan en la tele) es irrelevante a la hora de conseguir un poquito de difusión en la caja idiota. Ahora, cuando Terra TV me hace un precioso reportaje para hablar del libro, me quejo de mis tics y de lo mal que me queda la barba.

En el programa Tu Entrevista hablo de cuatro historias del libro (la abducción de Martha Green, el encuentro cercano de los empleados del Casino de Mendoza, el caso del celular abducido, la teleportación del matrimonio Vidal…) y hasta del caso Roswell. Los webespectadores enviaron muchas preguntas, que espero responder desde aquí o -mejor- desde el blog de Invasores, que anda por aquí. Gracias a los amigos de Terra (especialmente a Leo Gentile y Chris Delicia) por tanto interés y buena onda. También a los «lectores invitados», mis amigos y colegas Gabriel Lembergier y Mariana Comolli. El programa se puede ver haciendo click acá.
En cuanto a la pregunta «¿Por qué amamos a los aliens?» (como se presenta la entrevista), nunca me la han formulado. ¡Qué pena! Es una gran pregunta. Vamos a aprovecharla, trasladándola a los lectores de este blog: el que deje en «Comentarios» la mejor respuesta (según mi caprichosísimo criterio) se gana un ejemplar de Invasores autografiado. Como el correo está caro, priorizaré las respuestas de residentes en la Argentina. («¿De qué clase de amor escribirán?», me pregunto).

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¿Oyó usted hablar del varkulets? Quizá no. Pero no hay de qué preocuparse, no es una omisión grave en su cultura general: este idioma es parte de una tradición hermética. La extraña lengua fue difundida por Eustaquio Zagorski (1904-1981), un contactado polaco establecido en la Argentina en 1929 que atendía una sastrería familiar en el barrio de Avellaneda. En los sesenta disfrutó de una módica fama cuando pasó por Sábados Circulares de Mancera. Soltero a sus 68 años, en 1973 se definía como católico, buen lector de la Biblia y memorioso. Tanto que alcanzaba a recuerdos de sus vidas anteriores. En junio de ese año, Eustaquio le confió al diario La Razón que era visitado desde 1967 por dos seres de otro mundo. No eran distintos de los humanos salvo por su mentón, algo prominente. Zagorski juró que los visitantes eran oriundos de Ummo, un planeta en órbita alrededor de la estrella Wolf 424. Sus embajadores en la Tierra remitían por correo ordinario informes científicos donde reiteraban el ruego más inquietante que alguien puede esperar de extraterrestres de verdad: “Por favor, no nos crean”.

FIERRO PHONE HOME. El encuentro de Zagorski con los ummitas no fue tan extraordinario como otro que sucedió el mismo año en el Observatorio Astronómico Adhara de San Miguel, provincia de Buenos Aires. En el edificio, también sede de una misión jesuítica, Eustaquio fue recibido por el padre Benito Segundo Reyna (1900-1982), el más famoso religioso de la época interesado en los ovnis. Durante la charla, el contactado le explicó el origen del varkulets mientras el sacerdote examinaba un voluminoso manuscrito. Era una versión del Martín Fierro traducida a un idioma extraterrestre. La primera referencia conocida del incunable aparece en el libro Martín Fierro en el mundo de los idiomas (2003), escrita por el comodoro (RE) Santos Domínguez Koch (1926-2008). Tras algunas morosas gestiones, logré conversar con el autor del más completo catálogo de traducciones del poema fundacional de la literatura gauchesca. Quedamos en compartir un café en su casa, donde me iba a permitir hojear el maravilloso texto. Por teléfono, el militar me adelantó que en 1978 recibió en su oficina a un señor mayor acompañado por un sacerdote. El traductor sacó de un maletín el ejemplar y un bolígrafo, con el que escribió una dedicatoria en varkulets, como llamó a la lengua desconocida.

En su bibliografía, Domínguez apuntó que el varkulets era una lengua indoamericana. Mi información, le dije, era distinta. El idioma había sido utilizado por una sola persona: Eustaquio Zagorski.

El trotamundos polaco nunca había ocultado haber aprendido la lengua de los extraterrestres. Más bien, se ufanaba de ello. Yo esperé que Domínguez Koch rechazara mi comentario con indignación, sorpresa o con una carcajada, pero en la línea se produjo un silencio.

–Lo conversamos personalmente ¿le parece?

Me pareció bien.

Nuestro encuentro se fue postergando hasta que una zancadilla del destino la sepultó para siempre. El comodoro falleció el 2 de abril de 2008.

La historia del lenguaje de Ganímedes no hubiera trascendido la nota al pie si el padre Reyna no hubiera propuesto a Zagorski un ambicioso desafío: traducir el Martín Fierro a su lengua materna. Eustaquio y el padre Reyna visitaron a Domínguez Koch cuando éste coordinaba la División O.V.N.I. del Servicio de Inteligencia de Aeronáutica. Cuando el militar vio los poemas dibujados en esa exquisita caligrafía alienígena decidió comenzar a coleccionar las traducciones de la obra de José Hernández (1834-1886). Reunió cuarenta. Ninguna tan rara, inspiradora y a la vez familiar como el varkulets.

