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Archive for enero 2009

La credibilidad de Christian Sanz -director del sitio web Tribuna de Periodistas– se acerca al cero absoluto. Hace algunos años, para zafar de una acusación de plagio, falsificó un fax. El montaje fue tan torpe que permitió a quienes lo denunciamos crear una didáctica explicación sobre cómo desmontar una falsificación. El mérito no fue nuestro sino del falsificador: Sanz fue suficientemente tonto como para diseminar pistas por doquier. Bien, en estos días, con el apoyo de Diario Perfil, Sanz renació como especialista en montajes fotográficos. ¿No me cree? Pues créalo, de hecho ya se lo creyó el editor de Perfil.com, quien -sin ninguna evidencia- le dio aire a la versión de Sanz, según la cual el encuentro entre Fidel Castro y Cristina Fernández de Kirchner no se produjo ya que la fotografía que circula de ellos juntos «está trucada».

A Sanz se le antojó que el rostro de Castro estaba “puesto” en el cuerpo de otro hombre sin el veredicto de especialistas en imágenes con nombre y apellido, sin argumentos lógicos y con profusión de preguntas pretendidamente suspicaces colmadas de prejuicios, ninguna de ellas basada en indicios racionales.

Sanz no es una fuente creíble y todo hubiera podido terminar ahí. Pero Diario Perfil compró sin chistar el dislate. Deben pensar que la oposición periodística se ha ganado el derecho a tirarle al gobierno con lo que sea, no importa si es guano generado por Tribuna de periodistas, una máquina de producir alucinaciones conspiranoicas, o una fuente responsable.

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Christian Sanz

Infografía que disecciona la falsificación de Sanz.

Encuentro Cristina-Fidel ¿un gran invento oficial?

Desconfían de la veracidad de la foto Cristina-Fidel

Gracias a Max Seifert y Daniel Riera por los enlaces.

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El color de la piel de Barack Hussein Obama me resultaría interesante si fuera verde. Eso no es todo: la negritud presidencial me importa menos desde que le oí decir a un locutor de TN que Michelle Obama es la primera dama “de color” (¿negro?) que tuvo los Estados Unidos; encima, lo dijo para mentar su centelleante vestido de seda verde musgo.

Me interesa poco el color de su piel -decía- porque no es verde. Sin embargo, algunos afirman que Obama es el primer presidente extraterrestre en la historia de los Estados Unidos. Yo sé que las cosas no son ciertas o falsas porque las diga una autoridad, pero admito que me atrae más conocer la opinión de Henry Jenkins, director del Programa de Estudios Comparativos de los Medios del M.I.T., que la de Mauro Viale.

VULCANO COMO SU PADRE. Jenkins creyó percibir en Obama un aire al Señor Spock. No sólo porque Spock es vulcano por parte de padre y humano por parte de madre, así como Obama es hijo de padre africano y madre yanqui. El ensayista destaca que la serie original de Star Trek (1966) “celebró ideales que animó a toda una generación a imaginar una sociedad más utópica”, integrando a culturas y razas en una comunidad multiplanetaria.

Con la pátina de exotismo que le da su origen hawaiano, el carisma de este abogado egresado en Harvard preocupó a Juan Carlos Castillón, un intelectual cubano exiliado en Barcelona. Antes de que se clausurase Guantánamo, que lo debió poner muy contento, Castillón escribió: “El primer recurso del mesianismo consiste en separar al político, y en hacernos creer que se trata de alguien no ordinario. De ahí al Iluminado, al ungido por Dios, sólo hay un paso”. ¡Peligro! Obama tiene los gestos de un profeta laico. Esos argumentos a lo mejor le caben al pastor Jesse Jackson, a Louis Farrakhan, Ministro Supremo de Nación del Islam o al mismísimo hijo de Bush, coautor del primer genocidio preventivo en nombre de Dios del siglo XXI.

Obama tiene ángel, pero no parece dar el perfil de líder religioso. Encarna, más bien, el estereotipo del héroe extraterrestre.

En Star Trek: La ira of Khan (1982), los fans se enojaron cuando el capitán Kirk dijo que Spock había sido la persona “más humana” que había conocido. “¿Se imaginan el escándalo si alguien elogiara a Obama por su blancura?”, se pregunta Jenkins.

No voy a decir lo que pienso de los que encuentran virtuosa la tez de Obama. Pero tampoco quiero ser injusto. Obama no parece ser a Bush lo que fue De la Rúa a Menem, aunque tanto el zapateado como el patilludo fueran repulsivos reptilianos.

 

Barack Obama no es Obi-Wan Kenobi ni Darth Vader. Es el Señor Spock, un pez híbrido que nada en una atmósfera cosmopolita. Como el ambiente que se respiraba en el USS Enterprise, la nave que lanzó al espacio Gene Roddenberry, creador de Star Trek. La serie surgió en tiempos de JFK, aquel presidente tan joven, bonito y bueno que merecía morir. En una línea parecida, un bloguer cristiano afinó la metáfora. Obama -escribió- fue separado al nacer de Tuvok, el vulcano negro que interpreta Tim Russ en Star Trek: Voyager (1995).

Antes del triunfo electoral, la revista Rolling Stone apostó a Obama. Subió al candidato demócrata a tres portadas. Creo que hubiera vendido más ejemplares si le corregían las orejas con photoshop. Naturales son poco vulcanas. Al contrario: en una tapa, RS tituló A New Hope, frase que evoca a la primera película de Star Wars. Sus editores no deben ignorar que son sagas rivales. Pero equivocaron el target.

DISCURSO COSMICO-JUSTICIALISTA. Todavía rebotan los ecos del discurso inagural de Obama, y no faltaron susurros sibilinos para los cuales algún gen peronista debe tener, porque dejó contentos a (casi) todos. El (casi) vale porque hablamos de un presidente que no quiere confraternizar sino “recuperar el liderazgo”. Y que se olvidó del Tercer Mundo y del brutal genocidio perpetrado en Gaza, como denunciaron Robert Fisk y Atilio Borón.

El consuelo cristiano fue que citara cuatro veces a Dios y jurase no una sino dos veces sobre la Biblia. Los musulmanes se habrán tranquilizado cuando en vez de bombardeos prometiera “un nuevo camino basado en el interés y el respeto mutuos”.

Hasta aquí nada del otro mundo.

Obama es un cristiano que se afilió tempranamente en la Trinity Church, la iglesia de la elite negra de Chicago. En una sociedad donde el 90 por ciento de la población reza o siente que Jesús le habla, es previsible que respetara la liturgia consistente en jurar sobre la Biblia, como lo es que despidiera con unas palmaditas sobre la espalda al presidente saliente.

