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Archive for junio 2009

Vean esta imagen de Michael. Todavía era joven, negro y tenía el pelo mota. Posa al lado de E.T., el extraterrestre que tenía miedo, estaba solo y perdido, a tres millones de años luz de su casa. La película E.T., El extraterrestre (S. Spielberg, 1982) fue un espejo donde se reflejó Jackson. Michael Luckman, en su libro Alien Rock: The Rock ‘n’ Roll Extraterrestrial Connection (2005), cuenta que Michael vio el film cientos de veces, también con los niños con los que compartía sus días en Neverland.
Hay una lectura muy oportuna sobre E.T., o lo que esa película representó para la cultura popular norteamericana. Por esos años, a contramano de la devoción universal, el escritor Ariel Dorfman no se mostró embelesado con el mostrenco. La criatura -cruza de tortuga, insecto y feto- “no es un ser absolutamente raro, no significa para el público un verdadero desafío ni exige un ajuste a fondo de sus percepciones o costumbres como un auténtico ser extraterrestre probablemente lo haría”. Para Dorfman, su cabezota y sus ojazos “son rasgos típicamente infantiles y tienen por objeto provocar la automática adhesión de nuestra raza, el deseo de proteger y acariciar al pequeño”. Con todo, el autor de Para leer el Pato Donald (1971) rescató al film porque propuso “tolerar a seres que no son idénticos a nosotros” (¿cómo le iba a restar ese mérito en tiempos de Reagan?). Dorfman destacó que el personaje poseía la inteligencia de un recién nacido “al que se le debe enseñar todo” y admitía -para terminar- que los norteamericanos habían adoptado a E.T. «como se adopta a tantos huérfanos del Tercer Mundo» (1).

¿ALGO MÁS EN COMÚN? Michael Jackson amaba a E.T. Refrendó su amor con los $ 200.000 dólares que pagó por una pintura al óleo donde pidió que lo representaran entre quienes consideraba sus pares: Albert Einstein, George Washington, Abraham Lincoln, la Mona Lisa y E.T. El cuadro (próceres e iconos usaban los mismos guantes y gafas que el Rey del Pop) estaba entre sus más preciadas posesiones en subasta cuando se declaró en quiebra.
La identificación con aquella criatura infantil y solitaria que sólo podía ser comprendida por otros niños pudo haber ido más lejos. Durante sus años en Neverland -rodeado de chicos a quienes, como él mismo reconoció, invitaba a su cama- Jackson soñó construir un platillopuerto donde filmar el primer aterrizaje extraterrestre y manifestó a sus íntimos la creencia -revelada al mismo Luckman y a su amiga Elizabeth Taylor- según la cual él mismo era originario de otro mundo.
Sus arreglos faciales, su impresionante nariz de gnomo cósmico y su vocación por someterse a tratamientos que supuestamente le permitirían ser “más blanco que los blancos” persistirán en el imaginario colectivo. Esos ajustes fisonómicos tuvieron que ver, sin duda, con cierta tensión por trascender su prisión racial. Pero ¿era un “negro vendido”, como alegaban sus críticos? Vamos a ver.

TERRÍCOLA RENEGAU. Jackson suscitaba el fervor de sus fans por sus talentosas performances musicales. Antes de 2005 -cuando comenzó el juicio por pedofilia, cargo del que fue absuelto- irritaba a sus no fans por su presunta condición de “negro renegado”.
La valoración de los norteamericanos blancos hacia el artista pasaba, inevitablemente, por un filtro racial. Eran la cadencia de su voz y su ritmo “típicamente afrobrasileño” las aptitudes que se imponían entre sus admiradores. Alejandro Frigerio señaló que -por más empeño que pusiera él, y sus millones invertidos en cirugías-, Jackson no podía ser sino negro. “Su osadía -escribe Frigerio, en una nota que aconsejo leer completa– fue su intento de quebrar barreras raciales”. Era su intención de “blanquearse” lo que indignaba. “No señor, eso no se puede”, ironiza el antropólogo. ¿Ser negro? ¿Ser blanco? “Son dos estados diferentes del ser”. Frigerio postula que el trabajo que hizo en su cuerpo el artista fue una iniciativa algo más compleja que “cambiar de color”. Y recuerda el tema donde Jackson cantaba: “No quiero pasar el resto de mi vida siendo un color”. Michael -interpreta Frigerio- «no quiso que su vida fuera definida solamente por su color» (2).
Quién sabe si además fue a buscar otras tonalidades a su planeta natal, al que imaginaba como “una caprichosa anomalía en el océano sideral”.
No, la verdad es que no debió resultar fácil ser Michael Jackson.

Notas
1) Dorfman, Ariel; Como se adopta a un huérfano, en Clarín, 5/05/83.
2) Frigerio, Alejandro; «Moonwalker». En Afroamericanas, 26/06/09.

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El video corresponde al noticiero 12Minutos (en inglés). El exorcismo completo está aquí.

“¡Ven, demonio homosexual, sal de ahí y abandona este espíritu! ¡Afloja tu puño, Lucifer!”, grita una mujer, asistida por un morochón grandote. “¡Ahora mismo, en el nombre de Jesús!”, continúa. Patricia McKinney –pastora de la iglesia Manifested Glory Ministries– no expulsa demonios de cualquier espíritu caprichoso. Ella se especializa en liberar del cuerpo de los fieles al “culpable de su homosexualidad”. Que no es otro que el mismísimo Diablo.

El ministerio de McKinney funciona en Bridgeport, Connecticut, Estados Unidos. Los grupos que velan por los derechos de la comunidad gay-lésbica pusieron el grito en el cielo. Es que -si ya tienen bastante que lidiar con la Iglesia Católica, que considera a la homosexualidad una enfermedad- ahora tienen que enfrentarse con grupos evangélicos que equiparan su opción sexual con la posesión diabólica.

McKinney se defiende. Dice que el exorcisado es mayor de edad. Que acudió a su templo pidiendo ayuda. “Pensamos que un hombre debe estar con una mujer y una mujer con un hombre. No tenemos nada contra los homosexuales. Simplemente, no estoy de acuerdo con su estilo de vida”, dijo a una agencia.

