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Archive for the ‘CRÓNICAS CONSPIRANOIDES’ Category

El sábado 30 de enero cientos de ciudadanos británicos, convocados por la Meyerside Skeptics Society frente a la cadena de farmacias Boots, junto a sus colegas del Círculo Escéptico, en la madrileña Puerta del Sol, unieron sus fuerzas para celebrar un solemne ritual de suicidio colectivo: a las 10,23 UTC, ingleses y españoles ingirieron –enteramente y de un sorbo- el contenido de frascos y pastilleros de diferentes clases de «remedios» homeopáticos.
La idea de los participantes de la dramática ingesta masiva era demostrar que -si los productos resultaban efectivos- la sobredosis les causaría daños letales, o al menos algún vahído.
Todos los voluntarios sobrevivieron lo más campantes a la experiencia. ¿Por qué será? ¿Los escépticos tienen superpoderes, acaso? ¿La homeopatía no daña jamás, ni siquiera en casos extremos? ¿O la homeopatía es puro verso?
Llegó tu oportunidad para opinar.

(A la memoria del agua y del insigne J. Salinger (1919-2010), afecto a la medicina homeopática, ex simpatizante de cienciología y, sobre todo, autor de El guardián entre el centeno).

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El imposible caso del Dr. House homeópata (en este mismo blog).

10/23 Homeopathy: There’s nothing in it

Suicidate, no pasa nada

Suicidio homeopático

¿Funciona la homeopatía?

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Jorge AsisJorge Asís, escritor y político argentino con (pobres) aspiraciones presidenciales, tiene un portal, Jorge Asís Digital, donde publica columnas de diferentes corresponsales. Algunos son anónimos y otros usan seudónimos risibles, como Medea Lobotrico-Powell. Hace algunos días, Asís publicó un artículo donde el supuesto Medea (sobre el hallazgo de los Pomar) escribe:
“Si los rastrilladores no descubrieron el automóvil fue, simplemente, porque, en ese sitio, no había ningún automóvil.
“Pudo ser colocado, o plantado, seguramente, por Los Visitantes, ayer mismo, cuando Los Visitantes materializaron el automóvil, y los cuerpos que habían desmaterializado (..)
“Sería preferible, ahora, Asís, que participara de las cinco autopsias, hasta la del perro, algún iniciado en ufología capitalizado por el rigor creativo y la seriedad. (…) Para comprobar, por ejemplo, si quedaron las marcas extrañas, en los cuerpos que Los Visitantes analizaron.»
«Algunos van a sonreir. A mí me dan ganas de llorar», escribí hace días a propósito del grotesco y ofensivo dislate perpetrado por el sujeto en cuestión.
En estos días -gracias a la capacidad de reacción de algunos usuarios de YouTube-, circularon un par de videos que ojalá permanezcan en la memoria colectiva. El primero (abajo) recuerda la emisión de Crónica TV con las «visiones» de Antonio Las Heras (quien ahora trata de hacer creer que «los vio vivos en el paraíso».)

El otro es el informe del programa «6-7-8», en Canal 7. Con la participación de Mirtha Legrand, Fabio Zerpa, Antonio Las Heras, Mauro Viale, Guillermo Andino, Luis Vicat, Raúl Kollman y conductores, columnistas y movileros de (casi) todos los noticieros televisivos:

Dos frases para terminar:

«Castiguen a quienes corresponda por estos 24 días de sospechas infundadas, de análisis torpes, de búsqueda de todo lo que podría indicar algo morboso detrás de lo que ahora es una dolorosa pero simple muerte».

Víctor Hugo Morales

«Encuentro a la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la prende me voy al otro cuarto a leer un libro».

Groucho Marx

(Gracias a Omar López Mato, Max Seifert y Enrique Márquez por los links y a José Luis Oliver por recordarme la frase de Marx).

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Caso Pomar: el final de una triste comedia Argentina. Por A. Agostinelli. En este mismo blog.

Caso Pomar. Una triste lección. Por Tomás Eliaschev en Veintitrés y diario El Argentino del 10/12/09.

Animales sueltos. Por A. Agostinelli en Crítica de la Argentina del 8/12/09.

Caso Pomar: El fin del delirio. Por A. Agostinelli en Newsweek Argentina del 10/12/09.

Vuelo 447: otra conspiración explota en el aire. En Magia Crítica. 7/06/09

El día que a Antonio Las Heras se le pinchó el talismán. En Magia Crítica. 9/06/09

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Luis Fernando Pomar. La última fotografía.Parapsicólogos y videntes dijeron que estaban vivos. Ufólogos hablaron de teleportaciones. Expertos en casos policiales se ensañaron con el padre. O con el padre del padre. Ahora sabemos que la familia Pomar murió en un accidente de tránsito. Víctima de una curva peligrosa, por la mala maniobra de un coche que venía de frente,  exceso de velocidad, el reventón de una rueda o el sueño del conductor. Cualquiera sea el veredicto, mil y una teorías delirantes llegaron a su fin. Quizás serán reemplazadas por otras. Y los medios disfrutarán de nuevos temas para sus agendas. Porque, también, hay un ministro de Seguridad bonaerense, Carlos Stornelli, que no muestra el menor signo de remordimiento por no haber profundizado la búsqueda en la ruta a Pergamino: “No se sabía lo que buscábamos”, dijo ayer en los noticieros, sin una sombra de rubor. Claro, Stornelli era partidario de la “desaparición voluntaria” de una familia sin dinero, que amaba a los suyos y no se había comunicado con nadie, que no tenían dónde esconderse ni, mucho menos, motivos para hacerlo.

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«Animales sueltos». Otra nota donde sigo el mismo tema.