Tampoco fue inesperado -a la luz de su biografía- que le dedicara un generoso párrafo a la diversidad religiosa. El golpe de gracia fue el furgón de cola. Obama dijo: «…sabemos que nuestra herencia multiétnica es una fortaleza, no una debilidad. Somos una nación de cristianos y musulmanes, judíos e hindúes, y de no creyentes». ¡De no creyentes! Este hombre no podía ser de la Tierra. Por primera vez, un presidente yanqui admitía que no gobernará una nación poblada únicamente por creyentes. Lástima que la hasta hoy ignorada minoría arreligiosa carece de alma. Si la tuviera, se le hubiera conmovido. Para más INRI, Obama clamó por restituir la ciencia “a su debido lugar” y a usar “las maravillas de la tecnología para incrementar la calidad de nuestro sistema de salud y reducir su costo”. Verse representados catapultó a ciertos infieles a un fervor cercano al delirio místico. “Esos son los valores del humanismo secular”, celebró D.J. Grothe, portavoz del Center for Inquiry y editor asociado de Free Inquiry, la revista top de los no creyentes. No lo culpo. Angel Moyano me presta una píldora para la memoria: “Los ateos no deberían ser considerados ciudadanos ni patriotas”, dijo Bush padre en 1987.

MIMETIZACIÓN. Hay norteamericanos virtuosos en muchos aspectos. Pero viven en una sociedad ombligocéntrica e intolerante. Todavía no se cumplió un año desde que se sembró la sospecha de que Obama era un “musulmán encubierto”, como si adherir a esa religión fuera denigrante (y de hecho lo es para miles de estadounidenses). La derecha cristiana compraró a Obama con el Anticristo. El rumor corrió con tanta fuerza que Glenn Beck, periodista de CNN, entrevistó a un evangélico conservador para determinar cuán probable era esa versión. El mismo Leonard Nimoy, alter ego del Señor Spock, explicó que durante un encuentro cercano que mantuvo con Obama éste desmintió tanto “ser musulmán como un vulcano secreto”. (Lo de musulmán vaya y pase, pero ningún vulcano infiltrado confesaría alegremente su origen).

Con todo, al estado de ánimo que lleva a sospechar del que tiene creencias diferentes, y al capitalismo como herramienta de control social, no le importan un cuerno el carisma obamita. Son factores que corren a donde los lleva el viento. Los personajes que secundan a Obama -herencia de un pasado reciente espantoso- recuerdan que el poder real siempre está en otra parte. Obama puede ser más de lo mismo. Sin embargo, su presencia “fascina e inquieta”, como dijo el sociólogo Manuel Castells. “Lo insólito no es el color de su piel. Es la vida de Obama, una vida multicultural en búsqueda de identidad, una larga experimentación personal, lo que hace de él un personaje inusitado en la política mundial”. Fascina e inquieta, dijo. “Por eso -continúa Castells- se nos encogerá el corazón cuando la política se lo trague hasta hacerlo irreconocible”. Lo mismo pasa con los extraterrestres. Existen, pero se mimetizan tan rápido con el entorno que se vuelven invisibles.

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Días atrás me ocupé de los llamados Niños Índigo-Cristal, la doctrina según la cual los pequeños vienen llegando con poderes o comportamientos extraños. Y describo así a esta supuesta nueva generación de niños porque sus partidarios nunca han proporcionado una definición consensuada. Pero como hay chicos que reciben de padres con estas creencias el estigma «índigo» y otros que reciben medicación porque el perfil de estos mismos niños coincide con el diagnóstico TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad), me pareció necesario abrir un debate. Por eso dejé picando tres preguntas. Tomó la posta Carlos Carolus Dominguez, psicólogo de la corriente cognitivo conductual y amigo de la casa.

1 ¿Es la teoría índigo un disparate que posterga el diagnóstico que luego permitirá un tratamiento eficaz?

-Sin ninguna duda. No es seguro que todos los niños sospechados de “índigo” o “cristal” tengan alguna patología. Pudiera ser que ellos solo son peculiares a la mirada de los padres, o que estén desatentos por reacción ambiental. Pero la teoría índigo es una estupidez que se fundamenta en supercherías. En tal sentido, no sólo posterga el diagnóstico (en caso de haber alguna anomalía) sino que predispone a ver «anomalías» donde probablemente no existan.

2 ¿Es acaso un mal menor, un termostato social que sirve de «colchón» para atenuar el impacto de la medicación compulsiva?

-No es un mal menor. Ninguna estafa que involucre a niños lo es. Pensar que vendría a ser un termostato que atenúa la medicación compulsiva sería del agrado de los creadores de la pseudociencia, pero sus intereses son mucho más en el sentido anterior que una “resistencia a la medicalización”. Esa racionalización está muy difundida entre los partidarios de las medicinas alternativas. La medicación compulsiva sólo puede ser atenuada por medicina basada en la evidencia, no por pseudomedicinas o por pseudociencias, ni siquiera aunque -sin pretenderlo- haya menos casos medicalizados. Consituyen el mismo “colchón” que podrían inventar los creyentes en las posesiones diabólicas.

3 ¿Qué modelo propone la psicología científica para tratar los presuntos casos de TDAH?

-En los casos diagnosticados fehacientemente hay un tratamiento farmacológico y conductual. Los llamados “niños índigo” no necesariamente tienen ADHD, hasta se me hace difícil ver una correlación de acuerdo a los síntomas. El tratamiento farmacológico de primera línea es con psicoestimulantes, como la ritalina. Son los estudios científico-clínicos (como la tomografía con emisión de positrones en el seguimiento de pacientes) los que deben dirimir la cuestión de la validez del tratamiento farmacológico, y no campañas mediáticas como la iniciada por la Iglesia de Cienciología en base a creencias acientíficas que reivindican teorías conspiracionistas.

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Yahoo! refuerza la creencia de que una raza de superniños vino a salvar a la Humanidad

Hipótesis. Blog de Carlos Dominguez

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Ya sé: hay noticias más espantosas. Pero hoy conocí el nombre y me enteré de la muerte de Bob May, el actor que se calzaba el disfraz de la mascota metálica de los Robinson en Perdidos en el Espacio. La frase predilecta del robot era «Peligro, Will Robinson». La necrológica que hoy publica The Washington Post recuerda que nunca hizo alarde de su papel -«lo conseguí porque cabía en el traje»-. También, que fumaba tanto que a veces salía humo por las costuras del robot. Dejo caer una lágrima de plutonio por Bob.

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Bob May, página oficial

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Trailer de Crepúsculo (Catherine Hardwicke, 2008).

El estreno de Crepúsculo todavía está fresco y me propuse abordar el asunto. El problema es que no me interesan la pálida frigidez de los cementerios, la sensualidad de los ataúdes ni la precisión de la adaptación fílmica de la primera novela de la trilogía de Stephenie Meyer. Sin embargo, es una buena oportunidad para entrarle a tres temas jugosos: mitologías sanguinolentas, creencias religiosas -y por qué no contagiosas- y vampirismo secular.