EXODO ROSA. Si la Iglesia Católica condena a la homosexualidad por decreto papal, ciertas congregaciones evangélicas no les van a la saga. Una de ellas, Exodus Internacional, ofrece terapias para “corregir la distorsión”. Hace unos años, un dirigente argentino se les dio vuelta. En 2007 dio a conocer en Youtube el retorno a “su” normalidad. Durante diez años, José Luis Maccarone lideró una sección de Exodus, uno de los más poderosos ministerios que reúne a ex gay. Dios -creía José Luis- no lo había creado “así”. En Exodus ocupó cargos jerárquicos. Su vida llegó a ser un símbolo. El testimonio de su conversión, cuenta, representó una esperanza para muchos evangélicos homosexuales que lo seguían. Pero en su mente libraba una lucha secreta. Tanta responsabilidad se tornó un infierno para él. Hasta que explotó. Se sintió un traidor, y ya no lo pudo manejar. Al punto que decidió quitarse la vida. Falló. Sobrevivió para contar que el grupo le hizo vivir una vida de fantasía. Su condición sexual era una cárcel y quiso dejar de ser un “ex gay”. Cuando salió -lo dice en el video- se sintió “como un bebé en una autopista”. Su experiencia no es menos dramática que la de la exorcista yanqui que expulsa diablitos gay del closet en nombre de Jesús.

Enlaces
Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM)

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Faltan tres años para el cierre de la primera oferta apocalíptica del milenio. La prensa del acontecimiento -o del no acontecimiento, según se crea- viene pisando fuerte. Parte de esa aplanadora galáctica es 2012, la película de Roland Emmerich, que estrena en noviembre de 2009 –Yahoo! ofrece un avance exclusivo-. El director de Día de la Independencia (ID4) (1996) y El día después de mañana (2004) promete lluvias meteoríticas a rolete, ciudades aplastadas por tsunamis virulentos y un desolador paisaje de catástrofes masivas. ¿Cómo encaja el film en los sueños y las pesadillas del mundo real? Para algunos, no hay dudas: será el acabóse total. Para otros, sobrevendrá «una nueva consciencia cósmica». Y otros tantos pensamos -claro- que no sucederá absolutamente nada.

Miguel Grinberg -ecologista, poeta beat y gurú criollo de la Nueva Era- presiente que «algo raro» cocinan las potencias espaciales a espaldas de la Humanidad. El ex director de la revista Mutantia advierte con preocupación cierto ajetreo tecnológico en el cielo. Y se pregunta, entre retórico y suspicaz, si acaso «ellos» saben algo que nosotros ignoramos.

El cóctel paranoico está servido. Es más, si la creencia en las Profecías Mayas sigue in crescendo, ella podría devenir en profecía autocumplida y desatar microsismos sociales (Y2K remember). Por eso me preguntaba lo del título:

¿Qué planes tenés para el 21 de diciembre de 2012?

(Si te animás a responder, evitá el chiste fácil: para disfrutar de ciertas cosas hay que estar relajado).

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Es periodista, editor, guionista, poeta, músico, letrista y cantor de milongas. Todo eso. Pruebas: es coautor de la ópera cumbia Mueva la Patria y del soberbio diccionario Puto el que lee. ¿Qué más decir de Pablo Marchetti? Que es un tipo talentoso, histriónico y reflexivo. Que es pelado, corpulento y alegre. Que compuso «Anarquía en la Republiqueta», donde imagina la revolución menos pensada, y «Compañera», una milonga triste, provocadora y fascinante destinada al amor que supo conseguir la montonera más hermosa del barrio. Que también escribió la maravillosa «Milonga paranormal», que ya traje por aquí.
Terco buscador de lenguajes alternativos, Marchetti es un artista, digo, es un periodista que sabe trabajar en equipo y deshacer la realidad social mediante la sátira. Por eso es tan suya Barcelona, la pervertida revista que fundó con un grupo de amigos allá por 2004. Entre ellos, Daniel Paco Riera, escritor y ventrílocuo, quien con su inseparable Oliverio son anfitriones del show que Falopa presenta todos los viernes en (Hipólito Yrigoyen 1440).
En esta sección suelo hacer tres preguntas y ya. Iban a ser “¿Qué coche manejarías, en qué barrio vivirías, quiénes serían tus amigos si fueras estadounidense, holandés o franco-belga?”. No se las hice: son escenarios imposibles de imaginar. Marchetti es argentino. No le queda otra. Es argentino y hace lo que le gusta. De todo y bien: canta bien, escribe mejor, actúa y cuesta darse cuenta de que eso que sucedió fue una actuación.
Presencié una performance de Falopa el viernes 12 de junio. No haré una crítica musical –eso lo dejo a los que saben– pero quiero decir que fue una experiencia increíblemente placentera. Adictiva –te mata la ansiedad por disfrutar el tema que sigue- y divertida: hacía rato que no me reía tanto. ¿Qué es Falopa? Yo sé que es una obra de arte ácido hecha de guitarras, humor y poesía.
Pero fui a preguntárselo a Pablo.

1. ¿Qué es Falopa?
-Creo que es música urbana porteña, pero música orillera. O sea, con las influencias de todo lo que puede traer el río marrón que confluye en la ciudad. La base rítmica es la milonga, y la base poética, las décimas, pero de allí el barco puede traer una zamba, una chacarera o aires litoraleños. Aunque también estamos abiertos a lo que hay en la ciudad, sin necesidad de ver qué trajo el río: tango, cumbia, vals, y sobre todo es música de guitarras: son canciones que se pueden tocar sin amplificación, en un fogón o en el living de una casa.
2. ¿Cómo surgió?
-Fede Marquestó (a quien conocí porque mi hija y su hijo eran compañeros de jardín y con quien me subí por primera vez a un escenario para tocar en el acto de fin de curso de sala de cinco) me propuso hacer algo con esta formación y quiso que yo cantara. El quería hacer tangos satíricos y bizarros de las décadas del 20 y 30, pero yo le dije que no, que quería hacer temas propios. El problema es que no sabía el tono que quería que tuvieran los temas. Así estuve como cuatro meses medio empantanado, sin saber para dónde ir. Obviamente, en cuanto surgió el primer tema, la composición empezó a fluir como catarata y hoy tenemos unos 40 temas, entre los que están y los que están ahí, en gateras.
3. ¿Cómo se te ocurrió Milonga paranormal? (perdón, esta nota sale en Magia Crítica).
-“Milonga Paranormal” fue el tema fundacional del conjunto Falopa. Desde el título, es una parodia a «Milonga sentimental». Pero yo no quería hacer un grupo paródico, odio eso. Como también odio cierta tendencia de letristas nuevos del tango que creen que para actualizar el género hay que reemplazar los adelantos tecnológicos: en lugar del farolito, la conexión wi-fi; en lugar del empedrado, la autopista; en lugar de la cartita de amor, facebook. Y junté esas dos cosas que odio y las llevé al extremo, como una declaración de principios o un escupitajo, pero también con la intención de encontrar allí una buena historia. Hay ahí una enumeración de todos los lugares comunes de lo paranormal. Y el tema comienza «Milonga para olvidarte, milonga paranormal», cuando milonga sentimental dice «milonga pa’ recordarte, milonga sentimental». Hay otros temas en los que se juega con el nombre de temas conocidos («Zamba de mi escepticismo», «Anarquía en la Republiqueta», «Strawberry Fizz Forever») pero este es el único que tiene una referencia directa a la canción a la que alude.