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“No podemos ser tan egocéntricos para creer que somos los únicos seres inteligentes en el universo”. Cuando alguien dice esta frase simula improvisar una genialidad única. Pero la oí trillones de veces. “No podemos ser tan egocéntricos para creer que, si existieran otras inteligencias allá afuera, les interesará conocer a una especie tan egoísta, belicosa y poco inteligente como la nuestra”. Esta otra idea es menos frecuente. Pero ya es un lugar común entre escépticos, herejes y bienpensantes. Tanto se ha extendido que quizás inhibe a formular hipótesis imaginativas pero plausibles. Un par de ejemplos rápidos; si una civilización de otro sistema solar detectara signos de tecnología en la Tierra, ¿cómo llegarían hasta aquí? Y si llegasen, ¿cómo se verían ellos? ¿Serán humanoides, por una inconcebible carambola evolutiva, o acaso es más probable esperar robots o ciborgs  (por aquello de que el viaje interestelar prefiere cuerpos perdurables)? Éstos conceptos son muy terrestres, claro, pero por ahora no queda más remedio que tomarlos, dado lo poco que sabemos del razonamiento y la ciencia de hipotéticos  visitantes alienígenas.
Obama The Truth

LA CASA BLANCA Y FUNES LO SABEN. Gracias a la amplia diseminación de conjeturas científicas -provistas por la ciencia ficción y la ciencia popular-, hay un imaginario compartido donde parecen cuajar especulaciones que en otros tiempos hubieran sido consideradas imposibles. Trece millones de espectadores pendientes del estreno del primer capítulo de la remake de V, o la receptividad pública de golpes de marketing como The Fourth Kind, prueban que los alienígenas aún fascinan a las masas. Por otro lado, la red ha masificado la vertiente milenarista de la promesa exobiológica, y millones de almas -que tomaron al pie de la letra rumores de Internet- aguardan impacientes la conferencia donde Barack Obama revelará la verdad de los ovnis; o que el padre jesuita cordobés José Gabriel Funes, el astrónomo del Vaticano, hará patria y desclasificará los archivos secretos sobre los extraterrestres -que bien podrían tener a su propio Cristo high-tech.
Quienes esperábamos un siglo XXI despejado de una exagerada ilusión de la venida E.T. nos llevamos un chasco: la expectativa social se ha desbordado. El clima de invasión no cede.

alien ciborgSONDAS AUTOREPLICANTES. Algunos canales de televisión capitalizan ese entusiasmo persistente a través de documentales muy recomendables. Un ejemplo de ello es el que doy arriba, la serie Sci-Trek (Discovery Channel, 2009). Los herederos de Carl Sagan (Michio Kaku, Seth Shostak y Douglas Vokoch, entre otros) abordan la posibilidad de las visitas extraterrestres a partir de una conjetura del genial físico John von Neumann: “¿No deberíamos esperar que una multitud de sondas inteligentes autoreplicantes estuvieran propagándose por el cosmos?”. Kaku, en sintonía con el espíritu de los reptiles enfundados en piel humana, pregunta: “¿Acaso las señales que enviamos al cosmos no alertarán a criaturas hostiles?”.
Archivos desclasificados del padre Segundo Benito ReynaROSETTA UFOLÓGICA. Los telescopios espaciales buscan cuerpos celestes semejantes a la Tierra y analizan miles de millones de píxeles de exoplanetas probablemente desolados. Pese a la fe que le tengo a la ciencia y a la tecnología, sigo preguntándome si la verdadera piedra de Rosetta cósmica no estará en algún oscuro repliegue de la subcultura ufológica. No, no me refiero al ingente dossier de videos o fotos de mala muerte que pueden mostrar cualquier cosa, sino a ornamentos culturales de más compleja comprensión. Por ejemplo, el por qué de una versión del Martín Fierro en varkulets, elaborada por Eustaquio Zagorski, un sastre de Avellaneda que, allá por los sesenta, tradujo la obra cumbre de la tradición gauchesca a un idioma ganimediano a pedido del padre Benito Segundo Reyna -jesuita y cordobés como Funes, el astrónomo del Papa.
CONSPIRE MACHINE. ¿Tiene forzosamente algún significado todo esto? Si alguien cree que las superpotencias económicas o religiosas celan evidencias vedadas para el resto de los mortales, entiendo que vamos a esperar sentados. Pero muchos aceptan que Obama ya conoce La Gran Respuesta. Si llegara a revelar algún Alto Secreto (algo Altísimamente Improbable), ¿por qué lo haría? ¿Por su indómita vocación por la paz mundial? ¿Porque -¡chán!- Mr. President es uno de ellos? Si a alguien sugiere alguna idea, la leeré con atención. Porque -cualquier cosa que diga o calle Obama- la máquina conspiranoica es perfecta. Se encarga de explicar hasta el silencio.

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Sci-Trek. Primer contacto alien. (Dividido en 5 partes).

Encuesta de Invasores: » ¿Cómo imaginarías un extraterrestre creíble».

José Gabriel Funes «El cristianismo no debe temer la posible existencia de vida extraterrestre».

“V” (2009) Visualizar serie desde aquí.

Primero fue el varkulets. Primer capítulo de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Sudam,ericana, 2009).

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Radio Universidad de Rosario acaba de hacer un formidable aporte al debate sobre la nueva ley de medios: cinco spot al hilo revelan los detalles de una conjura escalofriante. En la tele ya nadie podrá decir “culo”, los relatores radiales no podrán exagerar una jugada, estarán prohibidas las esdrújulas y los micrófonos electrocutarán a los periodistas que pretendan pasarse de listos. Medalla al valor para los compañeros de la UNR, que dejan a David Vincent, Fox Mulder y Mike Donovan a la altura de un poroto.

Alguien objetará: “Nada que no hubiese anticipado TN”. En fin, nunca es tarde para mejorar el guión de una buena conspiración en la cual creer.