Zagorski también intercambió alguna correspondencia con el doctor Oscar Galíndez, un joven abogado cordobés que presidía el Círculo Argentino de Investigaciones Ufológicas (C.A.D.I.U.). En los setenta, Zagorski le envió un manuscrito de doscientas once páginas. En los primorosos caracteres del varkulets, impresos en carbónico azul y semejantes a trazos arábigos, el contactado exhumó su vida en el satélite de Júpiter. En 1974, Galíndez publicó un estudio lingüístico donde develó que tanto la fonética como la sintaxis del varkulets eran una mera trasposición del castellano. El lenguaje de Ganímedes no tenía identidad propia: era una creación consciente inspirada en el español. “No hay ninguna fundamentación científica –escribió Galíndez– para sostener su procedencia extraterrestre”.

Aquel artículo, que recordó el papel de la ciencia ante las afirmaciones sensacionales, también diseminó la idea de que la lengua extraterrestre de Zagorski fue una superchería que no tuvo otro escenario que la mente del contactado.

Pero estas historias no terminan con hallazgos fascinantes como el de Galíndez, según el cual la gramática de Ganímedes es idéntica al castellano. Para mí, la fantástica obstinación de Zagorski por revelar al mundo su experiencia, y deslumbrar con una obra a la que dedicó considerable tiempo y energía, tiene el mismo valor histórico que la del científico que se ocupó de refutarla.

La increíble saga vivida por el traductor, el sacerdote y el coleccionista es parte del primer capítulo de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Editorial Sudamericana, 2009), un libro dedicado a indagar cuánto hay de humano en la experiencia extraterrestre y cuánto hay de extraterrestre en la cultura humana.

RAROS IDIOMAS NUEVOS. La creación de jeringonzas artificiales no siempre ha sido una afición ocultista. También ha buscado soluciones prácticas. El volapük, creado por el clérigo bávaro Johann Martin Schleyer (1831-1912), y el esperanto, iniciativa de otro polaco, el médico L. L. Zamenhof (1859-1917), pretendieron facilitar la comunicación entre diferentes culturas. Las dos lenguas fueron acusadas de “fomentar la conspiración sionista” por el nazismo. La primera casi ha muerto; la segunda sobrevive; en Brasil, curiosamente, es activamente promovida por el movimiento espiritista. Otras lenguas persiguieron fines artísticos. Xul-Solar (1887-1963) creó la panlengua y el neocriollo, J.R.R. Tolkien (1892-1973) jugó con el idioma élfico en El Señor de los Anillos (1954-55), Oliverio Girondo (1891-1967) creó su propio argot en En la masmédula (1956) y Charly García compuso Eiti Leda (luego Serú Girán, 1978). En una línea parecida, es irresistible mencionar a la lengua alienígena más popular del universo de Star Trek (Viaje a las Estrellas, Gene Roddenberry, 1966). Millares de fans de la serie adoptaron el klingon como segunda lengua. Sin embargo, nadie acusaría a los trekkies de tener sus facultades mentales alteradas: usan el idioma por hobby, devoción o para conversar con fans que comparten el mismo compromiso con la serie. La compañía de Roddenberry concretó proyectos heroicos.

En 1985, el lingüista Marc Okrand, creador del idioma klingon, escribió El Diccionario Klingon. En el 2000, el Instituto del Lenguaje Klingon, dedicado a su estudio y enseñanza, tradujo Hamlet, de William Shakespeare (1564-1616), al idioma oficial de Qo’noS, el planeta natal del teniente Worf. El kligonés es limitado: si alguien quiere hablar de otra cosa fuera de batallas galácticas, le faltarán palabras. Pero ya alcanzó la misma difusión que el esperanto. Sitios web como Google lo ofrecen como una lengua más. También sufrió equívocos que no tienen nada que envidiarle a mitologías espontáneas. En el 2003, la agencia Associated Press informó que funcionarios del condado de Multnomah, Oregon, buscaban intérpretes de klingon para un hospital psiquiátrico local. “Tenemos que dar información en todos los idiomas que hablan nuestros pacientes”, decía el cable. David Samuels, doctor en antropología de la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos, consideró que creerse un klingon no era imposible, especialmente si un fan de la serie sufría un brote psicótico. Samuels dio la versión por buena sin notar que la noticia era falsa. Pero la parodia fue tan sutil que desató una leyenda urbana.

¿Qué depara a los argentinos que esperan soluciones del cielo? Quién sabe. Pero una pléyade de contactados, ufólogos y profetas extraterrestres jura tener la respuesta.

Resumido y adaptado del primer capítulo de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Sudamericana, 2009)

Bibliografía consultada

Galíndez, Oscar A. «Criptoanalisis del varkulets», en revista OVNIS, Un Desafío a la Ciencia (1974), Nº 1, CADIU, Córdoba, pgs. 22/25.

Samuels, David; “Alien Tongues” (2005), en E.T. Culture: Anthropology in Outerspaces (Debbora Battaglia comp.) Durham, N.C.: Duke University Press. Pp.116.

Finkelstein, Seth. ‘Klingon Language’ Interpreter Urban Legend (2003).

(c) Alejandro Agostinelli. Publicado en revista Noticias Nº 1694, 13-06-09. Descargar nota original de aquí). Detalle sobre el dibujo del genial Fedhar que ilustra esta nota: el artista tradujo el texto («Martín Fierro») al varkulets. Resumen del Capítulo I de Invasores.

Enlaces

Comentario de Oscar A. Galíndez sobre Invasores.