Enlaces
«Milonga Paranormal» y «Anarquía en la Republiqueta» aquí.
Poema que Pablo Marchetti dedicó a Raúl Alfonsín, el padre de nuestro escepticismo, aquí.

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La noche del 18 de junio, la red de TV P.A.T. de Bolivia transmitió en su noticiero central «imágenes del momento previo y después que el avión de Air France chocara», en referencia al trágico destino del vuelo 447. La locutora explica que en una foto «se advierte un hueco» en el fuselaje del avión y en otra se ve a «un pasajero expulsado» fuera de la aeronave. “Las imágenes -abunda- habrían sido tomadas por una cámara digital Casio Z750″, rescatada por la Marina brasileña. «Cotejando el número de serie de la cámara, el dueño fue identificado como Paulo G. Muller, un actor de un teatro para niños conocido en las afueras de Porto Alegre”. También imagina al fotógrafo «de pie durante las turbulencias».

La profusión de detalles ilustraba la falsa precisión típica de quienes pretenden hacer pasar por documento un fraude. Porque las imágenes corresponden al vuelo 815 de Oceanic, el avión de la serie Lost (2004). En ambos fotogramas vemos a Kate Austin y otros elementos de la serie, que comienza cuando un avión se parte en el aire. Abajo, el origen de las imágenes.

El noticiero boliviano –dicen los cables– “fue víctima de una cadena de correos electrónicos”. Por cierto, la conductora de P.A.T., María René Duchén, ensayó una extraña disculpa ante la audiencia.

Ahora bien, ¿puede un noticiero ser “víctima” de un hoax?

Las primeras víctimas son los familiares de las víctimas reales de la catástrofe aérea. Luego los telespectadores. Hace tres años, las mismas imágenes fueron asociadas con la tragedia del Boeing 737-800 de la Aerolínea Gol, estrellado en la selva brasileña con 155 tripulantes a bordo. El año pasado, cuando se cayó el avión de Spanair, el noticiero de Todo Noticias (TN) emitió “la grabación de la caja negra” con la conversación entre los pilotos. Guillermo Lobo, el presentador de la falsa noticia, disfrazó el engaño alegando que “sólo quiso hacer una recreación” de lo que pudo pasar en la cabina. Y todavía está fresca en la memoria colectiva la imagen del turista brasileño fotografiado segundos antes de que el avión de American Airlines chocara contra una de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001.

Me pregunto: ¿cuál fue el error más grave de la producción del noticiero boliviano?

a) ¿Usar como “fuente” una cadena de correos electrónicos?

b) ¿No haber buscado asesoramiento especializado, dado el carácter extraordinario del presunto documento?

c) ¿No reconocer a la serie televisiva más famosa del mundo?

d) ¿Alguna otra cosa que se me escapa?

María René Duchén alegó «no haber asegurado que los hechos fueran totalmente ciertos». Es verdad, al principio ella llega a decir: «aparentemente». ¿Qué valor tiene el uso del condicional en una «primicia» de esta magnitud? ¿Cuántos «habría» y «sería» solemos escuchar o leer en los medios? Cuando el oído se acostumbra a la información basura, muta.
Con resultados monstruosos.

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Manuel Borraz Aymerich, amigo de la casa y miembro de la Fundación Anomalía, propone a la consideración de ufólogos y aspirantes a serlo un test dedicado a quienes deseen poner a prueba su capacidad para identificar objetos celestes.

¿Qué cosa es eso que aparece sobre el barco de la foto?

a) Un globo luminoso de 45 metros de diámetro suspendido a 150 metros sobre el barco.

b) Un trozo de roca de 3.480 kilómetros, situado a 380.000 km del barco.

c) Un fenómeno imperceptible para los testigos pero que apareció plasmado en la foto.

La respuesta será publicada en la sección comentarios.

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El sorprendente, refulgente, insolente, trepidante, inescrutable conjunto de música ciudadana Falopa hoy celebra cumple en Mú, punto de encuentro, en Hipólito Yrigoyen 1440 (ex casa de las Madres), La reina del Plata (Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Si la info te llega tarde, nuevas oportunidades aguardan (consultar en Myspace). Dejo a los seguidores de Magia Crítica con uno de mis temas favoritos, grabado en el pasado viernes 12 (apreté play cuando la canción había empezado, lo siento).

Milonga paranormal

Milonga para olvidarte
milonga paranormal
un médium me la ha dictado
abducción satelital.

Milonga cómo te odio
milonga paranormal
nacida en vidas pasadas
no conoce el arrabal.

Milonga de antenas verdes
y de platos voladores
de muy bajo presupuesto:
ya vendrán tiempos mejores.

Con versos de poca monta
escritos por cualquier opa
que se acuerda qué se dice
en el juego de la copa.

Cachá la nave y volá
no te quedés con las ganas
milonga de los fantasmas
y de galaxias lejanas.

Milonga que sabe y reina
milonga que lleva el cetro
de espíritus vagabundos
milonga de los espectros.

No me verás por la calle
no me preguntes si existo
milonga de los vampiros
milonga del anticristo.

De sonidos fantasmales
desde el principio hasta el fin
milonga aullido de lobos
y el vibrar de un theremin.

Milonga para olvidarte
milonga paranormal
un médium me la ha dictado
abducción satelital.

De zombies y de difuntos
que vienen a hacer el mal
milonga cómo te odio
milonga paranormal.

Conjunto Falopa
Integrantes: Federico Marquestó: guitarra, composición, arreglos, dirección musical. Francisco Huici: guitarra, guitarrón, charango. Gustavo Carretino: guitarrón, guitarra. Juan Spolidoro: guitarra. Pablo Marchetti: voz, palabras, composición.