Locución: Guillermo Peñálves
Edición: Martín Parodi
Textos: Javier Acuña.

(Gracias a Gabriela Pepe por el enlace!)

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A comienzos del siglo XXI circuló profusamente una psicografía que el artista argentino Benjamín Solari Parravicini firmó en el año 1939. Se ve la estatua de la Libertad partida al medio junto con la siguiente leyenda: “La libertad de Norteamérica perderá su luz, su antorcha no alumbrará como ayer y el monumento será atacado dos veces”. Solari Parravicini no previó que veinte años después se iban a empezar a construir las Torres Gemelas. Pero aún así –si se quiere creer– la profecía le pasó cerca. Vista tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, la carga subjetiva de la dimensión profética de este dibujo es estremecedora.

PROFETAS SIN QUERER. Tampoco es el único dibujo de Solari al que se le atribuyen cualidades predictivas: hizo centenares de bellísimos garabatos con parecidas pretensiones. Pero también es cierto que otros productores culturales realizaron imágenes que podrían poseer el mismo potencial visionario. Avisos, como uno de la compañía aérea pakistaní de 1979, proyecta la lúgubre sombra de un avión sobre las Torres . También hay comics, afiches de películas como las de King Kong y hasta el arte de tapa del cedé de una banda de rap. Todas estas ilustraciones ponen la piel de gallina si son vistas después del 11-S. Antes no movían un pelo.

En Buenos Aires, mientras tanto, el piquetero oficialista Luis D’Elía debate el 11-S con notorios voceros de teorías conspirativas como el periodista francés Thierry Meyssan y otros partidarios de que el ataque fue un «autoatentado».

(Todas las imágenes de la secuencia de arriba, menos la primera, son anteriores al 11-S. Ojalá esta pequeña colección de «profecías seculares» crezca con la colaboración de los lectores.)

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Hechos y leyendas sobre el atentado que cambió al mundo.

Nuevos y viejos milenarismos. Por Alejandro Frigerio. Revista Ciencia Hoy. Vol 9 Nro 53.  Julio / Agosto 1999

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moam sabor limonCada tanto reaparece alguna polémica alrededor de la llamada Publicidad Subliminal, es decir, la creencia según la cual ciertos publicistas diseñan sus avisos para enviar sigilosos mensajes cifrados al consumidor. Estas ideas -que no son captadas a golpe de vista- quedarían grabadas “debajo del umbral de la percepción”. Según han concluido los que saben, no hay evidencia que respalde la capacidad humana de percibir tales estímulos, siendo el llamado marketing hipnótico impotente –o bastante inefectivo- para influir en nuestras conductas.

NACE UNA ESTRELLA. Debe ser por eso que asistimos al parto de un nuevo género: la Publicidad No Tan Subliminal. Los mensajes non sanctos, si bien siguen siendo malévolos, ya no son arteros sino totalmente explícitos. El 27 de agosto, The Daily Mail informó sobre el patatús de una pareja en West Yorkshire, Gran Bretaña: se quejaron ante el gerente de un negocio por haber vendido a sus hijos “caramelos ácidos con envoltura pornográfica”.
Las golosinas de la marca alemana Haribo Maoam ingresaron en el mercado europeo en 2002. El matrimonio Simpkins denunció que los dibujitos que representaban al lima-limón retozaban en “un pervertido encuentro carnal”. La noticia desató un alud de protestas. “El rostro del lima, que suponemos es el caballero, tiene una expresión especialmente espeluznante”, alegó el señor Simpkins.

moam sabor cerezas SOBRE INTERPRETACIONES. El monigote verde saca una lujuriosa lengua afuera y, ciertamente, parece feliz. Lo curioso es que el mismo dibujo aparece en caramelos sin sabor lima. En otro gráfico, correspondiente al caramelo con gusto a cereza, parece rozar la zona erógena del muchacho verde con su mentón, aunque podría tratarse de una embozada fellatio.
Los defensores del rol del azar en estos asuntos atribuirán la pornografía al cerebro tirando a podrido de los aficionados a interpretaciones maquiavélicas. Es decir, esas cosas tan feas que los censores descubren tienen más que ver sus excesos de suspicacia que a intenciones encubiertas.
En lo que respecta al papel de los caramelos, el mensaje podría ser más escandaloso de lo que parece: las frutas bien podrían ser del mismo sexo.

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Publicidad Subliminal

Father’s fury over children’s ‘pornographic’ sweet wrappers

Más orgías dulces

¿Existe la publicidad subliminal?

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El que le pregunta a Edwin Buzz Aldrin si tuvo celos de Louis Armstrong (sic) es Ali G, el raportero interpretado por el actor inglés Sacha Baron Cohen, más conocido como Borat, nombre de la película y del personaje –presunto cronista antisemita, misógino e ingenuo de la televisión de Kazajistán- que visita a los Estados Unidos con el plan de realizar un no menos supuesto documental para explorar la cultura estadounidense.
En este reportaje desopilante -donde hablan hasta de Michael Jackson-, Ali G le hace al astronauta una segunda pregunta sensible: “Sé que se lo preguntaron cientos de veces. Seguramente le molesta pensar en ello. Pero digámoslo de una vez: Qué le diría a todos esos conspiracionistas que se acercan y le dicen ¿realmente existe la Luna?”.
Valga este aperitivo -que desmonta el mito según el cual Aldrin carece de sentido del humor– para cerrar bien arriba la Semana Lunar.