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Todavía seguía contentísimo por el recibimiento en Mendoza de Invasores. Varias entrevistas televisivas y radiales, la portada del suplemento espectáculos del diario Los Andes para una excelente nota de la colega Mariana Guzzante (ya traducida al inglés por Scott Corrales) y otra entrevista de Fernando Toledo en el Diario Uno. Pero, sobre todo, estaba feliz por celebrar el reencuentro con viejos y nuevos amigos: mis anfitriones de la Revista PPP (Pablito Lozano, Romina Cuqui, Beto Sabattini y Daniel Postizzi), el pastor-científico Fernando Saraví, mi madrina de la vida, Susana Tampieri, el amigazo Miguel Títiro y su esposa Ana, y el músico Rodo Castagnolo, la mejor herencia que recibí en vida de Nacho Cabria. Todos ellos, el domingo 31, estuvieron en la cantina Los Dos Amigos para escuchar la historia de Juan Carlos Peccinetti y Fernando Villegas, entre otras del libro. Los empleados del Casino de Mendoza, protagonistas de Mensaje de Ganímedes, sexto capítulo de Invasores, al final no vinieron. Me dieron razones atendibles. “Otra vez será”, dijo Peccinetti, quien acusó enfermedad. Villegas tenía mal a su mujer. Tras leer las entrevistas del domingo, me llamó para agradecer y acotó: “Eppur si muove”. Tampoco dio señales de vida Victorio Corradi, ufólogo oficial de la tierra del sol y del buen ovni. Sí vino el principal investigador del caso, el vicecomodoro retirado Luis Cunietti. El militar, cuando era teniente de la Fuerza Aérea Argentina, realizó una completa pesquisa a pedido de la Junta de Seguridad Aérea. Tras refrescar las conclusiones a las que llegó en su época, se perdió en recuerdos más bien humorísticos sobre sus persecuciones aéreas a unos enanitos verdes, como apoda la cultura menduca a los marcianos, cualquiera sea su raza o linaje. Un público participativo y atento coronó esa formidable noche.

FINAL DE UNA HISTORIA DE AMOR EXTRATERRESTRE
Pero la alegría es un don efímero. No bien pisé Buenos Aires recibí el llamado de Liliana Murga, hija de Martha Green, protagonista de Corazón partío, el capítulo que cierra mi libro sobre extraterrestres en la Argentina. Por si no leíste Invasores, esa mujer preciosa que ves en la foto me reveló que sus encuentros clandestinos con Enis, un científico procedente del planeta Ozonis, comenzaron cuando ella tenía treinta y tres años. En 1956, Martha seguía casada con Miguel Angel Murga, un militar peronista cuya carrera truncó la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu. Enis llevó a Martha a Ozonis y la invitó a quedarse.  Declinó la oferta: amaba demasiado a su marido y a su hija Liliana, de apenas un año. Tras su primer y único parto, una enfermedad congénita le impidió traer más hijos al mundo. A éste. Porque Martha concibió dos hijos más en el otro. Ella nunca consideró que su relación con el alienígena fuera un caso de infidelidad. “Eso sucedía en otro plano, en otra dimensión”, se justificó. Cuando confesó su verdad a Miguel Angel, su esposo, él no le reprochó nada. Al contrario, la mimó más, se interesó en sus manuscritos y le ayudó a registrarlos. El destino le iba a reservar otras adhesiones, como la de su segundo marido en la Tierra, la de su propia hija y tal vez la de los lectores de Ozonis, en algún lugar del Universo (Ediciones Silzú, 1998), único libro publicado de los dos que le dedicó a su experiencia, que ya se ha traducido al italiano y se conoce hasta en el Japón.
Guardé el relato del secreto romance entre Martha y Enis para el final de Invasores porque quise premiar al lector que entendió que valía la pena avanzar: es la historia más fantástica del libro. Tan fantástica que Martha conocía mejor que nadie sus efectos. “Creer en una cosa así es muy difícil”, me dijo, mientras sus ojitos verdes entraban en órbita rápida y yo estudiaba sus huesitos delgados, arrumbados en el sillón del geriátrico. Sin embargo, no hay incredulidad que impida disfrutar de su historia, que es la historia de la lucha solitaria de una mujer por volver creíble lo increíble.
Liliana, su hija, me había llamado para darme la noticia de su partida. Martha Green, seudónimo de Marta Rodríguez, autora de la más sorprendente autobiografía de una mujer sobre su relación con un extraterrestre, había fallecido el martes 2 de junio, a las 8 AM.
Liliana me contó que le llegó a leer el capítulo de mi libro. Martha le pidió que lo hiciera varias veces, como si quisiera asegurarse de la precisión de mi versión de su vida. Sí, lloré. Claro que lloré. También porque supe que ya no iba a volver a escuchar las historias de esta abuela dulce y hermosa. Por su hija supe que la vida de Martha tuvo momentos dolorosos. Pero sus experiencias -con las que nunca pretendió lucrar- le otorgaron una dimensión diferente. Sus viajes -hayan sido al espacio exterior o interior- fueron un escalón empinado y transgresor en su singular búsqueda de la felicidad.

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El próximo domingo 31 de mayo a las 20 horas, presento en la ciudad de Mendoza mi libro Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina en el bar Los Dos Amigos (Santa Fe e Ituzaingó), auspiciado por la Revista PPP y Andesmar.

Me van a acompañar los periodistas Pablo Lozano (Revista PPP) y Miguel Títiro (Diario Los Andes) y, si se anima, uno de los protagonistas del supuesto encuentro de dos empleados del Casino con cinco humanoides en Mendoza, la madrugada del 31 de agosto de 1968. «Mensaje de Ganímedes», a mi juicio uno de los capítulos más jugosos de Invasores, es la historia que mencioné en la presentación del libro en Buenos Aires.