Yendo al punto, lo que me interesa es la sangre.

Varias veces citada en la Biblia, se la ha considerado fuente de poder (la sangre en el cáliz de Cristo), se la ha sindicado como materia destinada a expiar pecados (acaso porque transporta la vida, pero también enfermedades) y se la desdeña incluso al precio de salvar vidas: los Testigos de Jehová la tienen contraindicada para transfusiones.
Su ausencia del organismo -como atestiguan los especialistas en chupacabras- significa lo contrario de la vida. De chuparla a sus víctimas, el conde Drácula obtenía la vida. Y las sangrías de purificación de la medicina precientífica prometían recuperar a los enfermos, que terminaban saludablemente muertos.

Hace un tiempo, Mariana Comolli escribió una completa investigación sobre la mitología que rodea a este complejo fluido biológico. Su trabajo prueba que las conexiones entre sangre, ciencia y religión son fascinantes. Me picó la curiosidad de saber qué tenía para decir un científico religioso sobre el tema y entrevisté a Fernando Saraví, profesor de Biofísica y pastor evangélico.

1 ¿Desde cuándo la sangre tiene ese significado simbólico?

No lo sé. Los simbolismos relacionados con la sangre son antiquísimos. Se conocen ritos y pactos de sangre en muchas culturas primitivas. Si bien el hecho de que la sangre circula por el cuerpo fue demostrado por William Harvey en el siglo XVI, desde muchísimo antes se sabía que si alguien se desangra, se muere (de choque hipovolémico, decimos hoy).
En la Biblia, la palabra sangre (hebreo “dam”) puede emplearse metafóricamente, como le dice Dios a Caín: “La sangre de tu hermano (Abel) clama a mí desde la tierra”. Según el principio ya mencionado, la Biblia relaciona la vitalidad con la sangre: “La vida de la carne está en la sangre” dice. Derramar sangre puede referirse a homicidio o a sacrificios de animales. En estos últimos, la vida del animal sustituía a la del oferente. La sangre del animal debía derramarse y jamás beberse, pues era sagrada. Teológicamente la sangre era central para el perdón de los pecados; por su relación con la vida era sagrada y vedada al consumo humano.

2 Los Testigos de Jehová se resisten a las transfusiones. ¿Por qué ellos están equivocados y no los católicos, cuando invitan a “beber la sangre de Cristo” en una copa de vino?

Los Testigos de Jehová se basan en la prohibición de ingerir sangre de Levítico 3:17 y otros textos, cuya base ya expliqué. La sangre del animal sacrificado no le pertenecía al hombre. Incluso si el animal era matado para servir de alimento, debía dejarse escurrir la sangre antes de cocinarlo. La transfusión no involucra ingestión ni digestión de la sangre, y por otra parte se emplea para sostener una vida sin quitar otra.
Los cristianos celebramos la eucaristía porque Jesús nos mandó hacerlo en memoria de él. El pan y el vino simbolizan el cuerpo y la sangre de Cristo según los evangélicos, o se transforman milagrosamente en ellos según los católicos (de paso, el vino debería ser tinto; el de la Última Cena fue probablemente syrah). Creemos que el sacrificio de Cristo en la cruz, donde su sangre se derramó, fue un acto redentor único y definitivo, suficiente –a diferencia de los sacrificios de animales– para purificar de sus pecados a todos los que creen en Jesús.

3 ¿Existe alguna razón científica por la que usted recomendaría beber sangre humana?

Respondo desde un punto de vista exclusivamente científico. No se me ocurre ninguna razón a favor. La sangre es nutritiva, pero sus nutrientes se encuentran en muchos alimentos. Y existen razones científicas en contra: puede transmitir infecciones, y si no las tiene debería reservarse para emplearla adecuadamente en transfusiones.

Enlaces
Crepúsculo (página oficial)
La trilogía de Stephenie Meyer
Comolli, Mariana. Escrito en sangre. En revista Pensar Vol. 2, Nro. 1 (Enero / Marzo 2005).
Fernando Saraví

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Trailer de El Pueblo de los Malditos (1960)

Hace treinta años, un preadolescente con capacidades diferentes era confundido con un niño prodigio. Nuestras madres lo proponían como ejemplo a imitar y nosotros, sus contemporáneos, mentábamos a la suya en silencio. Aquel niño ahora es mayor de edad. Se llama Claudio María Domínguez y es un ejemplo vivo de que la buena memoria no cotiza en el mercado de valores intelectuales. O, por lo menos, que no es condición suficiente para desarrollar cierta inteligencia. Aquel niño, cuando creció, tampoco zafó de afirmar solemnes tonterías. Pero ¡a no desesperar! Algo se ha avanzado. Hoy, para nuestros hijos, el modelo de chicos talentosos son Dexter o Phineas y Ferb. Niños geniales de verdad. Otra cosa parece ser la percepción que tienen algunos padres de los niños que parecen poseer talentos maravillosos. Los llaman Niños Índigo, o Niños Índigo-Cristal, y para ellos no son -no pueden ser- de la Tierra. Lecturas, amistades o programas de televisión les han enseñado que sus hijos son telépatas, que cierta alquimia genética los ha vuelto inmunes a ciertas enfermedades y están entre nosotros para cumplir con un programa extraterrestre. Que se supone mejor que el de la Tierra, que ni siquiera lo tiene.

ORÍGENES DEL FENÓMENO
Hace diez años, Lee Carroll, un empresario yanqui que asegura canalizar a un ángel llamado Kyron, publicó Los niños índigo: los nuevos chicos han llegado, primer libro de un aluvión dedicado a promover el advenimiento de una generación de niños sobrenaturales, encarnados o descendidos de otro plano, planeta o dimensión espiritual. Carroll y su compañera, Jan Tober, iniciaron el movimiento Grupos de Luz de Kryon. La pareja afirma que los Niños Índigo “traen un nuevo código genético, monitoreados telepáticamente por extraterrestres”. Y que las “viejas almas” serán reemplazadas por “estos nuevos líderes que muy pronto nos guiarán y traerán la paz a La Tierra”.