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Soy agnóstico, pero tengo rituales. Uno de ellos es almorzar al menos una vez al mes con mi amigo, el escritor Daniel Riera. Este mediodía hablamos, entre otras cosas, de pelotudos. Los que más bronca me dan, le dije, son los latentes. Uno se autoengaña: tiene que darse alguna situación -un diálogo, una idea, un conflicto- para descubrirlos. A veces lleva cierto tiempo darse cuenta.
De regreso a casa recordé a Fontanarrosa. De cuando en el Congreso Internacional de la Lengua develó el secreto de la fuerza de la palabra pelotudo. También recordé mi propia resistencia a usar el adjetivo cuando me referí a unas sonadas declaraciones de José Pablo Feinmann. El escritor había dicho: “cualquier pelotudo tiene bloc” (sic). El epíteto me pareció elitista y petulante. Pero, sobre todo, excesivo. Tanto que en mi comentario lo reemplacé por “boludo”. Y «bloc» por «blog». En fin, cosas de uno.

EL EFECTO BUMERANG. El tema me llevó a otra reflexión. Los insultos muy agresivos tienen un efecto kármico; para usarlos, tenés que estar seguro de que el sayo no te cabe: te puede pegar en la nuca.
De regreso a casa también pensaba en releer una nota cuyo enlace me envió Diego Golombek, doctor en Biología, escritor y voz cantante del dignísimo Proyecto G, el programa que emite Canal Encuentro.
El artículo, titulado El triunfo de la virtualidad absoluta, publicado en Página/12 el pasado 20 de julio, es una de las defensas más vehementes jamás escritas sobre el “engaño lunar”. Su autor, en nombre de “su amigo”, el finado Jean Baudrillard, dice que con la noticia del alunizaje “triunfó el show sobre la realidad”.
Esa nota constituye una paradoja perfecta de la «virtualidad» que denuncia el columnista: inventa una escenografía surrealista –acaso inspirada en la parodia Operación Luna– sobre cómo el poder tramó un falso alunizaje para llegar a la siguiente conclusión:

«Señores, ustedes no fueron a la Luna y eso me parece mucho más admirable que si mediocremente, realmente, sumidos en la tosca realidad-real hubieran ido. Pero no fueron. Crearon todo el gran relato. Demostraron que la entera humanidad puede ser engañada. Crearon la nueva era. La del poder de lo virtual mediático.» (Leer aquí la nota completa).

Hacia el final, el articulista asegura que están dadas las condiciones para que, en el 2011, Francisco De Narváez “dé su discurso de final de campaña desde Saturno”, ya que este señor, a quien vislumbra dueño de las nuevas tecnologías comunicacionales, “será Dios”. Y todo el mundo le creerá.
El paciente lector se preguntará a quién pertenecen conclusiones que subestiman tan profundamente la inteligencia popular. Bien: su autor es el mismísimo filósofo presidencial, José Pablo Feinmann.
El efecto bumerang se había cobrado una nueva víctima.

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Duelo callejero entre un astronauta y un conspiranoico obsesionado: el día que Buzz Aldrin se quitó las ganas con los detractores del alunizaje.

Lo digo tan seguido que me aburro, pero es así: ¿para qué tergiversar la realidad si ésta es mucho más divertida que la ficción? El 9 de septiembre de 2002, Bart Sibrel, un periodista y camarógrafo obsesionado con lo que para él son pruebas de que ningún hombre estuvo en la Luna, persiguió a Edwin Buzz Aldrin, el compañero de Neil Armstrong en la primera caminata lunar, con una Biblia en la mano. “¡Jure que llegó a la Luna!”, exigió frente al hotel Luxe en Beverly Hills, California. Aldrin, que ya conocía al personaje, intentó zafarse. Sibrel persistió y cuando vio que no iba a obtener nada del astronauta, lo toreó: “¿Usted anda diciendo por ahí que estuvo en la Luna, aunque nunca estuvo? Usted es un cobarde, un mentiroso y un ladrón”. Acto seguido, el brazo de Aldrin catapultó un directo hacia la mandíbula de Sibrel.
La historia no acaba aquí. Del video circula una versión corta, publicada en canales de Youtube como Alien Truth, que victimizan a Sibrel, y otra larga, la difundida en 2002 por los noticieros. La primera versión, que dura escasos segundos, sólo muestra la escena final: el derechazo parece una respuesta intolerante e irreflexiva. En la segunda (reproducir video de arriba) se advierte que Aldrin había soportado estoico el acoso de Sibrel, antes de que sus testículos implotaran.

OPERACIÓN LUNA. El 20 de julio pasado dos bloggers españoles (mis amigos Luis Alfonso Gámez y Moisés Garrido) invitaban a sus coterráneos a no perderse en España el docuficción Operación Luna (William Karel, 2002), una parodia extrema de las películas filmadas por quienes insisten que la NASA nunca puso un hombre en la Luna. Yo creía que me lo iba a perder, pero un lector de Magia Crítica me sugirió que visitara Crítica TV, en la portada de Crítica Digital. Allí me esperaban dos fragmentos de Operación Luna. El lector había caído como un chorlito (en la sección comentarios del post anterior dejó asentada su indignación), y no era para menos.
Es cuestionable que Crítica Digital no agregara el título original de esta película (que sigue en el ranking de los videos más vistos): hubiera sido más fácil descubrir que es una parodia, pese a que la han colgado incompleta. Aún así, me pregunto: ¿qué es mejor? ¿Decepcionarse o arruinar el efecto sorpresa? La tesis del falso documental es que el alunizaje fue un montaje dirigido por Stanley Kubrick, director de 2001: una odisea en el espacio (1968). En la película de Karel desfilan los principales funcionarios norteamericanos presuntamente implicados en el fraude, como el astronauta de la Apolo XII Buzz Aldrin; el ex-secretario de Estado Henry Kissinger; el ex-director de la CIA Richard Helms; el ex-secretario de Defensa Donald Rumsfeld; y hasta Christiane Kubrick, viuda de Stanley. Ninguno de ellos sabía que sus testimonios iban a ser tijereteados para construir un acontecimiento inexistente. Otros estaban menos enterados todavía, ya que las entrevistas fueron tomadas de películas ajenas. Karel sólo sumó siete falsos testigos y una actriz que se fingió ex secretaria de Nixon. Sus relatos -convenientemente guionados- conectaron con el de otras caras parlantes para dar coherencia y credibilidad al falso documental. Lo únicos fragmentos de “no ficción” fueron –paradójicamente- material cedido por el pintoresco escéptico lunar, el mentado Bart Sibrel.
¿Qué salió de ese entretejido? Que un mundo incauto había sido engañado por ese joint venture surrealista (piénselo un momento, ¡Nixon asociado a Kubrick!). El objetivo del film no era convencer a nadie de que el alunizaje había sido un fraude ni de lo contrario. Karel dice que quiso demostrar que no hay que creer en todo lo que se cuenta, y lo fácil que resulta “falsificar archivos y tergiversar cualquier tema en base a falsedades”. En suma, el engaño no era de la NASA sino del documentalista, y las engañadas no habían sido las masas sino los espectadores del documental.