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Hoy murió Fernando Peña. Tenía 46 años. Actuaba, escribía, pensaba. A veces irritaba, otras enardecía. O enternecía. Pero siempre, siempre, fogoneaba. Era de esas inteligencias atropelladoras, impulsivas, que se las arreglaba para dejarte pensando. No era santo de mi devoción -no lo escuchaba en la radio-, pero seguía sus notas, que publicaba acá al lado. Algunas veces me dije: “¡Genial!” Y otras: “¿Cómo puede decir semejante barbaridad?”. Es que él decía, simplemente, lo que pensaba. Muy inusual el tipo: no tenía filtro. Y no lo tenía porque era libre. O todo lo libre que es posible ser en esta prisión.

Peña fue, ante todo, un extraordinario artista. Alguien que generaba pasiones. Pasiones en toda la gama del espectro.

Cuando en su debate con Luis D’Elía éste le dijo: “perdiste el ángel, Peña”, le dí la razón. El piquetero le había pasado por encima. Nunca había visto a Peña desangelado. “Le puso límites a su soberbia otro de su estatura”, pensé. Ahora no sé. Me alcanza con saber que es una gran pérdida. Si esta noche estuviera Tinelli, mi sugerencia hubiera sido que apagaras la tele y salieras a la calle a ver el eclipse. Se fue un ángel molesto de la cultura rioplatense y se lo va a extrañar, a él y a sus benditas insolencias.

Peña sobre sí mismo: «Sóy un pulpo que absorbe todo lo que el mundo tiene para dar».

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Los colegas empezaron a leer Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina. ¿La verdad? No sabía que el libro iba a ser recibido con tanta benevolencia. Primero agradezco a mis primeros lectores. Mariana Comolli, por ejemplo, se hizo eco de la abducción de Catherine Fulop en Semanario cuando el libro todavía no estaba en la calle. Débora Goldstern me hizo una gran entrevista en su blog Crónica subterránea. También estuvo bárbaro el reportaje de Javier Sinay para Ciudad.com y Clarín, así como el de Mora Cordeu, de la agencia Telam, texto que publicaron varios medios de todo el país, como La Capital de Mar del Plata. También agradezco a Auri Gorosurreta y Maximiliano Sardi por permitirme explicar cómo reconocer invasores en la revista Hombre, aunque el precio haya sido disfrazarme del Capitán James Tiberius Kirk. Mil gracias, también, a los colegas Luis Alfonso Gámez, autor de la primera reseña de Invasores en Magonia, a los exagerados comentarios de Luis Ruiz Noguez en Marcianitos Verdes, a Abel Gilbert, de El Periódico, a la desmesurada apología de Diego Zúñiga en La Nave de los Locos y a las piadosas críticas de Rivera Westerberg, en Sur y Sur y Federico Kukso en Crítica de la Argentina (¡zafé con un 7, mami!). No voy a repetir la gratitud que siento hacia Mariana Guzzante, del diario Los Andes, y Fernando Toledo, de Diario Uno, por sus entrevistas cuando visité Mendoza. Otras noticias, como el amable comentario de Diego Rojas en Veintitrés, no están online. Por eso fueron a parar al archivo de Invasores en Flickr.

Lo que nunca imaginé fue el generoso despliegue que le iba a dedicar a Invasores el diario Página 12. La imagen que ilustra esta entrada –Abducción criolla– es la tapa del suple dominical Radar del 14 de junio. Bajo el título Los enanitos verdes, la entrevista de Juan Pablo Bertazza incluye un malherido recuadro sobre el trotskismo galáctico (una minbiografía de Homero Cristalli, el fundador del posadismo) y una cronología de los invasores, rápida sinopsis del libro que invito a leer a quienes no tienen la más pálida idea de lo que estoy hablando.

A todos, incluidos los programas de radio -y, a las perdidas, tevé- que le dieron al libro algo de aire, muchísimas gracias.

De paso, les recuerdo que Invasores tiene su propio blog.

De yapa, cierro con el último comunicado del Comandante Clomro. En casi diez minutos (paciencia…) explica por qué mantuvo su identidad en reserva y por qué decidió dar la cara en Invasores.

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¿Oyó usted hablar del varkulets? Quizá no. Pero no hay de qué preocuparse, no es una omisión grave en su cultura general: este idioma es parte de una tradición hermética. La extraña lengua fue difundida por Eustaquio Zagorski (1904-1981), un contactado polaco establecido en la Argentina en 1929 que atendía una sastrería familiar en el barrio de Avellaneda. En los sesenta disfrutó de una módica fama cuando pasó por Sábados Circulares de Mancera. Soltero a sus 68 años, en 1973 se definía como católico, buen lector de la Biblia y memorioso. Tanto que alcanzaba a recuerdos de sus vidas anteriores. En junio de ese año, Eustaquio le confió al diario La Razón que era visitado desde 1967 por dos seres de otro mundo. No eran distintos de los humanos salvo por su mentón, algo prominente. Zagorski juró que los visitantes eran oriundos de Ummo, un planeta en órbita alrededor de la estrella Wolf 424. Sus embajadores en la Tierra remitían por correo ordinario informes científicos donde reiteraban el ruego más inquietante que alguien puede esperar de extraterrestres de verdad: “Por favor, no nos crean”.

FIERRO PHONE HOME. El encuentro de Zagorski con los ummitas no fue tan extraordinario como otro que sucedió el mismo año en el Observatorio Astronómico Adhara de San Miguel, provincia de Buenos Aires. En el edificio, también sede de una misión jesuítica, Eustaquio fue recibido por el padre Benito Segundo Reyna (1900-1982), el más famoso religioso de la época interesado en los ovnis. Durante la charla, el contactado le explicó el origen del varkulets mientras el sacerdote examinaba un voluminoso manuscrito. Era una versión del Martín Fierro traducida a un idioma extraterrestre. La primera referencia conocida del incunable aparece en el libro Martín Fierro en el mundo de los idiomas (2003), escrita por el comodoro (RE) Santos Domínguez Koch (1926-2008). Tras algunas morosas gestiones, logré conversar con el autor del más completo catálogo de traducciones del poema fundacional de la literatura gauchesca. Quedamos en compartir un café en su casa, donde me iba a permitir hojear el maravilloso texto. Por teléfono, el militar me adelantó que en 1978 recibió en su oficina a un señor mayor acompañado por un sacerdote. El traductor sacó de un maletín el ejemplar y un bolígrafo, con el que escribió una dedicatoria en varkulets, como llamó a la lengua desconocida.

En su bibliografía, Domínguez apuntó que el varkulets era una lengua indoamericana. Mi información, le dije, era distinta. El idioma había sido utilizado por una sola persona: Eustaquio Zagorski.