Más info aquí.

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Una de las ideas falsas que circulan sobre el cáncer es su incurabilidad. Hoy, la mitad de los enfermos oncológicos tienen cura. Y entre los que no, un importante porcentaje de ellos –si reciben a tiempo el tratamiento adecuado– pueden disfrutar de una buena calidad de vida.
Los éxitos de la medicina no impiden la abundacia de ofertas mágicas. Algunas son eficaces muletas mentales: no son caras, no dañan y pueden mejorar el ánimo del enfermo mientras descansa de la terapia. Otras ni siquiera eso: hacen perder tiempo, dinero y, a veces, causan daños directos. El más grave: suspender o postergar tratamientos de eficacia comprobada. Para el paciente o el familiar cercano es difícil sustraerse de las propuestas milagrosas que hacen con la mejor voluntad familiares, amigos o conocidos. Nunca falta el que recomienda alguna medicina alternativa o complementaria “inocua” que sanó o mejoró el estado de alguien. Estos consejos suelen ser acompañados por testimonios o anécdotas impactantes. Algunos aceptan hacer la prueba: “Total, peor es nada”. A veces eso es cierto. Las “opciones inocuas serias” pueden ayudar, como compensador psicológico, cuando el propio oncólogo suspendió el tratamiento: en ocasiones, sobre todo cuando la enfermedad ha avanzado, la quimioterapia puede ser más agresiva que la enfermedad. Un paliativo que ilusiona sin dañar no necesariamente está mal, puede contribuir a seguir tirando y completar un estado de bienestar. Pero atención: en esos momentos también es habitual entregarse a la impotencia y la desesperación. Lo cual conduce a tomar las decisiones equivocadas.
Ya le había dedicado una entrada anterior al “libro gordo del cáncer”, en realidad una obra en dos tomos titulada Introducción a la Oncología Clínica. Esta compilación a cargo de Adrián Huñiz, Daniel E. Alonso y Daniel E. Gómez (Ed. Universidad Nacional de Quilmes, 2009), es de esas joyas a precios duros de alcanzar pero de lectura indispensable para personas comprometidas con el tema. Desde que el segundo tomo se publicó, pedí permiso a los responsables de la editorial de la UNQ para difundir el artículo que escribí con el oncólogo Alejandro Turek, Terapias Alternativas en el Paciente con Cáncer (pp. 865-879).
La UNQ estuvo de acuerdo en la utilidad de que esta información circule ampliamente y me autorizó su publicación, lo cual hago ya mismo en Magia Crítica. ¡Muchas gracias!
Casi todos tenemos amigos o familiares con cáncer. Tenemos que estar unidos para vencer a esta enfermedad y sus secuelas. Las abundantes ofertas de medicinas no probadas, el fraude y el abuso de la credulidad no son temas menores en este contexto.
El capítulo íntegro en pdf se puede descagar desde aquí.

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El martes 5 de mayo, en La Venganza Será Terrible, Alejandro Dolina dedicó un rato de su programa a conversar con Patricio Barton y Gillespi sobre Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina.
Dolina: No pueden ser reales porque no hay extraterrestres, señor.
– …escrito por Alejandro Agostinelli…
Dolina: Ah, sí; entonces, sí.
– Es el libro de editorial Sudamericana: «Invasores». ¡Está el obelisco! Y aquí hay un platillo volador que está, circunscripto… Hay gente ahí, cruzando la 9 de Julio.
-Son de verdad.
Dolina: Y nadie lo vio. Hay un plato volador ahí que nos puede reventar como en La Guerra de los Mundos.
-Y todos como si nada.
Dolina: Como si nada. Esta indiferencia nos va a matar. Porque el día de mañana nos van a invadir los marcianos y otros seres extraterrestres y van a terminar con nosotros sin que terminemos de creerlo. Vamos a estar en plena polémica, a ver si creemos o no creemos, mientras los tipos nos están aniquilando.
-Ahora, siempre los platos voladores van a lugares emblemáticos; por ejemplo: aquí, el obelisco; en Francia la torre Eiffel… siempre aparecen así.
Dolina: Si fuera invasor haría lo mismo, ¿a dónde quieren que vayan? Si aterrizaran en Baigorrita tardaríamos diez años en darnos cuenta de que nos están invadiendo.
-Y ellos saben. Son seres superiores que conocen los lugares emblemáticos.
Dolina: No hace falta ser superior, cualquiera lo sabe. En realidad, las personas que veo a veces en el obelisco haciéndose notar no parecen denotar una enorme superioridad.

Gracias a Max Seifert y a Ale Borgo por el enlace.

Descargar audio del fragmento del programa La Venganza será Terrible.

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Tengo un lector de otro mundo fascinado con Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina, el libro que presento el jueves 7 de mayo a las 19,30 hs. en Palermo. Mi amigo alienígena no asistirá. No viene, y no es por timidez. Él ahora vive en México. Hace años se estableció allí en busca de aires más gentiles, menos tóxicos. Mi amigo exoplanetario descubrió en Monterrey plazas libres de la amenaza de la gripe argentina. Luego plantó su telescopio para mostrar el cielo a los paseantes por unos billetes. De algo hay que vivir. Y él vive de hablar de las estrellas.

CONFESIÓN. El tipo que en la televisión de Argentina, Chile, México, y en toda la web se hizo conocido como Comandante Clomro, me quiere. Tanto que subió a Youtube el collage audiovisual que -no sin cierto pudor- publico acá abajo.