¿ES OBVIO QUE ESTUVIMOS? Así como algunos minimizan el impacto de la travesía de la NASA a la Luna, otros desprecian a quienes descreen de ella. “Es una idiotez explicar lo obvio”. Y no, a veces no. A veces es necesario argumentar (como lo hacen aquí con las ideas débiles y antojadizas de Sibrel.)
Hagámoslo brevemente: si hubiese existido una “conjura de silencio” para ocultar las pruebas de un falso alunizaje, entre los cómplices habría que sumar 435 mil personas, que fue el personal afectado al programa Apolo -entre empleados de la NASA, universidades y empresas privadas-. ¿Cuántos de ellos fueron extras? ¿Acaso todos fueron engañados? El costo para mantener a todas esas bocas cerradas, sin filtraciones, deberían ser más altos que enviar un cohete a la Luna. No sólo eso: del complot también debió participar el principal adversario de los Estados Unidos, la Unión Soviética. Pero la potencia espacial -más interesada que nadie en denunciar un supuesto fraude- aceptó enseguida que la NASA llegó primero.
Con todo (por más fotos, films, experimentos y rocas que existan), el homo-conspiranoicus siempre tendrá alguna excusa para desconfiar: las suspicacias exageradas son llamas inextinguibles. Hace poco, el físico español Eugenio Fernández Aguilar publicó La conspiración lunar ¡vaya timo! (Laetoli, 2009), un libro que analiza y argumenta contra 50 hipótesis que pretenden demostrar que el hombre no llegó a la Luna.

¿Pueden estas iniciativas contrarrestar las visiones conspirativas? Difícil: la mayoría de los que adhieren a ellas no compran libros que contradigan sus creencias y tienen muchas razones, incluso buenas, para desconfiar. El rumor de que el alunizaje fue un engaño no existiría sin esa desconfianza. La era de la caza de brujas del macartismo, las teorías paranoicas sobre el asesinato de John F. Kennedy, las derivaciones del caso Watergate y el recelo que suscitaba toda información sospechosa de promover el liderazgo estadounidense, sin duda oxigenaron el rumor. Pero uno de los más notables trampolines  para que el mito de la “teatralización lunar” prosperase fue otro film, Capricornio Uno (Peter Hyams, 1978), según el cual la NASA canceló su misión a Marte por problemas técnicos y decidió seguir adelante montando en un set de televisión un falso amartizaje. En aquella película, que no alegaba basarse en hechos reales ni mucho menos, los astronautas colaboraron con la farsa amenazados: sus familias serían asesinadas. Para evitar el desmadre, la CIA decide eliminarlos. En el docuficción Operación Luna, Kubrick vive aterrorizado por el acoso de la CIA, que al final lo mata.

PARODIAS HIPERREALISTAS. Casi sin proponérselo, en 1938 Orson Welles agitó a sus oyentes y a los Estados Unidos con su simulacro radial de una invasión marciana. Sesenta años después, el artista catalán Joan Fontcuberta concretó el proyecto Sputnik: la falsa biografía de Ivan Istochnikov, un supuesto cosmonauta ruso perdido en el espacio cuya historia había sido borrada por los jerarcas soviéticos. Uno podría pensar que la experiencia, el paso del tiempo y la reiteración de tropezones fortalecen el juicio de la gente, o la inmuniza de caer en ciertas trampas. Pero el montaje fotográfico de Fontcuberta engañó a Iker Jiménez, quien lo dio por bueno en su programa Cuarto Milenio. El viaje a la Luna volvió a ser objeto de parodia en el filme pseudohistórico First on the Moon (2005), donde Alexey Fedorchenko presentó las “pruebas” de que la Unión Soviética había llegado a la Luna treinta años antes que los Estados Unidos.

En nuestro país, la más expresiva denuncia sobre las perversiones del proceso de edición fue La era del ñandú (Carlos Sorín, 1986), una biografía apócrifa del doctor Kurz, inventor de la Bio-K2, una supuesta droga rejuvenecedora que había enloquecido a los argentinos en los años cincuenta y giraba, sin siquiera mencionarlo, alrededor de la histeria que desató la panacea anti-cáncer de la época: la crotoxina. De aquel apócrifo, realizado para la televisión del estado, pasaron 23 años, y sospecho que si se volviera a emitir muchos se preguntarán si la pócima del ñandú no habrá existido en realidad, porque el film también devela que el éxito de ciertos fraudes sólo es posible gracias a la desmemoria. Pero el documental de Sorín, hasta donde yo sé, nunca se volvió a dar. Tal vez, por exceso de competencia: en la Argentina, la falta de límites entre lo verdadero y lo falso, entre la aproximación a la realidad y la representación ficcional, aparece a diario por televisión. Pero el género es otro, no es parodia ni denuncia sino menefreguismo. Lisa y llana desvergüenza.