Yahoo argentina, 10 y 11 de enero de 2009

Yahoo argentina, 10 y 11 de enero de 2009

A fines del siglo XX, el tema de los Niños Índigo parecía una moda en retirada. Sin embargo, sigue presente en la agenda de los medios. El fin de semana pasado, el portal Yahoo!, entre los cables de noticias, aseguraba: “Niños índigo y cristal: Descubrí sus patrones de conducta y cómo tratarlos”. Tras cliquear el vínculo no hay un informe ni una noticia, somos arrojados al catálogo del buscador de Yahoo! La mayoría de los enlaces son textos de prestadores de servicios esotéricos, fundaciones o clubes que promocionan la existencia de esta nueva raza de infantes que despliegan una fabulosa serie de virtudes que los científicos no comprenden y, por lo tanto, no aceptan. Hay que avanzar treinta entradas antes de encontrar el primer acceso a un enfoque crítico sobre la cuestión. Los editores de Yahoo! agregaban otros dos enlaces: uno va a “Deficit de Atención”, acaso para equilibrar, y otro a “Reiki para niños”. Este último, se supone, tratamiento opuesto al psiquiátrico.

NEW AGE VS. ¿CIENCIA?
El fenómeno de los Niños Índigo comenzó a gestarse en la década del ochenta. Pero alcanzó su apogeo en el 2004. Todo lo que usted debe saber y nunca se atrevió a preguntar sobre los Niños Índigo colmó librerías y revistas dominicales o femeninas. Luego trepó a documentales y copó noticieros y talkshows. Por entonces, asistí a conferencias de escritores especializados, compré media docena de libros, visité un local donde te miden el aura para saber si tus hijos son índigo, me dejé buenamente aconsejar por expertos y entrevisté a psicólogos, neurólogos infantiles y psicopedagogos. Cuando el tema ya me había empalagado, escribí un largo artículo para la revista Pensar.
Más tarde, con ese bagaje, defendí en una lista de correos la idea según la cual el perfil de los llamados niños índigo coincide con el comportamiento de niños a los que se les endosa el diagnóstico TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad). Pero en el foro participaban dos psicólogos que no sólo sostenían que el diagnóstico de TDAH era una etiqueta controvertida sino que el propio Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) que cada tanto actualiza la American Psychiatric Association “es una forma institucionalizada de pseudociencia”.
El diagnóstico de TDAH, para los psicólogos comportamentales o congnitivo-conductuales, tenía la misma seriedad que la Doctrina Índigo. En un caso, los padres encuentran una categoría espiritual donde sus hijos revoltosos pasan a ser enviados celestiales con una misión redentora; en el otro, los niños sufren un trastorno susceptible de un “diagnóstico revelado” por un bestiario seudopsicológico que -monstruosamente- habilita a los psiquiatras a recetar Ritalina (metilfenidato), el psicofármaco indicado para casos de “hiperactividad comprobada”. ¡Menudo contratiempo!

REIKI VS. PASTILLAS
Terminé aquella investigación convencido de que el movimiento de los Niños Índigo-Cristal había crecido a expensas de la incertidumbre de padres permeables a la propaganda contra el uso del metilfenidato. ¿Existe algún padre feliz de que su hijo reciba una pastillita porque se porta mal? No, entonces la contrapartida es tierra de promisión: el Teórico Índigo transforma el “déficit” en “proeza”. Convierte al problema en una “solución trascendente”. El diagnóstico índigo supone un sentido de misión: para éste, el pequeño es parte de una coalición de niños predestinados a salvar a la Humanidad. Su rebeldía, su rechazo por la autoridad o las normas sociales y acaso su endiablada inteligencia, no son parte de una sintomatología sino un don que estos chicos han traído de otro mundo.
Diego Sakr, neurólogo infantil del Hospital Garrahan, lo explicó así: “El entorno sociocultural es determinante a la hora de detectar y abordar a un chico con TDAH”. Sakr comparó a un niño hiperkinético que vive en un departamento, concurre a una escuela pública en un centro urbano y comparte la clase con treinta compañeros con otro niño de su misma edad y la misma problemática, pero que va a una escuela rural de La Tigra, provincia del Chaco. “En el segundo caso -asegura- el chico dispone de un espacio físico que diluye su hiperkinesia”. Y sigue: “Después de las vacaciones, cuando no están medicados, las mamás dicen: ‘Yo no entiendo, en la colonia se portó bárbaro’. Hábitat, nivel educativo y nivel socioeconómico son algunas de las muchas variables de las cuales depende el comportamiento de estos chicos”.

EL TERMOSTATO DISPARATADO
No sé si hay una generación de “niños genios del bien”, estilo Flavio Cabobianco, famoso en los noventa cuando a los ocho años escribió Vengo del Sol, un libro donde le confiaba al mundo su condición de extraterrestre. Tampoco sé si hay otra de “genios del mal”, como los que preanunciaba El Pueblo de los Malditos. Sé que hay, como hubo siempre, chicos con una variable capacidad para adaptarse al entorno. Y otros con problemas neurológicos más o menos graves. También sé que los psicólogos científicos -los rivales mejor preparados de la psiquiatría- no tienen una influencia poderosa y todavía tienen que ganar en muchos frentes -léase el psicoanálisis en sus muchas variantes- para hacer oír su voz.
Pero eso tampoco es lo más urgente. Todo padre debe anteponer las recomendaciones que surgen del conocimiento científico a sus propios sistemas de creencias para no poner en peligro la salud de sus hijos.

De todos modos me pregunto:

-¿Es la teoría índigo un disparate que posterga el diagnóstico que luego permitirá un tratamiento eficaz?

-¿Es acaso un mal menor, un termostato social que sirve de “colchón” para atenuar el impacto de la medicación compulsiva?

-¿Qué modelo propone la psicología científica para tratar los presuntos casos de TDAH?

No son, me parece, preguntas triviales. El tema tampoco lo es, y espero regresar a él cuantas veces sea necesario. Por lo pronto, en mi agenda me faltan científicos de diferentes colores que se tomen el esclarecimiento de estas dudas con un sentido de misión. Ojalá alguno de ellos esté entre los lectores de Magia Crítica.

Enlaces

Claudio María Domínguez
Carroll, Lee y Tober, Jan; “Los niños índigo: los nuevos chicos han llegado” (1999)
Yahoo! Búsquedas
Indigo Real
Agostinelli, Alejandro; «Invasión Índigo ¿Has notado, querida, que los niños vienen cada día más extraterrestres?» (2004), revista Pensar Vol. 1 N° 4.
Foro de Dios! Lista de correos donde tuvo lugar el debate sobre el TDAH/Níños Índigo (2004).
Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM)
Marcos y Favio Cabobianco, Vengo del Sol (1992).

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Trailer de «El Gauchito Gil – La sangre inocente», largometraje de Tomás Larrinaga y Ricardo Becher (2005)

“La iglesia no puede avalar actitudes maquiavélicas”, dijo el padre Pánfilo Ortega, rector emérito del Santuario de la Vírgen de Itatí, cuando le preguntaron por qué la Iglesia no aprueba la devoción popular al Gauchito Gil. Eso no es nada. El padre Guillermo Marcó, por años vocero de la Iglesia de Buenos Aires, lo puso como ejemplo de superstición. Obviamente, creer en los milagros de Ceferino Namuncurá –que por mapuche que sea, tiene mucho menos onda que El Gauchito- no es supersticioso: en el 2007, Ceferino fue beatificado por Benedicto XVI.