El trotamundos polaco nunca había ocultado haber aprendido la lengua de los extraterrestres. Más bien, se ufanaba de ello. Yo esperé que Domínguez Koch rechazara mi comentario con indignación, sorpresa o con una carcajada, pero en la línea se produjo un silencio.

–Lo conversamos personalmente ¿le parece?

Me pareció bien.

Nuestro encuentro se fue postergando hasta que una zancadilla del destino la sepultó para siempre. El comodoro falleció el 2 de abril de 2008.

La historia del lenguaje de Ganímedes no hubiera trascendido la nota al pie si el padre Reyna no hubiera propuesto a Zagorski un ambicioso desafío: traducir el Martín Fierro a su lengua materna. Eustaquio y el padre Reyna visitaron a Domínguez Koch cuando éste coordinaba la División O.V.N.I. del Servicio de Inteligencia de Aeronáutica. Cuando el militar vio los poemas dibujados en esa exquisita caligrafía alienígena decidió comenzar a coleccionar las traducciones de la obra de José Hernández (1834-1886). Reunió cuarenta. Ninguna tan rara, inspiradora y a la vez familiar como el varkulets.

Zagorski también intercambió alguna correspondencia con el doctor Oscar Galíndez, un joven abogado cordobés que presidía el Círculo Argentino de Investigaciones Ufológicas (C.A.D.I.U.). En los setenta, Zagorski le envió un manuscrito de doscientas once páginas. En los primorosos caracteres del varkulets, impresos en carbónico azul y semejantes a trazos arábigos, el contactado exhumó su vida en el satélite de Júpiter. En 1974, Galíndez publicó un estudio lingüístico donde develó que tanto la fonética como la sintaxis del varkulets eran una mera trasposición del castellano. El lenguaje de Ganímedes no tenía identidad propia: era una creación consciente inspirada en el español. “No hay ninguna fundamentación científica –escribió Galíndez– para sostener su procedencia extraterrestre”.

Aquel artículo, que recordó el papel de la ciencia ante las afirmaciones sensacionales, también diseminó la idea de que la lengua extraterrestre de Zagorski fue una superchería que no tuvo otro escenario que la mente del contactado.

Pero estas historias no terminan con hallazgos fascinantes como el de Galíndez, según el cual la gramática de Ganímedes es idéntica al castellano. Para mí, la fantástica obstinación de Zagorski por revelar al mundo su experiencia, y deslumbrar con una obra a la que dedicó considerable tiempo y energía, tiene el mismo valor histórico que la del científico que se ocupó de refutarla.

La increíble saga vivida por el traductor, el sacerdote y el coleccionista es parte del primer capítulo de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Editorial Sudamericana, 2009), un libro dedicado a indagar cuánto hay de humano en la experiencia extraterrestre y cuánto hay de extraterrestre en la cultura humana.

RAROS IDIOMAS NUEVOS. La creación de jeringonzas artificiales no siempre ha sido una afición ocultista. También ha buscado soluciones prácticas. El volapük, creado por el clérigo bávaro Johann Martin Schleyer (1831-1912), y el esperanto, iniciativa de otro polaco, el médico L. L. Zamenhof (1859-1917), pretendieron facilitar la comunicación entre diferentes culturas. Las dos lenguas fueron acusadas de “fomentar la conspiración sionista” por el nazismo. La primera casi ha muerto; la segunda sobrevive; en Brasil, curiosamente, es activamente promovida por el movimiento espiritista. Otras lenguas persiguieron fines artísticos. Xul-Solar (1887-1963) creó la panlengua y el neocriollo, J.R.R. Tolkien (1892-1973) jugó con el idioma élfico en El Señor de los Anillos (1954-55), Oliverio Girondo (1891-1967) creó su propio argot en En la masmédula (1956) y Charly García compuso Eiti Leda (luego Serú Girán, 1978). En una línea parecida, es irresistible mencionar a la lengua alienígena más popular del universo de Star Trek (Viaje a las Estrellas, Gene Roddenberry, 1966). Millares de fans de la serie adoptaron el klingon como segunda lengua. Sin embargo, nadie acusaría a los trekkies de tener sus facultades mentales alteradas: usan el idioma por hobby, devoción o para conversar con fans que comparten el mismo compromiso con la serie. La compañía de Roddenberry concretó proyectos heroicos.

En 1985, el lingüista Marc Okrand, creador del idioma klingon, escribió El Diccionario Klingon. En el 2000, el Instituto del Lenguaje Klingon, dedicado a su estudio y enseñanza, tradujo Hamlet, de William Shakespeare (1564-1616), al idioma oficial de Qo’noS, el planeta natal del teniente Worf. El kligonés es limitado: si alguien quiere hablar de otra cosa fuera de batallas galácticas, le faltarán palabras. Pero ya alcanzó la misma difusión que el esperanto. Sitios web como Google lo ofrecen como una lengua más. También sufrió equívocos que no tienen nada que envidiarle a mitologías espontáneas. En el 2003, la agencia Associated Press informó que funcionarios del condado de Multnomah, Oregon, buscaban intérpretes de klingon para un hospital psiquiátrico local. “Tenemos que dar información en todos los idiomas que hablan nuestros pacientes”, decía el cable. David Samuels, doctor en antropología de la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos, consideró que creerse un klingon no era imposible, especialmente si un fan de la serie sufría un brote psicótico. Samuels dio la versión por buena sin notar que la noticia era falsa. Pero la parodia fue tan sutil que desató una leyenda urbana.

¿Qué depara a los argentinos que esperan soluciones del cielo? Quién sabe. Pero una pléyade de contactados, ufólogos y profetas extraterrestres jura tener la respuesta.

Resumido y adaptado del primer capítulo de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Sudamericana, 2009)

Bibliografía consultada

Galíndez, Oscar A. «Criptoanalisis del varkulets», en revista OVNIS, Un Desafío a la Ciencia (1974), Nº 1, CADIU, Córdoba, pgs. 22/25.

Samuels, David; “Alien Tongues” (2005), en E.T. Culture: Anthropology in Outerspaces (Debbora Battaglia comp.) Durham, N.C.: Duke University Press. Pp.116.

Finkelstein, Seth. ‘Klingon Language’ Interpreter Urban Legend (2003).

(c) Alejandro Agostinelli. Publicado en revista Noticias Nº 1694, 13-06-09. Descargar nota original de aquí). Detalle sobre el dibujo del genial Fedhar que ilustra esta nota: el artista tradujo el texto («Martín Fierro») al varkulets. Resumen del Capítulo I de Invasores.

Enlaces

Comentario de Oscar A. Galíndez sobre Invasores.

