Feeds:
Entradas
Comentarios

Posts Tagged ‘Ananda Baba’

Una de las historias más delicadas e interesantes que me tocó investigar fue el caso de las acusaciones de abuso sexual contra el gurú indio Sri Sathya Sai Baba. El 5 y 12 de agosto de 2001, bajo el prudente título “¿Un dios pecador?”, el programa Zona de Investigación (Azul TV) emitió los resultados. Cinco ex miembros de la organización Sai Baba declaraban que el avatar manoseaba o abusaba sexualmente de sus fieles. Más tarde, en febrero de 2002, la revista Gatopardo publicó los entretelones de mi investigación. Y añadí cosas que pasaron poco después, como la apresurada visita al país del doctor Michael Goldstein, líder de la Fundación Mundial Sri Sathya Sai. Ese año, Goldstein viajó a Buenos Aires para defender al gurú de las escandalosas denuncias de los encumbrados ex seguidores de Baba de la Argentina, Estados Unidos y Suecia. Durante su conferencia, Goldstein regaló otra perla. Durante los atentados del 11-S, dijo, los devotos empleados en las Torres y en el Pentágono “no llegaron a sus trabajos a tiempo ese día”. En otras palabras, el avatar indio -en un alarde de mezquindad espiritual- se interesó en preservar las vidas de sus fieles y de nadie más. Por entonces, no ahondé en historias adyacentes que -si bien no eran menores- tuve que relegar. Además, las mejores historias no surgen por correr detrás de la primicia. Deben madurar.

MOROCHO Y ARGENTINO
Las asignaturas pendientes eran varias. Una de ellas: explorar la sorprendente conversión de los fundadores de la organización Sai Baba en la Argentina. Durante las entrevistas para aquel programa, Mónica Socolovsky, dueña de la empresa de modas Sathya, y el psicólogo Daniel Coiffman, introductores de Sai Baba en los años ochenta, me contaron que si bien seguían respetando a Baba, habían cambiado de gurú. El avatar de relevo era Ricardo Javier Ocampo. Era un calco de Sai Baba. También morocho, pero argentino. Le llamaban Ananda Baba o Maestro Amor y visitaba seguido la sede en Palermo de la Fundación Espiritualidad Práctica, presidida por Socolovsky y Daniel Salzman. En agosto de 2001, las noticias sobre el hombre corrían como aguas rápidas en el fandom new age. Durante la primera emisión de Zona de Investigación (el material era tanto que el informe se extendió en dos programas), atendí decenas de llamados que preguntaban o informaban sobre el nuevo mesías, riojano como el patilludo y con un número creciente de seguidores. Dios -afirmaban- ahora atendía en la provincia de Catamarca. Había nacido el 28 de junio de 1974, decía ser “madre y padre” a la vez y tenía charme, ese aura indefinible que llaman carisma. La divinidad había encarnado en un fornido maestro de Tai Chi que regurgitaba lingams, materializaba ceniza sagrada y joyas como su inspirador de la India. Socolovsky y Coiffman, fascinados con el gurú, se alejaron de la Organización Sai. También estaban algo molestos por las pesquisas de Leonardo Gutter, presidente de la Organización Sai Baba en América Latina. Gutter había viajado a la India para preguntar al swami por el riojano. “Es un buen simulador”, dijo Baba. Al regresar de la India, Gutter pidió la renuncia de quienes “tienen un pie en los dos botes”.

NI MASCULINO NI FEMENINO
“Soy la encarnación del Amor en forma consciente. Juego Mi papel a Mi manera. No Soy masculino ni femenino. Pero estoy en un cuerpo humano masculino, ya que éste es el cuerpo que Me permite lograr los Deberes Divinos. Pero cuando amo, no amo a un hombre o a una mujer. Cuando Amo a otros Me Amo a Mí mismo”, escribía Ocampo en un email que envió a sus seguidores el 19 de agosto de 2001. Durante dos años fui su sombra. Cada vez que bajaba a Buenos Aires, ahí estaba yo. Sus charlas eran interesantes. Ocampo había tomado nota del descreimiento hacia la clase política y tenía sentido del humor, un don esquivo entre los gurúes. Ocampo ofrecía un florilegio de chistes que dosificaba en sus conferencias y hasta se burlaba de sí mismo: “Mi mayor felicidad sería que no estuvieran aquí, no ser muleta de nadie”; “yo tendré éxito cuando me quede en silencio y nadie me necesite”. Nunca me quiso dar una entrevista. La última vez, me palmeó el hombro y me dijo: “Insiste. Pronto será el tiempo”. Yo pensaba: “Flor de vivo. Va a seguir debajo de la alfombra hasta que se disipe la mancha que tiñe de sospechas de pedofilia a su mentor”. Como no había caso, insté a mis amigos, los periodistas Daniel Riera y Viviana Giménez, por si les iba mejor que a mí. Tampoco resultó.

Para Ocampo, era prematuro dar entrevistas a periodistas imprevisibles. Pero, si pretendía crecer, no podía permanecer para siempre en la clandestinidad. Para eso, nada como atraer la atención de un animador obsecuente. Así llegó a Un mundo mejor, el programa de cable de Claudio María Domínguez. El ex niño prodigio fue el primero en entrevistarlo largo y tendido. (El arrobamiento de Dominguez por ciertos gurúes funciona como un chantómetro: si queda embobado con algún personaje, pronto se sabrá que detrás había alguna oscuridad. Sus favoritos siempre acaban en el ojo del ciclón: la Madre Teresa, Sai Baba, Alex Orbito y ahora Ananda Baba.)