Antonio Mamerto Gil Núñez, en cambio, fue un gaucho rebelde, marginal y perseguido. Le robaba a los estancieros y repartía la recaudación entre los humildes. Era “el santo de los derrotados”.


Todo esto –claro- es lo que cuenta la leyenda. De su biografía hay poca información segura. No se sabe en qué año nació ni cuando murió: pudo suceder en 1848, 1870 o 1890. Parece haber una sola certeza: fue asesinado un 8 de enero. Pero fueron los milagros que le atribuyen lo que ayer celebraron 200 mil personas en Mercedes, provincia de Corrientes.

La versión más aceptada sobre su muerte fue la que lo convirtió en santo popular. Se dice que el sargento que le quitó la vida no dudó cuando El Gauchito -a quien se le adjudicaba el don de la profecía- le anticipó que su hijo estaba por morir, pero que “si invocaba su nombre ante Dios” se iba a curar. “Eso es lo que pasa -explicó Antonio Gil, que llevaba un tatuaje de San La Muerte en el pecho- cuando se derrama sangre inocente”. El policía se rió de él. Acto seguido, lo colgó cabeza abajo de un algarrobo y lo degolló. Pero el hijo del verdugo, que ciertamente estaba enfermo, se curó.
Así comenzó el culto al Gauchito Gil.


Ayer, el padre Pánfilo Ortega, dijo: «El gaucho solo es transmisor de nuestras oraciones a Dios. Por eso la Iglesia no avala su santificación. Pero acompaña de alguna manera». El cura explicó: “Antonio Gil era un hombre que ayudó a la gente robándole plata a los ricos. Eso la Iglesia no lo puede avalar. No se puede aprobar una actitud maquiavélica de lograr un bien por medio de una mala actitud”. Para el padre Pánfilo, la Iglesia “no puede avalar” hechos delictivos. Pero puede acompañarlos. El razonamiento es coherente con una trayectoria. “De alguna manera” hay que justificar las excepciones.
Ya lo dijo el Monseñor Pío Lagui en Tucumán, el 27 de junio de 1976: “El país tiene una ideología tradicional y cuando alguien pretende imponer otro ideario diferente y extraño, la nación reacciona como un organismo con anticuerpos frente a los gérmenes, generándose así la violencia… en este caso habrá de respetarse el derecho hasta donde se pueda” (…) “Los valores cristianos están amenazados por la agresión de una ideología que es rechazada por el pueblo. Por eso cada uno tiene su cuota de responsabilidad, la Iglesia y las FF.AA.; la primera está insertada en el Proceso y acompaña a la segunda, no solamente con sus oraciones, sino con acciones en defensa y promoción de los derechos humanos y la patria.” (*)

Enlaces

El fervor popular por el Gaucho Gil reunió a más de 200.000 personas. Clarín (9/1/2009)
Según un sacerdote “quien dará la gracia es Dios, no el Gaucho Gil” (8/1/2009)
Declaraciones del padre Pánfilo Ortega (8/1/2009)
Vidas santas. Gauchito Gil. Por Jorge Palomar (2007)
Diccionario de Mitos y Leyendas – Equipo NAyA
Ceferino Namuncurá
Una pena extraordinaria (2007). Por Sebastián Hacher
Favores recibidos. Por Sebatián Hacher. (Es también autor de las fotos que ilustran esta entrada.)
La Iglesia católica que apoyo la dictadura militar. Por Virginia Bossié

Para saber más:

Simbolos y fetiches religiosos en la construcción de la identidad popular (2005). Rubén Dri y otros.
Iglesia y Dictadura. El papel de la iglesia a la luz de sus relaciones con el régimen militar (1987). Por Emilio Mignone

(*) Este texto se publicó cinco días antes de la muerte del cardenal Pío Lagui. Lamentamos no haber podido anticipar la noticia, en cuyo caso hubiéramos descripto con más detalle su participación en el proceso militar.

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Tomas Pais de Azevedo, un estudiante de biología de la Universidad de Lisboa, pretende haber fotografiado a un embrión de pollo. ¡Un embrión de pollo! ¿A quién se le ocurre que esta criatura puede ser un embrión de pollo? Mirá sus ojos. Grandes, oblícuos, envolventes. ¿No son parecidos a los que vio el matrimonio Betty y Barney Hill? Fijate en su piel. ¿Viste esa membrana gelatinosa? Es su carne. Y su color es una gama del turquesa que no es conocida en la Tierra. También sonríe raro. Su lejanía es giocondesca. El rictus es amargo, melancólico. No es una cosa de acá.
En fin, puedo equivocarme, pero a mí no me parece un pollo. Además, yo no creo en los embriones de pollo.
Según la revista New Scientist, esta microfotografía ganó un concurso organizado por Nikon. Dicen que fue tomada con un estereomicroscopio y que el público la eligió entre 115 finalistas. Igual no nos engañemos, el público votó porque sabía. El público sabe, aunque sea subliminalmente el público sabe. Nadie me lo va a quitar de la cabeza: ese feto de terrícola no tiene nada. O se parece tanto a un pollo como los menudos que sacan en sus operaciones los sanadores psíquicos filipinos.

Enlaces

Galería en Newscientist

Libre de toda predisposición. Por Martin S. Kottmeyer.

Cirujanos psíquicos filipinos: la reinvención de una tradición. Por Ignacio Cabria García

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¿Tienen alguna seriedad las investigaciones de Jaime Maussan?
Miguel M. Sánchez, México D.F.