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Hay pocas cosas tan interesantes -hablo de mi caso, admito que puede haber otras opiniones- como un buen debate entre ateos y religiosos, o viceversa. Disfruto más de estos debates cuando sé que en la tele están pasando Gran Cuñado, o cuando el noticiero habla sin parar del empate entre Chacarita y Vélez, como si en el mundo no estuviera sucediendo nada más importante. De los cientos de programas del género que ofrecen sitios como Youtube o Godtube tengo dos favoritos. Uno, Does God Exist?, que la American Jewish University presenta como “un debate sobre el papel de la religión y la fe en la sociedad”.

Este video es un gracioso match retórico entre dos antagonistas radicales que nunca pierden la compostura: Sam Harris, autor de Carta a una Nación Cristiana (RH, 2006), y El fin de la fe (Paradigma, 2007) y David Wolpe, rabino del Templo de Sinaí, también autor de varios libros y promotor entusiasta del diálogo con no creyentes: ya polemizó con Christopher Hitchens, Steven Pinker y Roger Cohen. Harris es un agudo comunicador, capaz de desarticular el argumento de su rival sin ofender en lo más mínimo su persona.
Wolpe dio razones más bien nebulosas para creer y Harris replicó que hay creencias que deberían ser tan respetables como las religiosas que “no entran en las universidades ni hacen temblar a las corporaciones”. ¿En qué difieren estas creencias con las de las religiones establecidas? En su mal aspecto. Por eso las cosas se ponen difíciles para los que creen que Elvis Presley está vivo. “Si alguien expresa seriamente esa creencia (en una charla, en una primera cita, en una entrevista laboral), esta persona inmediatamente paga un precio”, dijo Harris. No es que algunas creencias no prosperen por falta de adeptos, o porque sus fundamentos no son mejores que los de otras religiones, sino porque sus postulados son más vulnerables a la refutación.

En otro programa, emitido en 2007 por la cadena ABC (N. del A. 2013: que estaba online pero dieron de baja), los evangélicos Kirk Cameron y Ray Comfort, de la iglesia The Way of the Master, desafiaron a dos ateos a refutar sus “pruebas” sobre la existencia de Dios. Cameron y Comfort aseguraron que iban a dar pruebas de su existencia sin usar la Biblia. Brian Sapient, seudónimo del fundador del grupo norteamericano Rational Response Squad, y alguien más, se encargan de rebatir sus presentaciones. El desafío publicitó mucho a esta brigada de choque atea, que impulsa un movimiento de blasfemia activa desde 2006. (El grupo convoca a los ateos a «salir del placard», pero en los combates ideológicos que libran en los medios ¡usan seudónimo!).
Es tremendo ver cómo quedan pagando. Adivinen quiénes.

Enlaces

Otro debate que sin desperdicio tuvo lugar entre Sam Harris y John Meachman. Lo publica Razón Atea.

Emisión completa de Does God Exist? (en inglés).


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El 10 de junio de 2009, el Tribunal Nº 1 de Morón consideró al padre Julio César Grassi -fundador de la Fundación Felices Los Niños– autor penalmente responsable del delito de abuso sexual, agravado por tener a su cargo la educación y guarda de la víctima. La sentencia no es firme, pero tampoco liviana. Recibió una condena a 15 años de prisión por abuso sexual y corrupción de menores. Fue absuelto por las acusaciones de otros dos denunciantes, pero sus defensores todavía pueden apelar. Y sigue en libertad porque para el tribunal «no hay riesgo de fuga» del procesado –una medida excepcional que ya ha sido cuestionada por penalistas-. Luego, podrá ir preso.

Hasta aquí la noticia. Ahora, mi comentario: Raúl Portal, principal defensor mediático del sacerdote, siempre se mofó de los adivinos. Pero, a minutos de conocer el fallo, vaticinó: “Estoy feliz porque sé que el padre Grassi no irá a prisión”. El amigo del cura agregó: “Esta es una victoria dolorosa pero recuerden que nadie ganó un partido sin perder un set. Mirá lo que quedó del violador serial. Si te acordás, eran como treinta los chicos que lo acusaban, le decían ´violador serial´, ahora resulta que solamente violó a uno y dos veces, es un chiste”, le dijo a Mirtha Legrand. «¡Quedó uno. Fue uno sólo Julio!», dice La Nación que exclamó Portal, en referencia a que el tribunal aceptó solamente el testimonio de uno de los tres denunciantes.

Yo me pregunto: ¿Cuál es el chiste? Entre los que pueden tomarse este asunto a risa, ¿de qué se reirían? Si no entiendo mal, a Portal le alegra que Grassi -según los jueces- “sólo violó a uno y dos veces”. Ya sé: la condena no fue tan dura como algunos esperaban, el religioso sigue en libertad condicional y, para Portal, el sacerdote merecía ser declarado inocente. Pero, reitero, ¿cuál es la gracia? ¿Qué festeja Portal? ¿No había dicho hasta el hastío que iba a confiar en el veredicto judicial? ¿Hay algo que me pierdo? No entiendo. Juro que no entiendo. No voy a abundar sobre el caso Grassi. Voy a ver qué se me ocurre decir sobre “el caso Portal”.

PRENDO EL TIRAMERDIS. Digo que no entiendo, pero también puedo intentar algo. ¿Quién es Portal? Al parecer, un tipo convencido de la inocencia de su amigo. Nunca habrá nadie en el mundo capaz de convencerlo de que el padre Grassi es otro oxidado eslabón de la larga cadena de abusos sexuales que jalona la historia de la Iglesia Católica.

No tengo nada a favor ni en contra de Portal, por favor. Pero algunos recuerdos tengo. Por ejemplo, me acuerdo de su ardorosa adhesión al Proceso, estigma del que no se libró ni siquiera cuando reclutó para su programa PNP (Perdona Nuestros Pecados) a Federica, hija de Miguel Pais, un arquitecto secuestrado y desaparecido por la dictadura militar. O de Notidormi. Cómo olvidar aquel programa, que predicaba un optimismo militante -adobado con generosas raciones de escapismo terapéutico-, y de sus asertivas consignas morales: “¡Apaguen el tiramerdis!”, “¡Hop!”, “¡Todo maravilloso!”. Su oferta de alegría mayorista no era menos mala que la actual decadencia de la tele, que excedió holgadamente la de la era menemista. Pero su euforia, en aquel momento, contrastaba. Revistas como Humor lo acusaban de promover una lobotomía pública y de ocultar la realidad. (Vale recordar que su expresión “¡Abajo el caraculismo!” es deudora del periodista Aquiles Fabregat. El notable humorista creó el concepto “caraculismo”. Sin pedir permiso, Portal lo tomó de un artículo de Humor. Fabre, un caballero oriental, jamás se lo reprochó.)