El extraterrestre en cuestión tiene otras razones para estar contento. Vivió enmascarado por años y, para Invasores, me reveló la secreta historia de su comandancia. Sin macanas. Sin vueltas. Sin pasamontañas. Este forajido tierno como turrón italiano adorna el panteón de criaturas entrañables que entrevisté para mi libro. Donde también hay espiritistas exitosos, ufólogos que descubren lo que buscan, amantes de seres del espacio, visionarios perseguidos por la Iglesia, héroes telúricos a quienes se les impregnaron superpoderes alienígenas y espíritus cósmicos inquietos pero felices en sus encarnaduras terrestres.

Se supone que -para atraer la voluntad del lector- debería decir que acopié sus testimonios para hacer reaccionar a un mundo incrédulo. Que tropecé con verdades espeluznantes que pujaban por emerger. Que el libro es un llamado al despertar de la Humanidad. Que ahora sé por qué el Hombre asciende a otro nivel de consciencia. Pero mis ilusiones son otras. Para empezar, son infinitamente modestas. En Invasores quise reconstruir la biografía de testigos, contactados y abducidos para conocer mejor a la Tierra. Quise descubrir a su gente. Quise reflejar qué vivieron para hacer lo que hicieron, por qué llegaron a ser lo que son y qué vida vivió esta pléyade de terráqueos que jura haber sido guiada por inteligencias del cosmos. Ese fue mi horizonte. Eché demasiadas raíces en este planeta como para pretender zambullirme en los misterios del espacio exterior. Hay viajes más cortos y sin embargo, tanto más reveladores. El espacio interior tiene sus honduras. Teleportaciones instantáneas como la de Catherine Fulop -protagonista de otra insólita ramificación del film Che Ovni (Uset, 1968)- son un ejemplo revelador. La venezolana vivió su experiencia con alegría tanto cuando se sintió abducida por extraterrestres como cuando supo que había sido engañada. Catherine nunca dejó de disfrutar.

HAY UN ET EN MI VIDA. Lo digo ya mismo: el Comandante Clomro es único. No hay dos. Él lo sabe. Antes de arrepentirse otra vez, el enmascarado se confiesa. Así, me contó por qué reescribió su vida. Por qué, en ese trance, inventó un género: el de la historieta viva. Y me explicó el sentido de su misión. A veces, alcanzar su objetivo fue imposible. O frustrante. Y el tema fue la soledad. Otras veces cabalgó iniciativas fascinantes y hasta glamorosas. Porque Clomro fue el Zorro en un mundo lleno de Diegos de la Vega. Aunque esa dualidad -para él- no supone ninguna contradicción: el burgués que luchaba por los desposeídos es un «complemento inteligente de los extremos» en un mundo más bien lleno de gente que no es ni el Zorro ni Diego de la Vega. También protagonizó epopeyas, como la de desafiar al mismísimo comandante Ashtar Sheran, o trabajar para construir otro mundo en la Tierra.
Conocí a Clomro años antes de que se presentara en Frente a Frente, un talk-show conducido por Alejandro Rial que produje en el canal América allá por 1997. Fue entonces cuando anunció ante la incredulidad universal que su cuerpo había sido ocupado por un ser de otro planeta. Pero cuando nos conocimos él acababa de salir del Lineamiento Universal Superior (L.U.S.), uno de esos grupos extravagantes que -para asustar al profano- llamamos sectas. Harto de vivir en la gama del gris, Clomro dio a su vida un giro copernicano. Y volcó. Primero, apartándose del Lado Oscuro. Después, mudándose a la colorida cultura azteca. Mientras en la Argentina sus apariciones eran premiadas por su condición de fetiche bizarro, las fuerzas de la cibercultura lo ungieron Primer Trashumante Galáctico. Y el loser devino ganador.
Clomro me tiene algo idealizado. Me cree ángel y demonio, colega alienígena y encarnación argentina de David Vicent. Clomro -en rigor, el hombre detrás de la capucha- parece no darse cuenta que yo he dejado de perseguir a los invasores. Nadie persigue a lo que ama, y yo amo a los invasores.


Mi libro no advierte sobre el avance de las tropas del espacio ni agita temores sobre el advenimiento de una pavorosa religión estelar. Es más, no alerta sobre peligro alguno. El título ironiza sobre la mala prensa que tienen ciertas razas alienígenas agazapadas en los zaguanes de la cultura popular. Los extraterrestres y sus aliados, los que rescata Invasores, son de otra madera. Se parecen más a los cartoneros, a los piqueteros o a los predicadores de plaza Miserere que a los charlatanes pitucos, o a los famosos embajadores cósmicos que exudan de lejos su mala entraña. Los míos son buena gente. Comulgan con una religión sin oropeles. Ocupan espacios sociales marginales, pero a los que llenan de sentido. Descifrar el significado de sus actividades en la Tierra es tarea que no me compete a mí solamente, por eso me gustaría que el libro tuviera lectores. Y si son comunicativos, tanto mejor.
DESACRALIZAR SOMBRAS “Si ellos, los extraterrestres, planean visitarnos, o bien en son de paz, o bien para invadirnos, este libro puede resultarles muy útil para conocernos”, escribió Daniel Riera, autor de uno de los dos prólogos del libro. Nunca le agradeceré lo suficiente a Dany porque explica el sentido de Invasores mejor que yo mismo. Mi necesidad por la bendición del maestro me llevó a pedir unas líneas a Pablo Capanna, insigne filósofo de la ciencia y teórico de la ciencia ficción. Escribió otro texto –Ward y los Kandinski– que se convirtió en el segundo prólogo del libro.
Para mí, las vírgenes o los cristos de yeso que lloran sangre enseñan más sobre la condición humana que el misticismo de cartón pintado de las catedrales. De igual modo, un paisano que cuenta con cara de susto que un plato volador le robó el teléfono móvil, o el ufólogo que usó varillas de radiestesia para encontrarlo, dicen más sobre lo que representan los extraterrestres en la vida cotidiana que lo que puedan contar los exoantropólogos del Proyecto SETI.
Todos nos podemos asustar de una sombra. Incluso cuando ignoramos que la sombra es proyectada por un maniquí, la sensación de desamparo es la misma. Entre esas fronteras difíciles de discernir -dentro de esa nebulosa ambigüa- suceden los fenómenos más perturbadores que denuncia Invasores. Si alguien conoce otros ejemplos, me encantaría escucharlos. Quién sabe, a lo mejor continuará…