El periodista mexicano José Jaime Maussán Flota (n. 1953) es uno de esos raros ufólogos que Wikipedia expone sin contemplaciones. La Enciclopedia Libre enumera algunas de sus más representativas meteduras de pata, las cuales demuestran con cuánta seriedad se toma su profesión; esto es, ninguna. Algunos consideran que es “un crédulo” incapaz de diferenciar a un avión de una budinera; otros aseguran que es “un charlatán” sin interés en buscar la verdad; otros lo ven como “un pícaro” ansioso por facturar, cuyo máximo horizonte es alimentar -y alimentarse de- un sector del público ávido de misterios ramplones.
Como sea, quienes siguieron su trayectoria afirman que el traje de “investigador” le queda muy holgado. ¿En qué categoría encaja, entonces? Es difícil de establecer por las mismas razones que nadie -salvo él mismo- está en su cabeza para averiguarlo. Sobran ejemplos, en cambio, del magro rigor que hay detrás de sus informes radiales y televisivos.
Pablo Lonnie Pacheco, presidente de la Sociedad Astronómica del Planetario Alfa, ha destacado su irresponsable ignorancia en temas astronómicos; Luis Ruiz Noguez ha develado sus falacias desde el blog Marcianitos Verdes; el feroz caza-charlatanes, Mauricio-José Schwarz, no le ha perdido pisada y el informado Martín Fragoso ha esclarecido algunas notables burradas en su blog Las Patillas de Asimov.
Tal vez, el episodio más grotesco sucedió en abril de 2004, cuando la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) de México le entregó a Maussán un video que mostraba a una flotilla de ovnis sobre Campeche para que “lo investigara”. Por toda respuesta, Maussán comentó que la actividad ovni se había incrementado por “la depredación del hombre contra la vida del planeta y el inicio de la conquista de Marte” y porque “el ser humano ha violado algunos códigos”. El periodista azteca recibió los videos del general Clemente Ricardo Vega García, Secretario de Defensa Nacional. El militar no sólo desconocía la existencia de científicos competentes a quienes proporcionar el film sino que ignoraba el tratamiento sensacionalista que le iba a dar Maussán a ese material. La situación fue tan vergonzosa que dio lugar a la entrega a las autoridades nacionales de un manifiesto indignado por parte de la comunidad científica mexicana. Y, otra vez, fue Martín Fragoso quien puso los puntos sobre las íes.
El animador ha recibido dos cargos fuertes. Uno, de Don Pedro Ferriz Santacruz, pionero de la investigación ovni en México: “Jaime Maussán es un estafador”. Otro corre por cuenta de Luis Ruiz Noguez: “Para Maussán, todo es auténtico”.

Enlaces
Maussán en Wikipedia
Web de Jaime Maussán
Maussanadas
Marcianitos Verdes
Génesis, desarrollo y perfeccionamiento de un embaucador
Yo chamaqueo, tú chamaqueas, él chamaquea, nosotros…
“Científicos afirman que los OVNIS captados en Campeche podrían ser fragmentos de un meteorito”
Un Manifiesto De Científicos Mexicanos
Los OVNIs de la SEDENA y el Inefable Jaime Maussán
“Maussan, es un estafador”
Maussán en La Nave de Los Locos

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“Me llamo José, nací y vivo en Chivilcoy, Bs. As., tengo 27 años y una experiencia de las que se suelen llamar paranormales. En realidad, toda mi vida es “medio paranormal”, pero el hecho que relataré, que pasa en una fracción de minuto o quizás llega al minuto entero, no lo olvidaré jamás.
“Corría el año el 1989 o 1990 (tenía 8 o 9 años) y en casa estábamos todos. Era de noche y ya habíamos cenado. Serían las 22 horas y mis viejos estaban en el comedor. Con mi hermana, que tiene un año más que yo, jugábamos en un cuarto a seis metros del comedor con un garaje de por medio, donde estaba el taller de costura de mi mamá. Siempre jugábamos ahí. Pese a que yo era miedoso, me abstraía tanto que no me importaba tal vez estar solo. Al lado del cuarto, separado por una abertura sin puerta, había un lavadero que daba al patio. En un momento, mi hermana se va y me deja solo. Yo sigo jugando sobre una mesa de madera, sentado frente a la abertura que da al lavadero.
“Estaba muy concentrado cuando de reojo veo algo frente a mí (me acuerdo y suspiro porque afloran las sensaciones, fue muy fuerte). Era tan extraño… Pero no me daba miedo, era tan extraño que mi cerebro se tomó el tiempo, creo yo, en reaccionar. Era un ser luminoso, amarillo y radiante. Con rasgos sencillos, medía un poco más que yo en ese momento, sería un metro y medio. Yo no sé cuanto duró todo, pero fue poco. Este ser me saludó sin mostrar todo su cuerpo, como asomándose por esa abertura que daba al lavadero oscuro y contrastaba antinaturalmente con ese ser; como un cuadro mal pintado o una foto trucada que no concuerda. Eso parecía, pero estaba ahí. Me saludó moviendo la mano como lo hacemos nosotros y con una cara que sin ser sonriente transmitía simpatía y fraternidad. Y, por sobre todo, transmitía paz. Paz que hizo que en ese instante no le tuviera miedo. Claro que cuando desapareció de mi vista, me agarró un cierto pavor y salí corriendo al comedor. No sé si esa noche o al otro día le conté a mi mamá. Ella me creyó, es bastante abierta en ese sentido. Este suceso me quedó muy grabado, no pasan más de 20 días que lo vuelvo a recordar y por eso me quedó muy marcado aunque no era el primer suceso fuera de lo común que yo había vivido.
“Desde chico me habían ocurrido otras cosas; y después de eso me siguieron pasando.
Ya no veo a casi nada como fuera de lo común y eso es lo bueno. Lo bueno es que puedo entender, o eso creo yo, muchas cosas que la gente llama sobrenaturales (mal dicho, claro). He visto duendes, espíritus, me enfrenté con una fuerza oscura cuando ya tenía 15 o 16 años, vi seres diminutos traslucidos que están en el aire (que es muy raro, hay que verlo), vi platillos voladores, el mejor fue cerca de Gral. Hacha, La Pampa.
Pero lo que más me sigue llamando la atención, y me pasó, y me sigue pasando es:
1) la visión de hechos futuros en “sueños” dormido y despierto y
2) saber sobre cosas sobre las cuales no tengo experiencia en esta vida.
“Un hecho -una verdad, para mí- es que puedo curar con mi energía. Aunque me han otorgado el don y si me esfuerzo puedo hacerlo, a veces me resisto. Es que para que la fuerza se manifieste fuertemente hay que vivir de una forma bastante espiritual y no cumplo del todo con eso. Tengo mi lado humano muy presente, soy demasiado humano.
He visitado tu página en algunas oportunidades. En el país existen muchos casos de gente común: le falta algo de realidad.
José de Chivilcoy.