Allá lejos también quedaron sus embates contra curranderos y manochantas, tan contradictorios como selectivos. En 1988 solía invitar a un programa de cable a un malandrín conocido como “profesor Lotito” (¿vale la pena aclarar que no era profesor de nada?) y en 1997 tenía a un columnista -un tal “doctor Kerschen”- que prometía enfrentar el cáncer con una sospechosísima medicación homeopática.
Pero Portal se ríe de las personas que dijeron que su amigo, el padre Grassi, las hizo sufrir. Sus relatos, por fin, se traducen en justicia. El sacerdote acusado de pedofilia y sus amigos ahora mandan secuaces rentados a victorearlo en los tribunales.

CARA DE PIEDRA GRASSI. Tengo otros recuerdos. Algunos exasperantes. Como los aprietes y amenazas que recibieron los testigos. O la cara del cura, petrificada desde la entrevista que Miriam Lewin le hizo para Telenoche Investiga. Su imagen victimizándose, una y otra vez, su imagen denunciando la existencia de un sórdido complot, una vez y otra, no dejará de repiquetear en la memoria colectiva de los argentinos.

Con todo, el servilismo mediático ya no parece rozar los niveles de escándalo que alcanzó hace algunos años. A fines de 2002, cuando obtuvo el régimen de libertad vigilada, Canal 9 musicalizó su salida con el Himno de la Alegría como cortina de fondo de la escena del cura y sus amigos, llevándolo en andas como si celebraran la resurrección del Mesías.

No sé por qué se me hace que la reacción de Portal, cuando dice estar feliz, cuando dice «fue sólo uno», piensa más en su amigo que en sus víctimas. Su profecía, opuesta a la orientación del dictamen, seguramente fracasará. Y ojalá que al cura lo sigan todos los que abusan de su autoridad para doblegar la voluntad de personas inocentes. Pero, si somos realistas, debemos tener claro que las cosas nunca serán así. En este tipo de casos, las evidencias son muy difíciles de reunir. Si los verdugos además son influyentes, más difícil todavía. Por eso me parece casi milagroso que el padre Grassi no haya sido absuelto de todos los cargos. Pero no estoy feliz por eso. Ni por ninguna otra cosa que tenga que ver con una historia que ha dejado a unas cuantas vidas destrozadas, especialmente la de los chicos que encontraron en la Fundación Felices Los Niños su único hogar.

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El 22 de febrero de 1993, Alejandro Borgo, Enrique Márquez, Enrique Carpinetti, Arturo Belda y quien escribe participamos en Metete, un programa que emitía ATC (ahora Canal 7) y conducían Horacio De Dios, Raúl Urtizberea y Luisa Delfino. Aquel día el tema era «Parapsicología: ¿ciencia o superstición?». Una semana antes, en el mismo programa, Antonio Las Heras había defendido a la parapsicología científica y parecía sostener una actitud crítica hacia los cultores de las mancias. Pocos sabían que Las Heras comercializaba sus propios talismanes enchantados. Total, que su doble discurso me cayó pesado y llevé al talk-show la grabación de una tanda comercial del amuleto «contra la magia negra, hechizos y brujerías» que Las Heras vendía en su Instituto.

Un ignoto personaje -bajo el sugestivo nick Terrible Nieto– comenzó a subir a Youtube varios videos de aquellos tiempos, cuando dividíamos nuestro tiempo entre la confección de la revista El Ojo Escéptico y la militancia racionalista en nombre de la Fundación Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia (CAIRP).
Yo no sé si será la edad o qué, pero admito que ya no tengo el mismo fervor que ayer para deschavar a esta clase de atorrantes. Como Las Heras ha reaparecido en algunos medios, me pareció oportuno refrescar este material.

El fragmento del programa en cuestión dura nueve minutos. Vale la pena verlo completo, especialmente la última parte, cuando Luisa Delfino se acerca a Las Heras para decirle que se sentía decepcionada. El parapsicólogo se pone de pie (si uno fuera malpensado podría creer que la quiere intimidar) y le pide a Delfino «más respeto». Pero la conductora del programa le dice que no: había dejado de respetarlo porque -para ella- «vender talismanes debería ser considerado un delito, aunque usted crea en lo que dijo que cree».

La demolición del prestigio de Las Heras fue tan aplastante que podría inspirar pena. Pero hoy sigue en la misma línea, ejerce la psicoterapia y usa tragedias para promocionarse. Tres motivos suficientes para poner los sentimientos piadosos en otra parte.

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El avión cruza las nubes sobre el océano y en menos de cuatro minutos 228 vidas se apagan. El Airbus-330 se esfuma de los radares y desaparece del mapa, en un punto equidistante del Atlántico. Pasan las horas, los días. El vuelo de Air France 447 se ha desvanecido. No hay sobrevivientes. Ni testigos. Bueno, sí: un puñado de señales automáticas comunicaron el siniestro. Pero no las causas. ¿Un temporal? ¿Un atentado? ¿Una falla humana? ¿Una avería? La respuesta está, tal vez, en una caja negra. En el fondo del mar.

Pero la ansiedad no espera. Las especulaciones basadas en indicios -su fatídica ambigüedad- desata la desconfianza. Los claroscuros, a veces, se completan con más oscuridad.

Por estos días, un zahorí ecológico detectó que el punto 38 de “la malla de energía cósmica” (suerte de red de meridianos de acupuntura, pero que rodean a la Tierra) coincide con la zona de la catástrofe (ver video). La incertidumbre engendra teorías desmesuradas. La esperanza -o fe, cuando es excesiva- también.

Algunos medios han comparado la tragedia con el argumento de la serie Lost. ¿Y por qué no? Si hasta las víctimas parecen actores de una novela. Dentro del mismo clima, un show televisivo argentino le pidió opinión a un esoterista. Sus productores no han considerado un despropósito convocar a un ufólogo para poner en palabras lo que tantos imaginan: “Un plato volador secuestró el avión”. Porque ya sucedió. Ahí está el caso del piloto australiano Frederick Valentich, desaparecido en octubre de 1978. Además, el legendario vórtice devorador de naves de manufactura humana no está lejos: para hacer cuadrar el Triángulo de la Bermudas basta estirar un cachitín uno de sus vértices.