Blog de Invasores-ellibro

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Ya pasaron tres años desde que decidí irme de Editorial Perfil. Allí, en el edificio de Chacabuco y Diagonal Sur, custodiado por la mirada severa y olvidada de José Luis Cabezas, había pasado diez años de mi vida. También pasaron otras cosas. Amores de pasillo, amigos entrañables, hastíos inimaginables. El lector disculpará que confíe ciertas desdichas, sólo ruego considerar que pasé diez años ahí metido. En Perfil fui secretario de redacción de la revista Descubrir, edité los coleccionables de Noticias, cubrí las Asambleas Populares para El Cacerolazo de Andrés Cascioli y lanzamos al mercado la revista masculina Hombre (juro que al principio era menos chancha).
El último lanzamiento fue NEO. Hacer una publicación atractiva sobre ciencia y tecnología fue todo un desafío. Alejandra Folgarait, Fernanda Mel, Sebastián Catalano, Verónica Engler, Nilda Martínez, Victoria Arias y más de veinte colaboradores fueron parte de aquella aventura memorable.
Concluido el ciclo en Perfil, me dije: “Bué, ahora tengo que terminar alguno de los libros que tengo empezados.” Por eso, cuando nos juntamos con Pablo Avelluto, gerente de Editorial Sudamericana, llevé cuatro carpetas. Ninguna de ellas era Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina, título de mi primer libro, que sale el 1º de Mayo.

ETNOGRAFÍA FREAK. La consigna de Avelluto fue clara: “Quiero que escribas diez historias increíbles sobre ovnis”. Yo había ido con otras ideas. Quería completar mis apuntes sobre gurúes de cultos exóticos, una guía para orientar al consumidor de falsas ciencias o pulir mi bitácora de encuentros con freaks. No quería saber nada con los ovnis. Tenía unas cuantas perlas cultivadas, pero ya le había dedicado demasiados años al asunto. Quería mirar hacia otro lado. “Con todo lo que escribiste sobre el tema alcanza, revisalo y rearmalo”, me dijo el editor.

“Revisalo y rearmalo”. Decir eso es fácil. Otra hacerlo. Para mí, era empezar de cero. Y así empezó el libro, casi como una misión. A mitad de camino entre la arqueología y la cruzada apostólica. Tenía que reinvestigar las mejores historias. Deshojar recortes de diarios amarillos, quebradizos. Hamacarme en archivos ajenos y lejanos. Buscar gente que no sabía si vivía. Llamar a Dios y María Santísima.

La obra requería hacer, por lo menos, cincuenta entrevistas. Flor de laburo. Varias veces estuve por desertar. Gracias a la nostalgia, que con la curiosidad son las únicas consejeras internas que te empujan hacia el futuro, me entusiasmé; junté coraje y me embarqué en una investigación frenética. Empecé a revisar carpetas viejas, a llamar a la gente, a viajar. Pero como en realidad nadie me corría, entré en cada historia despacito, yendo no por autopista sino por colectora. Viajar, conversar y explorar los recodos maravillosos de los seres humanos fue también redescubrir el placer de la crónica. Andar por sus lugares le da gustito y color a sus vidas. Al cabo de un año y medio tuve catorce historias inéditas. Me costó seleccionar diez y quedaron once. Todas me atraparon por igual. ¿Por qué? No elegí ninguna que no mereciera una película. Ese fue el lema que perseguí durante el proceso extravagante, obsesivo y delicioso cuyo resultado estará en pocos días en las librerías.

OVNI AL PASADO. Cuando en 2008 regresé a Victoria, Entre Ríos, todo había cambiado. En 1991, cubrí la historia para la revista Conocer y Saber (luego Conozca Más). Por entonces los ovnis estaban vivos. Dieciséis años después había un Museo, el Museo Ovni de Victoria, y una mujer, Silvia Pérez Simondini. Ella y su adorada hija, Andrea, me llevaron al cerro La Matanza a ver entre las estrellas luces a las que llamaron ovnis y las vi, pero juro que fue más esclarecedor notar que la vida de Silvia merecía un capítulo íntegro.
Otras dos vidas, la de dos hermanos espiritistas, Jorge y Napy Duclout, se fundían con los orígenes del culto extraterrestre en la Argentina. El único familiar vivo residía en una casucha al pie de la Cordillera de los Andes, en Santiago de Chile y fui, acompañado por el periodista Diego Zúñiga.