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Tranquilamente podría encender otra estrella a la constelación de críticos que destrozaron la remake del film de Robert Wise, El día que la Tierra se detuvo (The day the Earth stood still, entonces traducida como El día que paralizaron la Tierra y Ultimátum a la Tierra, 1951). Pero no tengo ganas de prenderme en la diátriba, aunque me sobran motivos, especialmente para comentar las partes en que me mantuve despierto (confieso que me he dormido). Por otra parte, podría cometer una injusticia: no sé si la nueva versión suprimió las escenas más jugosas de su predecesora o si éstas sucedieron justo cuando cabecee un sueñito. Prefiero no ser tan duro por otras razones. En realidad, apenas son dos: 1) Scott Derrickson, el director, hizo un audaz intento de innovar sin apartarse de la idea original, hace 57 años novedosa pero hoy irremediablemente perimida; 2) sin ese intento ¿sobre qué podría escribir yo ahora?
De mi primer argumento, algunos dirán: “el camino al infierno está sembrado de buenas intenciones”. Si la puesta en escena de un desembarco extraterrestre quedó desfasada (y se insistieron variantes hasta el aburrimiento), ¿por qué no dejar en paz el original? Respondo: ¡Me rindo, terrícolas!
Pero aquí no acaba el cuento.
Desde el punto de vista geopolítico, el bendito policía que llega desde el (espacio) exterior y amenaza con hacernos puré a menos que nos portemos como él quiere, tiene una baranda nikto a Guerra Preventiva que voltea. Si el discurso de este “invasor bueno” olía mal en los cincuenta, hoy el tufo es insoportable.
Desde el punto de vista antropológico cultural, la película de Wise marcó un antes y un después en la percepción social de los extraterrestres. Le cabe el honor de haber amplificado (y en algunos casos, anticipado) los grandes temas que nutrieron el movimiento social que se articuló alrededor de las apariciones de platos voladores; sobre todo, a los que comenzaron a afirmar estar en contacto con sus ocupantes.
Y desde el punto de vista cinematográfico, la vieja versión de El día que paralizaron la Tierra sigue vigente: su atmósfera densa, las persecuciones callejeras, los tiroteos nocturnos y el envolvente clima de suspenso que le imprime la banda sonora (una estética que heredaba del cine negro), explican por qué aún despierta fascinación.
Basado en El amo ha muerto, un cuento corto de Harry Bates, el film presentó a un alienígena que -lejos de aniquilar, invadir y conquistar a las apuradas- se mostraba “preocupado” por el belicismo terráqueo. La idea que transmitía era, por entonces, relativamente novedosa: si la Humanidad sigue jugando a la guerra con el arsenal nuclear, y no pone esa tecnología al servicio de causas útiles, como los viajes espaciales, los planetas confederados están listos para acelerar su destrucción. ¿El motivo? “La Tierra puede poner en peligro el equilibrio del Sistema Solar”. Si los terrestres desobedecían, las fuerzas intergalácticas se encargarían de borrar del mapa a esa tribu maleducada. Ya en la primera versión, el embajador cósmico no se interesaba tanto por los terrestres como en los efectos de un holocausto nuclear. Un argumento que iba a ser recuperado por millares de adherentes a la religión platillista.

KLAATU, EL CRISTO MODERNO
La primera versión de The day the Earth stood still actualizó una idea en circulación desde el siglo XIX: Cristo iba a volver para rescatar al mundo, probablemente desde otros planetas (1).
Según el guionista, Edmund North, el parangón entre el derrotero del Klaatu, el profeta extraterrestre, y Jesús, el profeta cristiano, era un guiño deliberado: uno es hijo adoptivo de un carpintero, el otro se apropia del apellido Carpenter; ambos fueron malogrados por villanos poderosos, los dos –para lograr la aceptación de los infieles– debieron hacer asombrosas demostraciones de poder; ambos dan a elegir entre el castigo y la redención y, también en ambos casos, la salvación estará junto a él (o Él). Además, tanto Klaatu como Jesús fueron traicionados, perseguidos y acabaron resucitando. North dijo que los paralelismos con el fundador del cristianismo fueron parte de una “broma privada” que pasó por alto la censura (2). Una idea dura de tragar: las analogías bíblicas son demasiado explícitas. Es su modernidad, en todo caso, lo que pudo haber erizado los pelos al gorilismo de la época: el profeta extraterrestre repudia al armamentismo que ya por entonces propiciaba los Estados Unidos y desconoce al gobierno yanqui (el democrático extraterrestre pide ampliar las bases de sus interlocutores) y su alegato por la fraternidad universal. Por esos años, el senador Joseph McCarthy había desatado la caza de brujas contra todo artista, político o intelectual sospechado de simpatizar con el comunismo. Tanta cháchara pacifista apestaba a agentes encubiertos de la K.G.B. Por lo mismo, los productores tuvieron que atar guión y realización con alambre: el Ejército de los Estados Unidos se negó a colaborar en las escenas bélicas y la parafernalia militar fue facilitada por la Guardia Nacional (3).
Klaatu tampoco fue el primer extraterrestre que vino, digamos, en son de paz. El hombre del planeta X (Edgar G. Ulmer, 1951) mostraba a un inmigrante cósmico pacífico, solitario y asustado. Tuvieron que pasar tres décadas para volver a ver alienígenas pacifistas o directamente crísticos. Si me apuran, me vienen en mente Encuentros cercanos del tercer tipo (Steven Spielberg, 1977), y su fina atención de devolver aviadores abducidos en el Triángulo de las Bermudas, E.T. (también de Spielberg, 1982), otra criatura perseguida y resurrecta, y Hombre mirando al Sudeste (Eliseo Subiela, 1986), con su marciano borderline aficionado a la música clásica, su psiquiatra Denis-Escariote que -creyéndolo más alienado que alienígena- lo dopa hasta la destrucción y su piadosa hermana, que acoge al extraterrestre moribundo entre sus brazos.


AY, ADAMSKI
La influencia de El día que la Tierra se detuvo en la subcultura ovni fue notable. La primera gran oleada de platos voladores -recordémoslo- había comenzado en 1947. Tres años después, el film de Wise contribuyó a diseminar el estereotipo del extraterrestre predicador. Klaatu, el mesías galáctico, iba a reencarnar en el ambiente de fans por los platos voladores pocos meses después. El 20 de noviembre de 1952, George Adamski, un místico polaco que atendía un restaurante cerca del observatorio de Monte Palomar, se encontró en el desierto californiano con un ser de cabellos largos y platinados. Orthon, como llamó al viajero de Venus, le hizo la misma advertencia que Klaatu: había que detener las explosiones nucleares porque podían afectar a otras civilizaciones. El ser, masculino pero hermoso como una mujer, descendió de su nave, le tendió la mano y sonrió. “Yo me sentía como un niño ante un ser superior, lleno de comprensión y de amor”, escribió (4).
Más tarde se supo que la filosofía venusina pregonada por Adamski era idéntica a la que difundía desde 1934, cuando fundó un monasterio, inspirado en los postulados de la Sociedad Teosófica de Helena Blavatsky, llamado Real Orden del Tíbet. También trascendió que había escrito Wisdom of the Masters of the Far East (La Sabiduría de los Maestros del Lejano Este, 1936) y una novela de ciencia ficción titulada Pioneers of Space: a Trip to the Moon, Mars and Venus (Pioneros del Espacio: Un viaje a la Luna, Marte y Venus, 1949). Antes de su encuentro con Orthon, Adamski afirmaba que los venusianos eran telépatas y describía una jerarquía religiosa de seres interplanetarios furiosamente teosófica (5). El contactado, que recorrió el mundo presentándose como embajador de los hermanos del espacio, tuvo seguidores, colegas y competidores. Adamski tuvo suerte, aunque le jugaron una mala pasada dos de sus debilidades: su pabellón femenino de fans, algunas de las cuales ventilaron sus mentirillas, y su compulsión por confeccionar “evidencias”: las fotografías y filmaciones que tomaba de las naves no salían perfectas. Hay que tener en cuenta que la ola de los platillos voladores recién comenzaba y todos, incluidos los charlatanes, eran principiantes. En una semblanza sobre Adamski, Richard Hall, un pionero de la ufología norteamericana, repasa estos datos y se pregunta: “¿Usted le compraría a este hombre un automóvil usado?” (6). La confiabilidad del contactado más famoso del mundo dejaba mucho que desear. Por lo demás, Klaatu no había necesitado contactarse con nadie antes de estacionar el platillo frente al Capitolio.

