“Procuramos asumir la responsabilidad del Estado como garante de la igualdad de todos los habitantes del territorio argentino frente al derecho de la educación”.
(Página web de Presidencia de la Nación).
El mediodía del lunes 2 de marzo, la presidente Cristina Fernández de Kirchner inauguró el ciclo lectivo 2009 en una escuelita rural de Salta. Quizás eligió esa localidad porque –después de la catástrofe en Tartagal– aprendió que le queda mucha miseria por descubrir. O porque el sol estaba en Piscis: la mandataria parece ser una ávida consultora del horóscopo.
La testarudez oficial ante la huelga docente dejó a medio país sin clases. Y el saludo de Cristina Fernández a la elite de chicos que entraron en las aulas, en su mayoría hijos de padres que pueden solventar escuelas privadas, se instaló como una mueca absurda. Pero eso no fue todo. El acto oficial debió dejar a los salteños que no desean imponer a sus hijos ninguna religión con una amarga sensación de desamparo. Salta es, con Catamarca y Tucumán, una de las tres provincias del país donde -bajo el paragüas de las constituciones locales- persiste la enseñanza confesional en las escuelas públicas primarias y secundarias. Porque la presidente visitó tierras que desconocen la Declaración sobre los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas según el marco jurídico que promueve el propio gobierno nacional desde el Instituto contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). Que, entre otras cosas, dice:
“Todo niño gozará del derecho a tener acceso a educación en materia de religión o convicciones conforme con los deseos de sus padres o, en su caso, sus tutores legales, y no se le obligará a instruirse en una religión o convicciones contra los deseos de sus padres o tutores legales, sirviendo de principio rector el interés superior del niño”.
El gobierno de Juan Manuel Urtubey aprobó a fines del año pasado la enseñanza confesional obligatoria en los niveles primario y secundario de Salta. Nada dijo CFK sobre la discriminación que esta ley supone para los salteños que no comulgan con el catolicismo, adhieren a otra religión o son parte de la minoría que nacieron huérfanas de Dios (nótese que muchos niños carecen de creencias religiosas en el momento de nacer).
La silenciosa validación de la presidente a uno de los gobiernos provinciales que repudian el derecho constitucional a ser educado sin coerción en materia confesional es una paradoja de primer orden si recordamos la impronta presuntamente independiente del clero de la que se jacta el gobierno nacional.
Lejos quedaron los tiempos en que abundaban los cuadros políticos que pregonaban los efectos revolucionarios de la educación popular (“el pueblo educado no se deja someter por los poderosos»; «una infancia instruida no es dócil ante los caprichos del poder dominante”, etc.). Es que muchos de aquellos románticos luchadores sociales de otrora ya no son cuadros sino operadores. Cuando estos funcionarios, o cuadros reciclados, reciben en sus despachos a viejos compañeros de militancia con menos poder, se solidarizan ante sus reclamos como si ellos no tuvieran nada que ver, como si no tuvieran nada que hacer. Declaman como sonámbulos discursos sobre cómo cambiar el mundo mientras las escuelas (paradas por los pedidos de aumento salarial de ayer y de siempre) les devuelven un espejo dantesco.
Mientras tanto, Urtubey, amantísimo escudero de Cristina, parece desarmado para enfrentar a los que defienden el derecho de los niños a recibir una educación laica.
A falta de hombres de leyes dispuestos a defender lo que no es más que un vergonzoso cercenamiento a la libertad de conciencia, el gobernador puso al frente de la contraofensiva al sacerdote Julio Raúl Méndez, ex vicerrector de la Universidad Católica de Salta. “La enseñanza religiosa existe en las escuelas de la provincia de Salta desde siempre”, dijo el cura.
Justificar a la enseñanza confesional porque “siempre ha existido” es un argumento que también podría servir para dar validez pedagógica a la astrología.
La creencia que le atribuye una influencia superlativa a la posición de los astros en la vida de las personas nació en Babilonia hace casi cinco mil años. Pero nadie enseña astrología en las escuelas, al menos no todavía. En este momento las urgencias son otras. Por ejemplo, predicar los valores de la Iglesia Católica para impedir que los niños caigan en manos de Satán.
Enlaces
Mapa de la discriminación en la provincia de Salta (Fuente: INADI, versión en Power Point)
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