¡AH, EL AMOR! En 2005, Sergio Carreras reveló por primera vez sus asuntos internos. “Una ex seguidora suya lo acusó de quitarle a su novio, tener sexo con todos los colaboradores varones cercanos a él, maltratarla psicológicamente al punto de casi llevarla al suicidio y de predicar una cosa pero hacer otra”, escribió el periodista de La Voz del Interior. El mismo gurú que me caía simpático por su estampa anti-gurú terminaba cargando con el sayo del personaje en el cual se había inspirado. Sus modales, ocasionalmente, eran autoritarios. “No vine a revelar una nueva religión –ya existen muchas–, tampoco a tener millones de seguidores… una sarta de tontos nunca entiende a su maestro ¿para qué?”, se preguntó en 2003, en una de las últimas charlas en las que participé. Pero el Maestro necesitaba seguidores. Sino ¿quiénes le iban a ayudar a construir su morada? El ashram está en un predio de 75 hectáreas en Colonia del Valle; y a pocos kilómetros de allí, en Miraflores, la residencia de Ocampo y el loteo donde construyen sus casas los fieles. Ambos parajes quedan cerca de la capital catamarqueña. Hace tres años, en la revista NEO, publiqué por primera vez estas informaciones (ver abajo). A su comunidad habían comenzado a llegar peregrinos de todo el mundo. Entre ellos, muchos argentinos devotos de Sai Baba que encontraron una encarnación divina más a mano, que les habla en su idioma, les canta canciones románticas y promete milagros en contexto ceremonial idéntico al de Sai Baba en la India. “Puedo ser madre, compañera, esposa, o enemiga. De esta energía proviene Mi dulzura al hablar, Mi docilidad al actuar”, proclama Ricardo Javier Ocampo.

TRES PÉTALOS EN EL OMBLIGO Ocampo, en su faceta de músico, es Ricardo Javier, a secas. Ya editó tres CDs: Amor Divino, Amor Tropic y Mensajes de Amor. Ediciones El Mensajero –su propio sello– publicó varios libros, entre ellos El poder infinito del subconsciente y Amor. Una Encarnación Divina. Dicta clases de Tai Chi, aerobic y se enorgullece de una biografía misteriosa. “Nací con tres pétalos de jazmín sobre el ombligo”, dice. Reveló a sus padres su naturaleza divina a los seis años. “Me desnudé, materialicé una túnica y me alejé de casa”. Luego vivió en orfelinatos y fue criado por militares. “Es uno de cinco hermanos. Su padre murió por alcoholismo y tabaco. Y no terminó la primaria porque supo que no necesitaba estudiar”, me explicó Juan Pablo Carullo, uno de sus fieles. En La Voz del Interior, Carreras publicó que la misma ex devota a la que le había robado el novio denunció que “llevaba una vida cómoda mientras su gente duerme en carpas y se alimentan a lentejas”.

¿ACTIVO O PASIVO? En su boletín El Camino, Ocampo define sin vueltas la interacción que mantiene con sus discípulos.: “Hay cuatro maneras de relacionarse con Mi energía: 1. Como amante conyugal. 2. Como amigo. 3. Como devoto activo o pasivo. 4. Como enemigo de campo”. Su ambivalencia sexual no sólo era un dato conocido: también parece ser parte de la religión. Para tranquilidad de sus enemigos de campo, aclaraba: “No me molesta si hablan mal de Mí, ni si hablan bien de Mí… Tampoco aparecí para comportarme como algunos desean que Yo me comporte. Tengo una libertad absoluta sobre Mi comportamiento y Me Responsabilizo por ello.”

Hoy, tres devotos de su círculo interno lo acusan de abuso sexual. También le pasan otras facturas. Desde travesuras ininimputables (el lavaje de testículos con aceite sagrado a mayores de edad entra en esa categoría) hasta malversaciones financieras. Todas picardías terrenales, ninguna del otro mundo. Algunos fieles se bajan en pos de la comodidad perdida y otros porque no soportaron una sensible instancia de su iniciación: beber su propia orina.

No queda otra que seguir el devenir de Ocampo de cerca. Ojalá su parecido con Sai Baba termine en la prestidigitación, su indumentaria anaranjada y el cotillón mágico. El río presagia malas noticias. Que ya no serán tardías.

Enlaces

«Pecado Divino». En revista Gatopardo (Colombia). Febrero 2002 No. 21. Pp. 44-61 & 120-121. Disponible online traducción al inglés.

Baba’ Sex Gate en la Argentina: Crónica de una investigación

Una mañana con Dios. Por Sergio Carreras

Maestro Amor. Un pedido de captura por una denuncia de abuso sexual lo bajó del cielo al mundano terreno de las noticias policiales. Por Sergio Carreras.

«Gurúes de exportación». Por Alejandro Agostinelli. Publicado en revista NEO Año 2 Nº 14 Mayo de 2006. Páginas 40-43. Descargar nota completa de galería.

Read Full Post »