GORT, EL ROBOT
Desde mediados del siglo XX, e incluso más atrás, toda clase de extraterrestres han invadido la Tierra. Ciclópeos, robotoides, ameboides, bulbosos, cerebroformes, reptiloides, nebulares, y hasta invisibles. Sus objetivos, desde el comienzo, fueron militares: arrasar con la vida en el planeta. En El día que paralizaron la Tierra, el mensaje era “amaos los unos a los otros, porque de lo contrario la Confederación Interplanetaria hará tronar el escarmiento”. El aspecto de Klaatu, el policía galáctico, era humano y benevolente, incluso cuando su mensaje era amenazador. En la versión de 1951, los militares le disparan cuando confunden un obsequio con un arma. Gort, su fiel escudero, reacciona a la agresión desintegrando con su mirada láser el armamento terrestre. No toca un pelo a los militares y su perfil escalofriante solo queda en promesa: “Podría destruir la Tierra en un santiamén”, dirá Klaatu/Michael Rennie. En la remake protagonizada por Keanu Reeves, Gort es un monstruo apocalíptico sin la menor sensibilidad, lo cual no es sorprendente habida cuenta de que Klaatu declara de entrada que vino a salvar al planeta, no a sus habitantes. El cánon-catástrofe, después del 11-S, sufrió algunos cambios: el buen guionista se las debe arreglar para justificar escenas de destrucción ultraviolentas. Hay que superar a las del mundo real.
Comparar el cuento original de Harry Bates con las películas de Wise y Derrickson ayuda a entender cómo ha cambiado el mundo. En 1940, cuando Farewell to the Master (El amo ha muerto) se publicó en la revista Astounding Stories of Science Fiction, el temor a la guerra nuclear no se había generalizado. Faltaban cinco años para que los Estados Unidos bombardearan Japón, los platos voladores todavía no habían aterrizado y la conquista del espacio exterior seguía siendo un sueño de la ciencia ficción. En los albores de la Era Dorada del género, las historias sobre visitas de seres de otros mundos no estaban de moda: los otros eran los robots. En 1920, el escritor checo Karel Kapek había estrenado su obra teatral R.U.R. (Robots Universales Rossum) y, en 1926, Fritz Lang había echado a andar en Metropolis a María, la primera muñeca antropomorfa de la historia del cine. La pesadilla recurrente entre la nueva generación de escritores era que el hombre fuera esclavo de la máquina.
El protagonista de la historia de Bates era Cliff Sutherland, un periodista curioso que se había colado en el sector donde el gobierno custodiaba el objeto ovoidal, que “no es una nave espacial sino un vehículo espaciotemporal”, ya que no había venido del cielo sino que se había materializado súbitamente de la nada.
Klaatu, desde el comienzo, había sido asesinado y sepultado en un mausoleo. Gort, que se llamaba Gnut, estaba tan quietecito que aterrorizaba: su vida interior era algo que el cronista sólo sospechaba. Cliff descubre que sus ojos expresaban tristeza, compasión y otras emociones. Gnut era, a diferencia de sus secuelas, más humano que los humanos.
Era el amo.

KLAATU: ¿QUÉ PASÓ CON BARADA? ¿Y CON NITKO?
En la remake de El día que la Tierra se detuvo, Gort se deshace en millones de nanopirañas aéreas que carcomen como verdes ensolves todo lo que encuentran en el camino. Ni el menor rastro del carismático androide de Bates. En la nueva versión no vi ninguna alusión a una de las escenas más emocionantes del film de Robert Wise. Me refiero al momento en que Helen Benson (Patricia Neal), la heroína instruida por Klaatu, se acerca hasta Gort para transmitir el mensaje con que abortará el ataque extraterrestre y resucitará al profeta: Klaatu barada nikto. ¿Me la perdí? No sé si la nueva Benson (Jennifer Connelly), ahora astrobióloga de la Universidad de Princeton, pronunció las palabras mágicas cuando me quedé dormido. Si Derrickson se olvidó del detalle, Klaatu tiene razón: la Humanidad no merece otra oportunidad.

Notas

1) Aubeck, Chris. “El mesías intergaláctico”. En Cuadernos de Ufología Nº 32, 3ª Época, 2007. Editado por Fundación Anomalía. Pp. 54-63. Para defender esta tesis, Aubeck, celebrado historiador inglés de la cultura ovni, no se queda con las conocidas reflexiones del astrónomo y espiritista francés Camille Flammarion, autor de La Pluralité des mondes habités (1862). También rescata a la teología del Cristo extraterrestre del Reverendo Baden Powell (Essays on the Spirit of the Inductive Philosophy, 1855), un libro de Joya Campton (Testimony of the Heaven, 1857), y La Question de l’ Habitabilité des Mondes Etudiée au Point de Vue de l’ Histoire, de la Science, de la Raison et de la Foi (1900), de R.M. Jouan.

2) Gámez, Luis Alfonso. ‘Ultimátum a la Tierra’: el día que Jesús llegó de Marte. En el blog Magonia de El Correo Digital (Bilbao, 12/12/2008).

3) Todo lo contrario sucedió con otra pieza del cine alien de los cincuenta, Marte Planeta Rojo (Harry Horner, 1952). En este film, los marcianos envían a la Tierra un mensaje socialista (que resulta ser una falsificación soviética pergreñada por un científico nazi disidente), seguida por el mensaje de los “verdaderos marcianos”, éstos, como corresponde, adherentes a la libertad de mercado y gobernados por Dios en persona.

4) Noguez, Luis Ruiz. Adamski. En Marcianitos verdes.

5) Clark, Jerome. UFO Encyclopedia, The Emergence of a Phenomenon: UFOs from the Beginning through 1959 (Detroit: Omnigraphics, 1992).

6) Hall, Richard H. “A propósito de Adamski”. MUFON Ufo Journal nº 396 (2001). Traducido al español por Luis R. González

Enlaces

Página oficial de El día que la Tierra se detuvo.
Entrada de «Klaatu barada Nitko» en Wikipedia.

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