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ALUNADOS. ¡Ay, Luna! Tan bella, lejana y a la vez tan cerca de las fantasías humanas. Hoy los diarios hablan de ti, Luna. De otro día como hoy hace cuarenta años, cuando Armstrong y Aldrin te pisaron por primera vez. De lo que significó aquella huella, su fotografía y el aroma a pólvora quemada de la arena pegajosa que recubre tu suelo desolado. De lo que pensamos cuando te vimos de cerca por primera vez. De lo mucho, poquito o nada que aportaron los 382 kilos de rocas que aquellos militares con escafandra -casi sin rostro, o con rostros robotizados- trajeron de ti para analizarte. De lo alunados que quedamos los que entonces éramos niños. Que de tanta mirada insistente dejamos de ver un agujero de luz en la noche y empezamos a descubrir a Bugs Bunny con un palo. Nuestra primera pareidolia.

LUNÁTICOS. A fines de los 60 no estaba de moda imaginar selenitas, pero pronto iba a crecer la sombra de la conspiración. El uso del adjetivo lunático mutó y comenzó a aplicarse entre los que recogieron la siembra de un rumor, y denunciaron que a ti, Luna, no te alunizaron. Que fuiste escenario de un montaje hollywoodense, un número para los que te vieron por tevé. Dos tipos audaces, Bill Kaysing, ex empleado de un contratista del proyecto Apolo, y Bart Sibrel, camarógrafo, repitieron tantas veces que el alunizaje fue una teatralización que la idea del engaño lunar minó la confianza de millones de jóvenes alejados del conocimiento que hace al alunizaje un hecho histórico evidente.

ALUNIZADOS. El 20 de julio de 1969 (cuando en Houston eran las 15:17), se posaba sobre el Mar de la Tranquilidad el módulo espacial Águila. Cinco horas y media después -es decir, cuando para medio mundo ya era el 21 de julio- Neil Armstrong y Buzz Aldrin daban sus históricos saltitos sobre la superficie lunar. Cerca 600 millones de personas asistieron a un espectáculo que pretendía obtener un rédito estratégico, pero que colmó de un sentimiento de maravilla a varias generaciones. Ahora es fácil minimizar aquella alquimia geopolítica perorando sobre los motivos reales: la Guerra Fría, los afanes de supremacía de cada potencia, en suma, el mismo liderazgo que ahora Obama trata de recomponer.
Pero para llegar hasta allí decenas de miles de cerebros convergieron en un proyecto -el programa Apolo- que concretó una de las más monumentales proezas nunca antes alcanzadas por la especie humana. El imaginario científico rozó el clímax, como sucede cada vez que la ciencia sobrepasa a la ficción, y fuerza a la imaginación a mejorar la apuesta.

VIAJES ROCOCÓ. Los astronautas no llevaban el casco de las Naciones Unidas. Eran, innegablemente, norteamericanos. Pero alcanzar la Luna era una meta que desbordaba épocas y banderas. Desde entonces pasaron ríos y siglos de sueños. Como los de Plutarco, que en el siglo II imaginó al satélite natural de la Tierra anegado de flores y animales gigantes, o el primer viaje del escritor sirio Luciano de Samosata, quien le puso alas de ave a un filósofo ateo y lo hizo volar desde el monte Olimpo hasta la Luna, a la que descubrió habitada por espíritus, o en una voltereta de ficción alucinada enfiló hacia nuestro satélite en un barco arrastrado por una tromba marina y, ya en destino, descubrió que entre los selenitas existe el matrimonio gay y el embarazo masculino, cuyos críos nacen por la pantorrilla. O los de John Wilkins, fundador de la Royal Society, diseñador de un navío a motor cubierto con plumas de ganso, quien quiso llevar a los ingleses a la Luna en 1638. O del legendario Cyrano de Bergerac, cuando en 1650 llevó a la estratósfera a un piloto impulsado por frascos llenos de rocío, o máquinas que lanzaban imanes al cielo para atraer a la nave y otras tecnologías más cómicas que anacrónicas. Para no hablar de las profecías de Julio Verne, quien precisó cien años antes que nadie quiénes, dónde y cuántos días duraría el viaje a la Luna.

ALUCINADOS. Llegar a la Luna no era solamente “llegar a la Luna”. Era también sacarse de encima las dudas diseminadas por el New York Sun, por ejemplo. En agosto de 1835, ese diario publicó una serie de artículos sobre los supuestos descubrimientos del astrónomo John Herschel (convenientemente trabajando en Sudáfrica), quien con su telescopio habría divisado «nítidas amapolas, flores multicolores e idílicos lagos azules con bisontes y unicornios pastando» y hasta «murciélagos humanoides» sobre la superficie lunar. El Sun agotó 19 mil ejemplares, casi un precalentamiento de lo que el inglés Ray Santilli lograría con la muñecopsia de Roswell 160 años después. El engaño fue atribuido al periodista inglés Richard Adams Locke -descendiente del filósofo John Locke-, pero ni él ni el periódico se hicieron cargo del fraude.
Bien entrado el siglo XX, llegar a la Luna también era buscar al monolito extraterrestre que previeron Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick en 2001, odisea del espacio; o acercarse a las promesas de coexistencia interestelar vaticinadas en Star Trek.
Lanzar el Saturno V, ese monstruo de metal de casi 3 mil toneladas, costó 681 millones de dólares. Por entonces, nadie pensaba en cuántas bocas hambrientas podía calmar ese dinero. Pocos se sustraían al influjo de aquellas imágenes. Pese a Vietnam -que mostraba, apenas, la realidad- el programa Apolo era un símbolo de progreso, paz y futuro.