El viernes 5, el inefable doctor Antonio Las Heras apareció en Hechos y protagonistas, el programa que conduce Anabela Ascar en Crónica TV. Al parecer -me han comentado, yo no lo ví- Las Heras descartó que los pasajeros del Airbus vayan a reencarnar en la isla de Lost. Arriesgó una hipótesis sensiblemente menos novelesca, o con más inserción social: los pasajeros del vuelo 447 podrían haber sido abducidos por una nave alienígena. En 2001, el contactado Sixto Paz Wells postuló el mismo destino para los cuerpos volatilizados en las Torres Gemelas. “Qué raro, semejante desastre y ningún cadáver”. Algo así, dijo. Desde el sábado 6, los rescatistas empezaron a descubrir cuerpos flotando sobre el Atlántico. Serían del vuelo 447. Pase lo que pasare, si la noticia se confirma o no, para el caso da igual: no todos los restos de las víctimas serán recuperados. El conspiracionista no diseña sus teorías con evidencias. Su arte es posible gracias a una astucia superior: teoriza en base a las piezas que faltan. Ahí, en la ausencia de evidencias, reside su poder de persuasión. No puede demostrar nada. Pero tampoco es la idea. El misterio es más jugoso sin respuestas concretas. La sospecha, esa cadena de racionalizaciones ancladas en la imaginación, vuelve a estas conjeturas invulnerables. Más entre los que tienen fe. Como le llaman a la esperanza, cuando es mucha por razones más emocionales que intelectuales.

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Todavía seguía contentísimo por el recibimiento en Mendoza de Invasores. Varias entrevistas televisivas y radiales, la portada del suplemento espectáculos del diario Los Andes para una excelente nota de la colega Mariana Guzzante (ya traducida al inglés por Scott Corrales) y otra entrevista de Fernando Toledo en el Diario Uno. Pero, sobre todo, estaba feliz por celebrar el reencuentro con viejos y nuevos amigos: mis anfitriones de la Revista PPP (Pablito Lozano, Romina Cuqui, Beto Sabattini y Daniel Postizzi), el pastor-científico Fernando Saraví, mi madrina de la vida, Susana Tampieri, el amigazo Miguel Títiro y su esposa Ana, y el músico Rodo Castagnolo, la mejor herencia que recibí en vida de Nacho Cabria. Todos ellos, el domingo 31, estuvieron en la cantina Los Dos Amigos para escuchar la historia de Juan Carlos Peccinetti y Fernando Villegas, entre otras del libro. Los empleados del Casino de Mendoza, protagonistas de Mensaje de Ganímedes, sexto capítulo de Invasores, al final no vinieron. Me dieron razones atendibles. “Otra vez será”, dijo Peccinetti, quien acusó enfermedad. Villegas tenía mal a su mujer. Tras leer las entrevistas del domingo, me llamó para agradecer y acotó: “Eppur si muove”. Tampoco dio señales de vida Victorio Corradi, ufólogo oficial de la tierra del sol y del buen ovni. Sí vino el principal investigador del caso, el vicecomodoro retirado Luis Cunietti. El militar, cuando era teniente de la Fuerza Aérea Argentina, realizó una completa pesquisa a pedido de la Junta de Seguridad Aérea. Tras refrescar las conclusiones a las que llegó en su época, se perdió en recuerdos más bien humorísticos sobre sus persecuciones aéreas a unos enanitos verdes, como apoda la cultura menduca a los marcianos, cualquiera sea su raza o linaje. Un público participativo y atento coronó esa formidable noche.

FINAL DE UNA HISTORIA DE AMOR EXTRATERRESTRE
Pero la alegría es un don efímero. No bien pisé Buenos Aires recibí el llamado de Liliana Murga, hija de Martha Green, protagonista de Corazón partío, el capítulo que cierra mi libro sobre extraterrestres en la Argentina. Por si no leíste Invasores, esa mujer preciosa que ves en la foto me reveló que sus encuentros clandestinos con Enis, un científico procedente del planeta Ozonis, comenzaron cuando ella tenía treinta y tres años. En 1956, Martha seguía casada con Miguel Angel Murga, un militar peronista cuya carrera truncó la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu. Enis llevó a Martha a Ozonis y la invitó a quedarse.  Declinó la oferta: amaba demasiado a su marido y a su hija Liliana, de apenas un año. Tras su primer y único parto, una enfermedad congénita le impidió traer más hijos al mundo. A éste. Porque Martha concibió dos hijos más en el otro. Ella nunca consideró que su relación con el alienígena fuera un caso de infidelidad. “Eso sucedía en otro plano, en otra dimensión”, se justificó. Cuando confesó su verdad a Miguel Angel, su esposo, él no le reprochó nada. Al contrario, la mimó más, se interesó en sus manuscritos y le ayudó a registrarlos. El destino le iba a reservar otras adhesiones, como la de su segundo marido en la Tierra, la de su propia hija y tal vez la de los lectores de Ozonis, en algún lugar del Universo (Ediciones Silzú, 1998), único libro publicado de los dos que le dedicó a su experiencia, que ya se ha traducido al italiano y se conoce hasta en el Japón.
Guardé el relato del secreto romance entre Martha y Enis para el final de Invasores porque quise premiar al lector que entendió que valía la pena avanzar: es la historia más fantástica del libro. Tan fantástica que Martha conocía mejor que nadie sus efectos. “Creer en una cosa así es muy difícil”, me dijo, mientras sus ojitos verdes entraban en órbita rápida y yo estudiaba sus huesitos delgados, arrumbados en el sillón del geriátrico. Sin embargo, no hay incredulidad que impida disfrutar de su historia, que es la historia de la lucha solitaria de una mujer por volver creíble lo increíble.
Liliana, su hija, me había llamado para darme la noticia de su partida. Martha Green, seudónimo de Marta Rodríguez, autora de la más sorprendente autobiografía de una mujer sobre su relación con un extraterrestre, había fallecido el martes 2 de junio, a las 8 AM.
Liliana me contó que le llegó a leer el capítulo de mi libro. Martha le pidió que lo hiciera varias veces, como si quisiera asegurarse de la precisión de mi versión de su vida. Sí, lloré. Claro que lloré. También porque supe que ya no iba a volver a escuchar las historias de esta abuela dulce y hermosa. Por su hija supe que la vida de Martha tuvo momentos dolorosos. Pero sus experiencias -con las que nunca pretendió lucrar- le otorgaron una dimensión diferente. Sus viajes -hayan sido al espacio exterior o interior- fueron un escalón empinado y transgresor en su singular búsqueda de la felicidad.

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