Pablo Kittl Duclout, físico-matemático de la Universidad de Chile, me abrió los ojos al fascinante destino de sus tíos, protagonistas del primer avistaje anunciado de un plato volador desde la azotea del edificio Kavanagh, en 1954. Estos seres venían de Ganímedes, la mayor luna de Júpiter. Dos años antes un espíritu les reveló la existencia de una tecnología superior. Tan extraordinarias fueron aquellas revelaciones que inspiraron a Napy para que filmara la primera película argentina en 3D, “Buenos Aires en relieve” (1954).
Una vieja fijación por el caso Vidal, la aventura del matrimonio teleportado desde Chascomús a México, me absorbió durante meses. Horas de charla con Anibal Uset, director de Che Ovni, el primer cineasta argentino que viajó por el mundo para rodar una comedia basada en lo que se rumoreaba sobre los extraterrestres en los años sesenta, y otras tantas con Martín Rappallini, por entonces un joven escribano acusado de silenciar la verdad sobre la legendaria abducción matrimonial, justificaron otro capítulo. El Muñeco Mateyko, Pipo Mancera, Javier Portales, Cuchuflito, Jorge Sobral, Marcela López Rey, Erika Wallner y Perla Caron fueron las estrellas de la versión cinematográfica de la historia. ¿Una reliquia? Y, sí. La odisea olió a rancio hasta cuando supe que Catherine Fulop, en los noventa, había protagonizado una curiosa remake. En España ella también había sido convencida de haber sido teleportada por extraterrestres.

LO MEJOR YA FUE. Viajé a Mendoza y Mar del Plata para reencontrarme con Villegas y Peccinetti, los empleados del Casino que una madrugada de 1968 no llegaron a casa porque fueron interceptados por cinco humanoides y su nave. Otra historia fabulosa. Porque, en el paso a paso, me hizo sufrir, me hizo reír y también me quise morir. Las visiones del chupacabras y la oleada de mutilaciones de ganado secuestraron mi atención en Santa Rosa, La Pampa, y ya que estaba reconstruí la saga del chacarero a quien un ovni le chupó el celular. También me sumergí en la epopeya de don Francisco García, el “marciano por parte de madre” que en 1973 anunció el descenso de 50 naves (50, ni 49 ni 51) sobre la Laguna de Chascomús. Mis nebulosos recuerdos de la entrevista que le hicieron en Teleshow me eyectaron a Chascomús, adónde fui a verificar si en el Club de Pescadores seguía el balcón desde donde quisieron tirar al gurú cuando las naves no aparecieron, y volví sobre la pista de Normando Anuar Busefi, compañero de profecías de García y ahora exiliado en la habitación de un hospicio, convertida en Cuartel General del Universo.

Anduve por los parajes donde un vagabundo galáctico se encapuchó para decir que él -el afamado Comandante Clomro– es la encarnación de un ser de otro mundo. Una noticia: aunque no lo busqué ni lo esperaba, me reveló un secreto y su identidad, hasta ayer inexpugnable. También visité el geriátrico donde se hospeda Martha Green, una anciana hermosa que en los cincuenta fue arrebatada de la Tierra por Enis, su amante de otra dimensión, mientras su esposo -un militar peronista- era acosado por la dictadura de Aramburu.

Qué quieren que les diga: vivir, investigar y escribir las historias que son parte de Invasores fue una de las cosas más entretenidas que hice en mi vida. También fue una experiencia reveladora. Escribir es investigar, pensar, atar cabos, descubrir. Ahora parece que el libro tendrá lectores. Para ellos leerlo será… ¿Qué será? ¿Qué sucederá? Ni idea, ese es otro misterio pendiente. Pero prometo que no me va a importar, y no me va a importar porque lo mejor ya pasó. Lo mejor fue hacer Invasores y ahora poder pensar en las invasiones que siguen.

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– ¿Has visto la bomba atómica?

– Durante un minuto entero, Basie. Una luz blanca, más fuerte que el sol, cubrió Shangai. Supongo que Dios quería ver todo.

El imperio del sol (1984)

En qué creo (1984)

«Creo en el poder de la imaginación para rehacer el mundo, liberar la verdad que hay en nosotros, alejar la noche, trascender la muerte, encantar las autopistas, congraciarnos con los pájaros y asegurarnos los secretos de los locos.

«Creo en mis propias obsesiones, en la belleza de un choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de una playa de vacaciones desierta, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados.»

¿Por dónde se va al espacio interior? (1962)

«Los desarrollos más importantes del futuro cercano tendrán lugar no en la Luna o Marte, sino en la Tierra; y es su espacio interior, no exterior, el que debe ser explorado. El único planeta verdaderamente alienígena es la Tierra. En el pasado, el sesgo científico que tomaba la ciencia ficción se relacionaba con las ciencias físicas -cohetes, electrónica y cibernética-; ahora el énfasis debería virar hacia las ciencias biológicas. La exactitud, último refugio de lo no imaginativo, importa un comino. Lo que necesitamos no son datos científicos sino más ciencia ficción, y la introducción de los llamados datos científicos es sólo un intento de vestir el viejo material estilo Buck Rogers con un ropaje más respetable.»

En Guía del usuario para el nuevo milenio. Por JG Ballard (Ediciones Minotauro, 2002)

Enlaces

Murió J.G. Ballard, maestro de las distopías

Ballardianos

En qué creo (Texto completo).