COMPLOT HEAVY. En total, el programa lunar tripulado de la NASA visitó a la Luna seis veces, transportando a doce astronautas norteamericanos, quienes recorrieron 95 kilómetros a pie o en jeeps, transmitieron al mundo cientos de horas de imágenes televisadas, tomaron más de 30 mil fotos, instalaron instrumentos para efectuar 60 experiencias científicas (entre ellos reflectores láser que permitieron medir con extraordinaria precisión la distancia entre la Tierra y la Luna) y regresaron con 382 kilos de roca extraterrestre, que se tradujeron en miles de páginas en publicaciones científicas que aportaron nuevos datos sobre la composición del suelo lunar.
La evidencia del alunizaje -de los alunizajes- es abrumadora. Sin embargo, para millones de personas sigue siendo “el mayor engaño del que ha sido víctima la Humanidad”. Curiosa paradoja: el acontecimiento mejor documentado del siglo XX pasaba a ser el más lujoso y efectivo despliegue de efectos especiales de todos los tiempos. ¿Como no íbamos a creer, décadas después, en conspiraciones aún más extrañas?

Enlaces

Para redescubrir la misión Apolo

Ciclo en el C.C. Rojas: imágenes del antes, durante y después del 20 de julio de 1969

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Faltan tres años para el cierre de la primera oferta apocalíptica del milenio. La prensa del acontecimiento -o del no acontecimiento, según se crea- viene pisando fuerte. Parte de esa aplanadora galáctica es 2012, la película de Roland Emmerich, que estrena en noviembre de 2009 –Yahoo! ofrece un avance exclusivo-. El director de Día de la Independencia (ID4) (1996) y El día después de mañana (2004) promete lluvias meteoríticas a rolete, ciudades aplastadas por tsunamis virulentos y un desolador paisaje de catástrofes masivas. ¿Cómo encaja el film en los sueños y las pesadillas del mundo real? Para algunos, no hay dudas: será el acabóse total. Para otros, sobrevendrá «una nueva consciencia cósmica». Y otros tantos pensamos -claro- que no sucederá absolutamente nada.

Miguel Grinberg -ecologista, poeta beat y gurú criollo de la Nueva Era- presiente que «algo raro» cocinan las potencias espaciales a espaldas de la Humanidad. El ex director de la revista Mutantia advierte con preocupación cierto ajetreo tecnológico en el cielo. Y se pregunta, entre retórico y suspicaz, si acaso «ellos» saben algo que nosotros ignoramos.

El cóctel paranoico está servido. Es más, si la creencia en las Profecías Mayas sigue in crescendo, ella podría devenir en profecía autocumplida y desatar microsismos sociales (Y2K remember). Por eso me preguntaba lo del título:

¿Qué planes tenés para el 21 de diciembre de 2012?

(Si te animás a responder, evitá el chiste fácil: para disfrutar de ciertas cosas hay que estar relajado).

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La noche del 18 de junio, la red de TV P.A.T. de Bolivia transmitió en su noticiero central «imágenes del momento previo y después que el avión de Air France chocara», en referencia al trágico destino del vuelo 447. La locutora explica que en una foto «se advierte un hueco» en el fuselaje del avión y en otra se ve a «un pasajero expulsado» fuera de la aeronave. “Las imágenes -abunda- habrían sido tomadas por una cámara digital Casio Z750″, rescatada por la Marina brasileña. «Cotejando el número de serie de la cámara, el dueño fue identificado como Paulo G. Muller, un actor de un teatro para niños conocido en las afueras de Porto Alegre”. También imagina al fotógrafo «de pie durante las turbulencias».

La profusión de detalles ilustraba la falsa precisión típica de quienes pretenden hacer pasar por documento un fraude. Porque las imágenes corresponden al vuelo 815 de Oceanic, el avión de la serie Lost (2004). En ambos fotogramas vemos a Kate Austin y otros elementos de la serie, que comienza cuando un avión se parte en el aire. Abajo, el origen de las imágenes.

El noticiero boliviano –dicen los cables– “fue víctima de una cadena de correos electrónicos”. Por cierto, la conductora de P.A.T., María René Duchén, ensayó una extraña disculpa ante la audiencia.

Ahora bien, ¿puede un noticiero ser “víctima” de un hoax?

Las primeras víctimas son los familiares de las víctimas reales de la catástrofe aérea. Luego los telespectadores. Hace tres años, las mismas imágenes fueron asociadas con la tragedia del Boeing 737-800 de la Aerolínea Gol, estrellado en la selva brasileña con 155 tripulantes a bordo. El año pasado, cuando se cayó el avión de Spanair, el noticiero de Todo Noticias (TN) emitió “la grabación de la caja negra” con la conversación entre los pilotos. Guillermo Lobo, el presentador de la falsa noticia, disfrazó el engaño alegando que “sólo quiso hacer una recreación” de lo que pudo pasar en la cabina. Y todavía está fresca en la memoria colectiva la imagen del turista brasileño fotografiado segundos antes de que el avión de American Airlines chocara contra una de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001.

Me pregunto: ¿cuál fue el error más grave de la producción del noticiero boliviano?

a) ¿Usar como “fuente” una cadena de correos electrónicos?

b) ¿No haber buscado asesoramiento especializado, dado el carácter extraordinario del presunto documento?

c) ¿No reconocer a la serie televisiva más famosa del mundo?

d) ¿Alguna otra cosa que se me escapa?

María René Duchén alegó «no haber asegurado que los hechos fueran totalmente ciertos». Es verdad, al principio ella llega a decir: «aparentemente». ¿Qué valor tiene el uso del condicional en una «primicia» de esta magnitud? ¿Cuántos «habría» y «sería» solemos escuchar o leer en los medios? Cuando el oído se acostumbra a la información basura, muta.
Con resultados monstruosos.