El profeta del nihilismo global. Por Pablo Capanna

Algunos de sus libros (Descargas)

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Hace tres años tenía más tiempo que ahora para ocuparme de proyectos por amor al arte y ayudé a mi amigo, el oncólogo Alejandro Turek, a preparar una revisión de la bibliografía disponible sobre las medicinas llamadas alternativas o complementarias que pretenden combatir el cáncer. Aquel trabajo ahora forma parte del segundo tomo de Introducción a la Oncología Clínica, una compilación de Adrián Huñiz, Daniel E. Alonso y Daniel E. Gómez que acaba de publicar la Universidad Nacional de Quilmes. Ambos volúmenes atacan la enfermedad –prevención, diagnóstico, tratamientos- desde el buen saber de los especialistas más destacados del país.
En nuestro capítulo, Terapias Alternativas en el Paciente con Cáncer (pp. 865-879), actualizamos información poco disponible en castellano, diferenciamos aquellos tratamientos pasibles de aceptación de las terapias totalmente inefectivas e intentamos discriminar prácticas que pueden complementar la recuperación (sobre todo psicológica) del paciente oncológico de las potencialmente perjudiciales, sin olvidar que estas últimas son ofrecidas tanto por profesionales de la medicina como por personas sin escrúpulos que afirman «mejorar la calidad de vida» o directamente proponen una terapia curativa, cuando lo que en realidad hacen es convertir a los enfermos en víctimas de un fraude.
Estoy en gestiones para adelantar un resumen de ese capítulo on-line.

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El mismo día que una mujer californiana tuvo octillizos -y convertía a una familia de seis hijos en otra de catorce- recibí el increíble libro que acaba de publicar mi oftalmólogo, Omar López Mato. La obra se llama Monstruos como nosotros y se ocupa de varios de los más extraordinarios casos de malformaciones congénitas; es decir, su catálogo de rarezas humanas está habitado por criaturas cuyas anomalías suelen desarrollarse en la etapa embrionaria: hombres de tres piernas, mujeres barbudas o con cornamentas, gordos colosales y hermanos literalmente inseparables.
El bestiario de López Mato -médico e historiador- no incluye tribus que mutaron orejas con aros de medio kilo ni neofakires con sus espaldas desflecadas de tanto colgarse de un gancho: no le interesa la monstruosidad voluntaria sino la que vino impuesta por los azares de la genética. “Bromas de la naturaleza”, como las llamaba Aristóteles.
Nacer lejos de los estándares de belleza y normalidad les garantiza a estas personas la curiosidad de los que no tienen rabo, cuernos ni manos de langosta. Sus vidas oscuras y desdichadas tuvieron casi siempre un destino circense. Poco comprendidas por la ciencia, la religión solía explicar estas deformaciones como castigos de Dios.
Desde que me enfrasqué en la lectura del libro de López Mato una idea ronda mi cabeza como una mosca bicéfala. ¿Cómo definir, en el siglo XXI, la calidad de lo monstruoso? ¿Qué atributos determinan el nivel de monstruosidad?
Las familias súbitamente supernumerarias nunca serán parte de los tratados de teratología. Posiblemente porque cuesta considerar monstruosa la multiplicación masiva de los hijos. Traer niños al mundo -se sabe- es una bendición.
Lo que todavía nadie sabe es si la flamante madre de los ocho norteamericanitos (según la abuela, “pequeños y hermosos”) se automedicó o fue cobayo de un médico insensato. Si fue así, pronto oiremos la letanía de reproches de la Santa Madre Iglesia, siempre lista para demonizar los resbalones de la tecnología.
Ocho hijos nacidos de un solo envión en un suburbio de Los Ángeles es noticia, sin duda. No tiene nada de monstruoso. Tampoco tiene nada de monstruoso ser madre de una familia numerosa en Villa 31. Ok, los noticieros no llegan a cubrir las vidas de pesadilla en las infinitas villas del conurbano. Pero son regiones a las que sí llega la palabra de Dios, donde el uso de preservativos o de cualquier método anticonceptivo es severamente condenado; pese a que usar forro es el arma más eficaz para conjurar la endiablada superpoblación, las enfermedades de transmisión sexual, los embarazos indeseados y la muerte de miles de mujeres víctimas de abortos realizados en condiciones sanitarias deplorables.
“La mejor estrategia del Diablo es hacer creer que no existe”, recordó hace poco Gabriele Amorth, el exorcista del Vaticano, cuando le atribuyó a Satanás la crisis económica mundial. Yo no sé en quién piensa Amorth cuando imagina un diablo ocupado en cada pequeña tragedia que configura la bancarrota de un sistema.
Sí sabemos, en cambio, que existen el SIDA, las villas superpobladas de niños hambrientos y abortos peligrosos y evitables. También sabemos que existen los sacerdotes que forman parte de un coro ¿negligente? ¿irresponsable? ¿criminal? No sé cuál con cuál adjetivo quedarme. Tal vez porque correspondan los tres.
De todos modos, gracias al excelente libro de López Mato, que me desvió un rato de temas menores, siento que cada vez estoy más cerca de definir la calidad de lo monstruoso en el siglo XXI. De saber cuáles son los atributos que determinan el nivel de monstruosidad.

Enlaces
Monstruos como nosotros. Por Omar López Mato
Mala praxis o automedicación: las causas posibles del nacimiento de los octillizos. Por Martin De Ambrosio
La crisi economica mondiale? Colpa di Satana.

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