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El avión cruza las nubes sobre el océano y en menos de cuatro minutos 228 vidas se apagan. El Airbus-330 se esfuma de los radares y desaparece del mapa, en un punto equidistante del Atlántico. Pasan las horas, los días. El vuelo de Air France 447 se ha desvanecido. No hay sobrevivientes. Ni testigos. Bueno, sí: un puñado de señales automáticas comunicaron el siniestro. Pero no las causas. ¿Un temporal? ¿Un atentado? ¿Una falla humana? ¿Una avería? La respuesta está, tal vez, en una caja negra. En el fondo del mar.

Pero la ansiedad no espera. Las especulaciones basadas en indicios -su fatídica ambigüedad- desata la desconfianza. Los claroscuros, a veces, se completan con más oscuridad.

Por estos días, un zahorí ecológico detectó que el punto 38 de “la malla de energía cósmica” (suerte de red de meridianos de acupuntura, pero que rodean a la Tierra) coincide con la zona de la catástrofe (ver video). La incertidumbre engendra teorías desmesuradas. La esperanza -o fe, cuando es excesiva- también.

Algunos medios han comparado la tragedia con el argumento de la serie Lost. ¿Y por qué no? Si hasta las víctimas parecen actores de una novela. Dentro del mismo clima, un show televisivo argentino le pidió opinión a un esoterista. Sus productores no han considerado un despropósito convocar a un ufólogo para poner en palabras lo que tantos imaginan: “Un plato volador secuestró el avión”. Porque ya sucedió. Ahí está el caso del piloto australiano Frederick Valentich, desaparecido en octubre de 1978. Además, el legendario vórtice devorador de naves de manufactura humana no está lejos: para hacer cuadrar el Triángulo de la Bermudas basta estirar un cachitín uno de sus vértices.

El viernes 5, el inefable doctor Antonio Las Heras apareció en Hechos y protagonistas, el programa que conduce Anabela Ascar en Crónica TV. Al parecer -me han comentado, yo no lo ví- Las Heras descartó que los pasajeros del Airbus vayan a reencarnar en la isla de Lost. Arriesgó una hipótesis sensiblemente menos novelesca, o con más inserción social: los pasajeros del vuelo 447 podrían haber sido abducidos por una nave alienígena. En 2001, el contactado Sixto Paz Wells postuló el mismo destino para los cuerpos volatilizados en las Torres Gemelas. “Qué raro, semejante desastre y ningún cadáver”. Algo así, dijo. Desde el sábado 6, los rescatistas empezaron a descubrir cuerpos flotando sobre el Atlántico. Serían del vuelo 447. Pase lo que pasare, si la noticia se confirma o no, para el caso da igual: no todos los restos de las víctimas serán recuperados. El conspiracionista no diseña sus teorías con evidencias. Su arte es posible gracias a una astucia superior: teoriza en base a las piezas que faltan. Ahí, en la ausencia de evidencias, reside su poder de persuasión. No puede demostrar nada. Pero tampoco es la idea. El misterio es más jugoso sin respuestas concretas. La sospecha, esa cadena de racionalizaciones ancladas en la imaginación, vuelve a estas conjeturas invulnerables. Más entre los que tienen fe. Como le llaman a la esperanza, cuando es mucha por razones más emocionales que intelectuales.

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Pigs on the wing / Pink Floyd (Animals, 1977)

En el embravecido mar de las creencias conspirativas la imaginación siempre puede volar lejos. Pero nunca tan lejos como las puede llevar su cosmovisión de la realidad. Para algunos, podrían estar sucediendo dos cosas: el calendario maya adelanta -por aquí muchos esperábamos el fin del mundo para 2012- o somos creación de dioses que quieren acabar con su alucinación antes de tiempo. Resulta curioso que aquellas profecías no incluyeran pestes o pandemias entre sus previsiones. Aunque sería menos raro que ellas ahora empiecen a adaptarse a las nuevas preocupaciones.

Si bien ya impresiona que algunos periodistas del misterio deban salir a decir que “los extraterrestres no tienen nada que ver” con la gripe porcina, sorprende menos que empiecen a rodar bolas sobre conjuras siniestras, como la que le achaca a Donald Rumsfeld, ex ministro de Defensa de Bush, intereses escalofriantes detrás de la epidemia.
Luis Alfonso Gámez subraya la responsabilidad de los medios, apurados en retratar un escenario preapocalíptico cuando las cosas todavía no son tan graves. De su blog me apropio de un consejo: leer al historiador Manuel Montero, quien recogió las teorías más bizarras que han proliferado por estos días y señaló el riesgo de hacerles caso.
Para terminar, la justificación del video. El apuercalipsis según Pink Floyd -el tema Pigs on the wing– alude al punto ciego de los pilotos ingleses que les impedía fijar el blanco enemigo. La metáfora no es mala, pero tampoco mía. Es de Ricardo, el héroe desocupado. Sólo agrego que el tema del disco Animals también habla del desencuentro entre los seres humanos.
Algunas ideas locas meten tanto barullo que resulta conveniente tomar medidas preventivas. ¿Recomendaciones? Solamente una: en vez de tirarlas a la papelera, dejémoslas descansar. Así sabremos cuánto duran. Mientras tanto, no las reenviemos. Pueden confundir las lenguas. Es decir, alejarnos de los puntos de encuentro.

Cerditos, digo créditos:
Apocalipsis puerco: el ataque extraterrestre
Apuercalipsis
Blog de J.R.Mora
La influenza porcina ¿beneficia al Tamiflu de Donald Rumsfeld?

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